lunes, febrero 18, 2008

Sonar y pensar (Ignacio Castro Rey)

No hay libertad sin pared a derribar, no hay música sin muralla sonora a destruir. Las paredes son necesarias, la disciplina de escuela es necesaria. Quien es demasiado libre ha de inventarse un amo, un temible Superyó: por ejemplo, aprender a obedecer al silencio. No hay autoridad más temible que la del silencio. Y esto matiza tal vez la revolución de Webern, Schönberg y todo lo que se deriva de la escuela de Viena. La abstracción, la serialidad dodecafónica, la ruptura fractal no pueden esquivar la figura, la necesidad de hacer cantar al sentido. De hecho, lo abstracto, la desaparición -el amado silencio de Cage- es un efecto de lo sólido, una deriva de la figura, una forma de leerla. En todo arte, de Mozart a Velázquez, hay abstracción: de otro modo no se aproximaría a la vida individual, que es siempre una abstracción encarnada. De otra manera no se conquista lo imposible de lo real, su espectro. Cada vez que construimos un castillo, se puebla de fantasmas. Esta es la virtud de la forma: no puede evitar convocar a lo informe. El reto de la música es éste, dialogar con el virus que late en la melodía mayoritaria.

Sonar y pensar
Ignacio Castro Rey

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