lunes, octubre 29, 2007

Barrio de Maravillas [Feísmo] (Rosa Chacel)

Ya sabes que me revientan los caprichos de Goya y los enanos de Velázquez... Porque, vamos a ver, ¿qué se saca con pintar El Bobo de Coria? Dejarlo ahí para un buen rato, para que sepamos que las gentes de aquel entonces se entretenían mirando esa podre, esos ojos en descomposición... Lo de ahora es muy diferente: en estas cosas que parecen feas hay una belleza... Una belleza que no se ve, aunque se escriba o se pinte. [...] tienes que entenderlo, a la fuerza. Hay una belleza en todo eso, que no es la que le ponen a uno delante. Es como si dentro, al fondo de lo que se ve hubiera una cosa mejor... Por ejemplo, si te ponen escenas entre gente pobre, miserable, no es para que te conmuevas -bueno, sí es para que te conmuevas, pero también para otra cosa-, es para que sientas, o sepas, que entre esos personajes -no porque sean personajes, no porque estén pasando malos ratos, sino porque forman o pertenecen a un... algo así como un género... Más todavía, no es que ellos sean lo que son, sino que ellos, entre ellos están haciendo algo...[...] no sé cómo decirte, todo, lo están haciendo todo.

Barrio de maravillas
Rosa Chacel

Corazón Cuarteado [Rey salvador o vagabundo] (Anaïs Nin)

Le costó despertar. Sus sueños de magnificencia y de grandeza pesaban sobre su cuerpo como atuendos reales, pero el rostro que abrió al alba era el rostro de la inocencia, la inocencia con la que todo hombre se enfrenta al nuevo día. Djuna leyó en él lo que se había negado a ver, la otra cara de Rango, el niño, alojada ahora en el cuerpo de un hombre corpulento mediante un simple truco.
Había sido un juego: «Djuna, estate ahí y mira cómo hago de rey y salvador. Cuando te lo diga, me admirarás». Y ella reiría y diría: «No sé si sabes que, a decir verdad, prefiero a un vagabundo que toque la guitarra».

Corazón Cuarteado
Anaïs Nin

lunes, octubre 22, 2007

La imaginación en la literatura infantil (Gianni Rodari)

Un libro para niños se puede considerar como logrado cuando interesa a los niños y estimula y compromete sus energías morales, toda su personalidad, al igual que hace un buen juguete. Esto quiere decir que el libro ha de responder a cualquier pregunta fundamental, a cualquier necesidad real de los niños, ha de ser, en cierta manera, un instrumento de su crecimiento. ¿De qué manera? No hay que olvidar que un niño no es una flecha que va en una sola dirección, sino muchas flechas que simultáneamente van en muchas direcciones. Es un centro de actividades y de relaciones. Es una mano que juega, una mente que absorbe, un ojo que juzga. No le llega un tipo único de estímulos, sino que le impactan de mil clases. El crecimiento es una investigación para la que tiene necesidad de una gran variedad de materiales y, por lo tanto, de libros diversos que constituyen a la vez algo semejante a una "biblioteca de trabajo", un campo de juego, un gran espacio abierto, que pueda gestionar libremente y que está a su servicio en distintos momentos. Libros al servicio de los niños, no niños al servicio de los libros. Libros para niños productores de cultura y de valores, no para niños consumidores pasivos de valores y de cultura producidos y dictados por otro.

La imaginación en la literatura infantil
Gianni Rodari

Corazón [De los Apeninos a los Andes] (Edmundo de Amicis)

.- Yo iré a América a buscar a mi madre.
El padre movió la cabeza, entristecido, y no respondió. Era algo loable, pero imposible de realizar. ¿Cómo iba a ir solo a América un chico de trece años, si hacía falta un mes para llegar? Pero el muchacho insistió en su idea aquel día y en los sucesivos, sin ninguna vacilación y razonando como un hombre.
.- Otros han ido -decía- y aun menores que yo. Una vez en el barco, llegaré allá como cualquier otro, y cuando esté en Buenos Aires no tengo más que buscar el comercio del tío. Hay tantos italianos por aquellas tierras, que alguno me dirá por dónde he de ir. Una vez que encuentre al tío, encontraré a mamá, y si no la encuentro, acudiré al Cónsul y buscaré a la familia argentina. Ocurra o que ocurra, allí hay trabajo para todos, y alguno encontraré para ganar lo suficiente con que pagar el pasaje de vuelta.
De esta forma, poco a poco casi logró convencer a su padre. Este lo apreciaba, sabía que era un chico juicioso y valiente, acostumbrado a las privaciones y a los sacrificios, cualidades que darían doble fuerza a su corazón para llevar a buen fin el propósito de encontrar a su madre, a la que adoraba.

De los Apeninos a los Andes, extraído de Corazón
Edmundo de Amicis

La Mirada Inocente [Vejez del artista] (George Simenon)

Siguió pintando todo el día. En la mayor parte de sus telas había huellas de su madre, de su hermana Alice e incluso de la pequeña Emilie. Nadie se daba cuenta de ello. También el rostro de los gemelos reapareció varias veces, la estufa, la canica amarilla y la sábana agujereada que separaba los jergones de la cama de Gabrielle.
Pronto cumpliría setenta años y andaba a pasitos cortos, consciente de su fragilidad. Por la noche, le gustaba sentarse en algún cine de barrio, en medio del calor del gentío. Cuando proyectaban películas antiguas, veía a los actores de cuando él era joven y apenas sí se había percatado de la existencia del cine.
Había trabajado mucho. Y seguía trabajando. Aún tardaría años antes de expresar lo que desde el principio había sentido agitarse en su interior.

La mirada inocente
Georges Simenon

La Mirada Inocente [Miedo infantil] (George Simenon)

Se sentía diminuto. Los pelirrojos tenían razón. En caso de que viviera, si lo ayudaban a vivir, sería el más pequeño de la familia.
No era más que un niño y la idea de convertirse en un adulto algún día casi le daba miedo. Su madre estaría vieja, tan vieja como su abuela. Incluso es posible que se hubiera muerto.
En cuanto se hiciera mayor, Vladimir se marcharía y no volvería a verlo. Luego les tocaría a los gemelos. ¿Por qué imaginaba que se casarían con la misma mujer?
El podría casarse con su hermana Alice, para que se quedara siempre con él. Le daba miedo que lo dejaran solo. Si lo abandonaban se moriría.

La mirada Inocente
Georges Simenon

La Mirada Inocente [Pintar la realidad] (George Simenon)

Por entonces se apañaba mejor con las pinceladas de colores puros, sobre todo desde que pintaba sobre tela. Lo que más difícil le resultaba era yuxtaponer armónicamente cosas que en apariencia no tenían relación alguna entre sí.
No trataba de copiar la realidad, una silla, una calle, una mujer o un tranvía. Es cierto que a veces lo hacía, como ejercicio, y que el resultado era bastante bueno. Pero eran imágenes. Y él perseguía la realidad misma tal y como la veía, o, mejor dicho, tal y como quedaba grabada, sin su intervención consciente, en su imaginación.

La mirada inocente
Georges Simenon

La Mirada Inocente [Pobreza del artista] (George Simenon)

Durante diez años llevó el mismo traje, confeccionado con el terciopelo acanalado con que se hacían, cuando era pequeño, los pantalones de los jornaleros. No lo había elegido para tener aspecto de pintor, sino porque siempre había deseado uno así. Por lo demás, no se preocupaba demasiado por la ropa y a veces llevaba la misma camisa durante quince días. [...]
No era pobre ni rico. Se pasaba el día pintando, en busca de esa irradiación del espacio que perseguía desde hacía tanto tiempo y que perseguiría durante el resto de su vida.

La Mirada Inocente
George Simenon

El salmo de la vida (Henry Wadsworth Longfellow)

Desconfía del futuro por agradable que sea!
Deja que el pasado muerto entierre a sus muertos.
¡Actúa, actúa en el vivo presente
el corazón firme y Dios guiándote!
Las vidas de los grandes hombres nos recuerdan
que podemos sublimar las nuestras,
y al partir tras de sí dejan
sus huellas en las arenas del tiempo.

Huellas por las que quizás otro que navegue
por el solemne océano de la vida,
un hermano náufrago desolado,
al verlas, vuelva a recobrar la esperanza.

En pie y manos a la obra,
con ánimo para afrontar cualquier destino.
Logrando y persistiendo,
aprendiendo así a trabajar y a esperar.

El Salmo de la Vida
Henry Wadsworth Longfellow

La hija del caníbal (Rosa Montero)

Nada hay hoy en mí que sea igual a la Lucía de hace veinte años. Nada, salvo el empeño de creerme la misma. Esa voluntad de ser es lo que los burócratas llaman identidad; o lo que los creyentes llaman alma. Yo me imagino a la pobre alma como una sombra flojamente entretejida en el vapor de una tela de araña; y esa sombra se aferraría con dedos transparentes a las células vertiginosas de la carne (células veloces que mueren y que nacen a toda prisa) intentando mantener la continuidad, de igual manera que una vasija, puesta debajo de un grifo y rebosante de agua, impone en el líquido una misma forma, aunque el agua que contenga sea siempre distinta. O sea que, bien mirados, los humanos no somos otra cosa que una especie de botijos rebosantes.

La hija del caníbal
Rosa Montero

El hombre en busca de sentido [Libertad espiritual y Felicidad] (Viktor Frankl)

Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino.
Y allí, siempre había ocasiones para elegir. A diario, a todas horas, se ofrecía la oportunidad de tomar una decisión, decisión que determinaba si uno se sometería o no a las fuerzas que amenazaban con arrebatarle su yo más íntimo, la libertad interna; que determinaban si uno iba o no iba a ser el juguete de las circunstancias, renunciando a la libertad y a la dignidad, para dejarse moldear hasta convertirse en un recluso típico.
[...]
Dostoyevski dijo en una ocasión: "Sólo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos" y estas palabras retornaban una y otra vez a mi mente cuando conocí a aquellos mártires cuya conducta en el campo, cuyo sufrimiento y muerte, testimoniaban el hecho de que la libertad íntima nunca se pierde. Puede decirse que fueron dignos de sus sufrimientos y la forma en que los soportaron fue un logro interior genuino.
Es esta libertad espiritual, que no se nos puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y propósito.

El hombre en busca de sentido
Viktor Frankl

El hombre en busca de sentido [Amor y Felicidad] (Viktor Frankl)

Un pensamiento me petrificó: por primera vez en mi vida comprendí la verdad vertida en las canciones de tantos poetas y proclamada en la sabiduría definitiva de tantos pensadores. La verdad de que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre. Fue entonces cuando aprehendí el significado del mayor de los secretos que la poesía, el pensamiento y el credo humanos intentan comunicar: la salvación del hombre está en el amor y a través del amor. Comprendí cómo el hombre, desposeído de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad —aunque sea sólo momentáneamente— si contempla al ser querido. Cuando el hombre se encuentra en una situación de total desolación, sin poder expresarse por medio de una acción positiva, cuando su único objetivo es limitarse a soportar los sufrimientos correctamente —con dignidad— ese hombre puede, en fin, realizarse en la amorosa contemplación de la imagen del ser querido. Por primera vez en mi vida podía comprender el significado de las palabras: "Los ángeles se pierden en la contemplación perpetua de la gloria infinita."

El hombre en busca de sentido
Viktor Frankl

miércoles, octubre 17, 2007

Al faro (Virginia Woolf)

Qué insignificante era todo esto, qué aburrido es todo, pensaba él, comparado con lo otro, con el trabajo. Aquí estaba, tambaleando con los dedos sobre el mantel, cuando podría estar... vio su propio trabajo como a vista de pájaro. ¡Vaya si era perder el tiempo! Aunque, es una de mis más antiguas amigas. Debo de ser uno de los fieles. Pero ahora, en este preciso momento la presencia de ella no le decía nada; su belleza lo dejaba indiferente; lo de estar sentada junto a la ventana con el niño: nada, nada. Deseaba estar solo, y coger de nuevo el libro. Se sentía incómodo, se sentía falso; lo hacía sentirse así el hecho de estar sentado junto a ella, y no sentir nada. Lo cierto es que él no disfrutaba con la vida familiar. Cuando se hallaba uno en estas circunstancias es cuando se preguntaba, ¿es para que progrese la raza humana para lo que se toma uno tantas molestias? ¿Es eso tan deseable? ¿Somos una especie atractiva? [...] Preguntas necias, preguntas vanas, preguntas que no se hacían cuando había algo que hacer. ¿Es esto la vida? ¿Es aquello? No había tiempo para pensar cosas como ésa.

Al faro
Virginia Woolf

Yo la que te quiere (Gioconda Belli)

[...]
Yo soy el inexplorado camino,
la claridad que rompe la tiniebla.
Yo pongo estrellas entre tu piel y la mía
y te recorro entero,
sendero tras sendero,
descalzando mi amor,
desnudando mi miedo.
Yo soy un nombre que canta y te enamora
desde el otro lado de la luna,
soy la prolongación de tu sonrisa y tu cuerpo.
Yo soy algo que crece,
algo que ríe y llora.
Yo,
la que te quiere.

Yo la que te quiere
Gioconda Belli

martes, octubre 16, 2007

Informe sobre la Tierra (Douglas Adams)

Lejos, en las negras profundidades del espacio invisible había movimiento.
[...]
En el extremo mismo del sistema solar, acurrucado en un sofá verde de imitación de cuero, con aire malhumorado y la vista fija en una batería de televisores y pantallas de ordenador, estaba el jefe de los grebulones, que parecía muy preocupado. Movía las manos nerviosamente. Hojeaba su libro de astrología. Manipulaba la consola del ordenador. Cambiaba las imágenes que continuamente le enviaban los demás aparatos grebulones de grabación, todos ellos enfocados al planeta Tierra.

Informe sobre la Tierra
Douglas Adams

Una breve historia de casi todo [Tierra y conservación] (Bill Bryson)

Somos terriblemente afortunados por estar aquí... y en el “somos” quiero incluir a todos los seres vivos. Llegar a generar cualquier tipo de vida, sea la que sea, parece ser todo un triunfo en este universo nuestro. Como humanos somos doblemente afortunados, claro. No sólo gozamos del privilegio de la existencia sino también de la capacidad singular de apreciarlo e incluso, en muchísimos sentidos, de mejorarla. Se trata de un truco que sólo acabamos de empezar a dominar.
Hemos llegado a esta posición eminente en un periodo de tiempo de una brevedad asombrosa. Los humanos conductualmente modernos llevamos por aquí sólo un 0,0001% más o menos de la historia de la Tierra.., casi nada, en realidad, pero incluso existir durante ese breve espacio de tiempo ha exigido una cadena casi interminable de buena suerte.
Estamos en realidad en el principio de todo. El truco consiste, sin duda en asegurarse de que nunca encontremos el final. Y es casi seguro que eso exigirá muchísimo más que golpes de suerte.

Una breve historia de casi todo
Bill Bryson

lunes, octubre 15, 2007

Artículos de las costumbres (Mariano José de Larra)

Hombre del pueblo, la igualdad ante la ley existirá cuando tú y tus semejantes la conquistéis; cuando yo sea la verdadera sociedad y entre en mi composición el elemento popular; llámanme ahora sociedad y cuerpo, pero soy un cuerpo truncado: ¿y no ves que no tengo sino cabeza, que es la nobleza, y brazos, que es la curia, y una espada ceñida, que es mi fuerza militar? Pero ¿no ves que me falta la base del cuerpo, que es el pueblo? ¿No ves que ando sobre él, en vez de andar con él? ¿No ves que me falta el alma, que es la inteligencia del ser, y que sólo puede resultar del completo y armonía de lo que tengo, y de lo que me falta, cuando lo llegue a reunir todo? ¿No ves que no soy la sociedad, sino un monstruo de sociedad? ¿Y de qué te quejas, pueblo? ¿No renuncias a tus derechos en el acto de no reclamarlos? ¿No lo autorizas todo sufriéndolo todo? Si tú eres mis pies, ¿por qué no te colocas debajo de mí y me haces andar a tu placer, y no que das lugar a que ande malamente, con muletas?

Artículos de las costumbres
Mariano José de Larra

Paisaje (Federico García Lorca)

[...]
Todo llora por costumbre.
Todo el campo se lamenta
sin darse cuenta.
Yo, por no desafinar,
digo por educación:
"¡Mi corazón!"
Pero una grave tristeza
tiñe mis labios manchados
de pecados.
Yo voy lejos del paisaje.
Hay en mi pecho una hondura
de sepultura.
[...]

Paisaje
Federico García Lorca

viernes, octubre 12, 2007

Defensa de la Hispanidad (Ramiro de Maeztu)

La Hispanidad, desde luego, no es una raza. [...] Sólo podría aceptarse en el sentido de evidenciar que los españoles no damos importancia a la sangre ni al color de la piel, porque lo que llamamos raza no está constituido por aquellas características que pudieran transmitirse al través de las obscuridades protoplásmicas, sino por aquellas otras que son luz del espíritu, como el habla y el credo. La Hispanidad está compuesta de hombres de las razas blanca, negra, india y malaya, y sus combinaciones, y sería absurdo buscar sus características por los métodos de la etnografía.
También por los de la geografía. Sería perderse antes de echar a andar. La Hispanidad no habita una tierra, sino muchas y muy diversas. La variedad del territorio peninsular, con ser tan grande, es unidad si se compara con la del que habitan los pueblos hispánicos. Magallanes, al Sur de Chile, hace pensar en el Norte de la Escandinavia. Algo más al Norte, el Sur de la Patagonia argentina, tiene clima siberiano. El hombre que en esas tierras se produce no puede parecerse al de Guayaquil, Veracruz o las Antillas, ni éste al de las altiplanicies andinas, ni éste al de las selvas paraguayas o brasileñas. Los climas de la Hispanidad son los de todo el mundo. Y esa falta de características geográficas y etnográficas no deja de ser uno de los más decisivos caracteres de la Hispanidad. Por lo menos es posible afirmar, desde luego, que la Hispanidad no es ningún producto natural, y que su espíritu no es el de una tierra ni el de una raza determinada.

Defensa de la Hispanidad
Ramiro de Maeztu

Sueño de flautas (Herman Hesse)

Enseguida empecé una canción acerca de cómo el rayo de sol está enamorado de las rojas amapolas y juega con ellas lleno de alegría. Y de la hembra del pinzón, cuando aguarda al pinzón y al llegar éste vuela como si estuviera asustada. Y seguí cantando acerca de la muchacha de ojos pardos y del joven que llega y canta y recibe un pan de regalo; pero ahora no quiere más pan, quiere un beso de la doncella y quiere ver dentro de sus ojos pardos, y canta y canta hasta que ella empieza a sonreír y le cierra la boca con sus labios.

Sueño de flautas
Herman Hesse

Del agua nacieron los sedientos [Un buen día] (V. Pisabarro)

Hay días buenos, jornadas en que todo sale bien, brilla esplendoroso el sol en un cielo inmaculado, se nos abrazan tiernamente los hijos, el perro menea el rabo girando a nuestro alrededor; con sonrisa plácida, la virtuosa consorte sirve un café con pastas y sin reproches; venerables progenitores orgullosos alardean encomiásticamente de su hijo; somos admirados, atendidos, respetados; comprendemos, perdonamos, estamos sanos, dormimos bien; y lo mejor es que olvidamos.
Con claro y fastidioso recuerdo puedo afirmar que ése no fue uno de estos días para mí.

Del agua nacieron los sedientos
V. Pisabarro

jueves, octubre 11, 2007

Las olas [Sencilla felicidad] (Virginia Woolf)

.- Llega el verano, luego el invierno - dijo Susana-. Las estaciones pasan. La pera madura se hincha y cae del árbol. La hoja muerta reposa sobre su borde estrecho, pero el vapor ha oscurecido la ventana. Sentada junto al fuego, vigilo el hervor del agua en la tetera y, a través del vidrio de la ventana opacado por el vapor, percibo el peral del jardín.
«Duerme, hijo mío, duerme...» musito en verano como en invierno, en mayo como en noviembre. Duerme, canto yo que no soy melodiosa y que no escucho jamás otra música que la rústica del ladrido de un perro, del tañido de una campana o de las ruedas de la carreta al hollar la arenilla. Sentada junto al fuego, canto mi canción igual que una vieja concha de mar que susurrara a orillas del océano. [...] Duerme, hijo mío, digo, duerme, mientras el agua hierve en la tetera y su aliento se hace más y más espeso brotando con un impulso poderoso. Así llena la vida mis venas repartiéndose por todo mi cuerpo. Así avanzo al impulso de la vida y, sin embargo, hay momentos en que podría gritar cuando abro las ventanas al alba o cuando las cierro al crepúsculo: ¡No más! ¡Estoy ahíta de esta sencilla felicidad!

Las olas
Virginia Woolf

miércoles, octubre 10, 2007

2666 [Escritores mejicanos] (Roberto Bolaño)

En realidad no sé cómo explicarlo –dijo Amalfitano–. La relación con el poder de los intelectuales mexicanos viene de lejos. No digo que todos sean así. Hay excepciones notables. Tampoco digo que los que se entregan lo hagan de mala fe. Ni siquiera que esa entrega sea una entrega en toda regla. Digamos que sólo es un empleo. Pero es un empleo con el Estado. En Europa los intelectuales trabajan en editoriales o en la prensa o los mantienen sus mujeres o sus padres tienen buena posición y les dan una mensualidad o son obreros y delincuentes y viven honestamente de sus trabajos. En México, y puede que el ejemplo sea extensible a toda Latinoamérica, salvo Argentina, los intelectuales trabajan para el Estado. Esto era así con el PRI y sigue siendo así con el PAN. El intelectual, por su parte, puede ser un fervoroso defensor del Estado o un crítico del Estado. Al Estado no le importa. El Estado lo alimenta y lo observa en silencio. Con su enorme cohorte de escritores más bien inútiles, el Estado hace algo. ¿Qué? Exorciza demonios, cambia o al menos intenta influir en el tiempo mexicano. Añade capas de cal a un hoyo que nadie sabe si existe o no existe. Por supuesto, esto no siempre es así. Un intelectual puede trabajar en la universidad o, mejor, irse a trabajar a una universidad norteamericana, cuyos departamentos de literatura son tan malos como los de las universidades mexicanas, pero esto no lo pone a salvo de recibir una llamada telefónica a altas horas de la noche y que alguien que habla en nombre del Estado le ofrezca un trabajo mejor, un empleo mejor remunerado, algo que el intelectual cree que se merece, y los intelectuales siempre creen que se merecen algo más. Esta mecánica, de alguna manera, desoreja a los escritores mexicanos. Los vuelve locos. Algunos, por ejemplo, se ponen a traducir poesía japonesa sin saber japonés y otros, ya de plano, se dedican a la bebida. Almendro, sin ir más lejos, creo que hace ambas cosas. La literatura en México es como un jardín de infancia, una guardería, un kindergarten, un parvulario, no sé si lo podéis entender.

2666
Roberto Bolaño

Tao Te King (Lao Tse)

El Tao es vacío,
imposible de colmar,
y por eso, inagotable en su acción.
En su profundidad reside el origen
de todas las cosas.
Suaviza sus asperezas,
disuelve la confusión,
atempera su esplendor,
y se identifica con el polvo.
Por su profundidad parece ser eterno.
No sé quién lo concibió,
pero es más antiguo que los dioses.

Tao Te King
Lao Tse

El talento de los demás [Los modelos del novelista] (Alberto Olmos)

En el tiempo en que salí con ella, escribí dos novelas. Mi ex novia aparecía en ambas de manera clara. Luego dejé de pensar en ella y su personaje se cayó de mi panoplia. Sin embargo, cuando le di a leer mi tercera novela, se reconoció en un personaje, y me tuvo dos horas hablando de lo mal que la ponía en mi texto. Vanamente traté de que creyera que no era ella, porque no era ella. Aún así, en mi cuarta novela volvió a verse reflejada, y volvió a quejarse. En mi quinta y en mi sexta y en mi séptima novela, igual. Era la chica tímida y era la chica linfática y era la mujer del crítico literario, después de haber sido la camarera y la ejecutiva y la estudiante y la yonki. En mi octava novela no salían mujeres. Me dio una vena misógina. Mi ex novia me dijo que salía, que era el quiosquero, porque a ver a quién conocía yo, aparte de ella, que tuviera ese padre ex legionario que tenía el quiosquero. No conocía a nadie más con padres ex legionarios: eso es verdad. Seguimos igual en mis siguientes libros. Mi ex novia aparecía siempre. Un día se enfadó y me dijo textualmente: “¡Deja de sacarme en tus libros!”. Yo le prometí que lo haría, pero lo veo difícil.

El talento de los demás
Alberto Olmos

Leyendo un mapa mientras está siendo trazado (Santiago B. Olmo)

El mapa de nuestra contemporaneidad es extremadamente complejo, y está construido entre la tensión de centro y periferia, que como conceptos se relacionan de manera diferente: junto a los centros hegemónicos hay periferias que son centrales y en las periferias otras periferias aún invisibles; centros periféricos más visibles que las periferias centrales y así sucesivamente. Es decir que en el mapa no es la situación lo decisivo, sino el color de su visibilidad y su relación subalterna o hegemónica con la idea de centro o de periferia. El mapa se complejiza y se establece un laberinto de visibilidad.

Leyendo un mapa mientras está siendo trazado
Santiago B. Olmo

Saga de un cazador de música folk. Una odisea de 20 años con cilindro, disco y cinta (Alan Lomax)

Durante un mes más o menos vagué sin rumbo, impactado por la severa belleza de aquella tierra, impotente y asqueado ante la vista de esa noble gente machacada por la pobreza y por un estado policial. Comprobé que en España el folclore no era sólo fantasía y entretenimiento. Cada pueblo español era un sistema cultural en sí mismo, con la tradición impregnando cada uno de los aspectos de la vida; y era este sistema de costumbres tradicionales, a menudo paganas, el que había constituido la armadura espiritual de las gentes españolas contra las muchas formas de tiranía impuestas sobre ellas a lo largo de los siglos. Era en su folclore heredado donde los campesinos, los pescadores, los muleros y los pastores que me encontré, buscaban sus modelos para aquel comportamiento noble y aquel sentido de la belleza que los convertía en excelentes amigos.

Saga de un cazador de música folk. Una odisea de 20 años con cilindro, disco y cinta.
Alan Lomax

Reivindicación de la equidad cultural (Alan Lomax)

Todas las culturas necesitan la parte que les corresponde en los medios de comunicación. Cuando las gentes de las tribus o del campo escuchan o ven sus tradiciones en los medios de comunicación de masas, proyectados con la autoridad que generalmente se reserva a los grandes centros urbanos, y cuando ven cómo esas tradiciones se enseñan a sus propios hijos, ocurre algo mágico. Comprueban que sus modos de expresión son tan buenos como los de los demás y, si tienen las mismas posibilidades de comunicación, continuarán manteniéndolos...
Los hombres prácticos a menudo consideran que estos sistemas de expresión están muertos y carecen de valor. Sin embargo, cuando el principio de equidad cultural aparece, esas fuentes creativas vuelven a fluir... incluso en esta era industrial las tradiciones folk pueden revivir vigorosamente, pueden elevar la moral de la comunidad y generar nuevas formas, si disponen del tiempo y el espacio necesarios para crear en sus propias comunidades. El trabajo en este campo debe realizarse con ternura y cariñoso interés tanto hacia los artistas como hacia su herencia cultural. Este interés debe tener en cuenta no sólo la relación de cada género con su contexto local, sino también sus raíces en una o varias de las grandes tradiciones estilísticas de la humanidad.

Reivindicación de la equidad cultural
Alan Lomax

martes, octubre 09, 2007

Agua fresca en los espejos (Vinka Jackson)

Me toca. No me atrevo a moverme, cambiar de posición, o hacer como que despierto para interrumpirlo. No sé tampoco por qué insiste en tocarme, por qué espera esta hora para hacerlo, o por qué con las horas en el baño no le basta. Al menos en mi cama estoy vestida y cubierta y, por algún misterioso motivo, no llega destaparme. Sólo sus dedos van de ida y vuelta sobre el cubrecama hasta que los siento hundirse en las sábanas, y a éstas sobre mis piernas.

Agua fresca en los espejos
Vinka Jackson

Poeta en Nueva York [Pequeño Vals Vienés] (Federico García Lorca)

[...]
En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.
Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
[...]

Pequeño Vals Vienes, de Poeta en Nueva York
Federico García Lorca

lunes, octubre 08, 2007

Si las mujeres hiciéramos hip hop (Aya de Leon)

Si las mujeres hiciéramos hip hop
el compás y el ritmo serían como una droga,
pero nunca habría mala onda al llegar a un lugar
y los clubes serían hermosos y tendrían un aroma agradable
y la música nunca estaría demasiado alta
pero igual habría disponibles auriculares gratis
y los locales tendrían claraboyas y patios magníficos
y los shows serían todo el día y no solo a la noche
porque si las mujeres hiciéramos hip hop no habría de qué avergonzarse.

Si las mujeres hiciéramos hip hop
Aya de Leon

Nueva tesis feminista (Gioconda Belli)

¿Cómo decirte hombre
que no te necesito?
No puedo cantar a la liberación femenina
si no te canto
y te invito a descubrir liberaciones conmigo.
No me gusta la gente que se engaña
diciendo que el amor no es necesario
-.témeles, yo le tiemblo.
Hay tanto nuevo que aprender,
hermosos cavernícolas que rescatar,
nuevas maneras de amar que aun no hemos inventado.
A nombre propio declaro
que me gusta saberme mujer
frente a un hombre que se sabe hombre,
que sé de ciencia cierta
que el amor
es mejor que las multi-vitaminas,
que la pareja humana
es el principio inevitable de la vida,
que por eso no quiero jamás liberarme del hombre;
lo amo
con todas sus debilidades
y me gusta compartir con su terquedad
todo este ancho mundo
donde ambos nos somos imprescindibles.
No quiero que me acusen de mujer tradicional
pero pueden acusarme
tantas como cuantas veces quieran
de mujer.

Nueva tesis feminista
Gioconda Belli

El talento de los demás [Tele-operadora] (Alberto Olmos)

El edifico estaba en el quinto pino. Tardaba como mínimo hora y media en llegar y hora y media en volver. Luego me sentí mejor cuando algunos compañeros me dijeron que ellos tardaban dos horas y media. Había gente viniendo de pueblos y ciudades limítrofes para trabajar de telefonista. [...]
... mis mañanas se iniciaban con una carrera loca por hacerme con unos cascos con almohadilla. Si el tren se retrasaba ocho segundos, ya sabía yo que iba a pasar ocho horas de sodomía auditiva: Pero me lo dijeron. Me dijeron que robara una almohadilla, una que viera yo más o menos decente, y que me la llevara a casa para usarla todos los días. Eso mejoró mucho las cosas. Ya no había que correr como una histérica a las cajas de cartón que guardaban los cascos ni repasar con la palma de las manos el que me tocara para limpiarlo de mierda. Mi almohadilla se convirtió en mi mejor compañero de trabajo. La llevaba en una bolsa de Cacharel que me habían dado al comprar unas bragas. La almohadilla era algo tan íntimo como unas bragas, ahora que lo pienso. Si mela dejaba en casa me sentía más infeliz que si me hubiera olvidado la cartera con el dinero para comer. Siempre había alguien que te prestaba unas monedas para comer, pero nadie te iba a prestar su almohadilla así te pusieras con el culo en pompa.

El talento de los demás
Alberto Olmos

miércoles, octubre 03, 2007

Adán Buenosayres (Leopoldo Marechal)

Receloso, con el nudillo de los dedos, pendiente de un hilo su alma y el corazón redoblándole a manera de tamboril, así llamó Adán Buenosayres antes de entrar en la habitación ajena. Luego, contenida su respiración, escuchó largamente, ansioso de sorprender adentro alguna señal de vida. Pero un silencio duro reinaba en el interior del antro, como si la habitación número cinco no fuese hueca sino maciza. Entonces, a puño cerrado, Adán Buenosayres insistió en su golpeteo; y como escuchase otra vez apoyando su oído en la tabla, volvió a responderle un silencio que parecía gozarse en su misma perfección.
«Koriskos no responde —se dijo Adán—. Koriskos duerme.»

Adán Buenosayres
Leopoldo Marechal

Travesuras de la niña mala (Mario Vargas Llosa)

En efecto, esta ciudad era la más bella del mundo y el haber pasado aquí tantos años había hecho que lo olvidara. Vivía rodeado de tantas cosas hermosas casi sin verlas. Así que por unos días gocé tanto como él haciendo turismo en mi ciudad de adopción. Tuvimos largas conversaciones, sentados en las terrazas de los bistrots, tomándonos una copita de vino de aperitivo. Estaba contento con el fin del régimen militar y la restauración de la democracia en el Perú, pero no se hacía muchas ilusiones en lo inmediato. Según él, la sociedad peruana era un hervidero de tensiones, odios, prejuicios y resentimientos, que se habían agravado mucho en los doce años de gobierno militar. «Ya no reconocerías tu país, sobrino. Hay en el aire una amenaza latente, la sensación de que en cualquier momento algo gravísimo puede estallar.» Sus palabras fueron proféticas también esta vez. A poco de regresar al Perú, luego de su viaje a Francia y un pequeño recorrido que hizo en ómnibus por Castilla y Andalucía, el tío Ataúlfo me envió unos recortes de periódicos de Lima con unas fotos truculentas: unos desconocidos maoístas habían ahorcado, en los postes eléctricos del centro de la capital, unos pobres perros a los que les habían pegado unos carteles con el nombre de Teng Hsiao-ping, al que acusaban de traicionar a Mao y de haber puesto fin a la revolución cultural en China Popular. Así comenzaba la rebelión armada de Sendero Luminoso, que duraría toda la década de los ochenta y provocaría un baño de sangre sin precedentes en la historia peruana: más de sesenta mil muertos y desaparecidos.

Travesuras de la niña mala
Mario Vargas Llosa

La casa de los espíritus (Isabel Allende)

El interés de Nicolás por los asuntos sobrenaturales comenzó a manifestarse un par de años antes. Los Fines de semana que podía salir del internado, iba a visitar a las tres hermanas Mora en su viejo molino, para aprender ciencias ocultas. Pero pronto se vio que no tenía ninguna disposición natural para la clarividencia o la telequinesia, de modo que tuvo que conformarse con la mecánica de las cartas astrológicas, el tarot y los palitos chinos. Como una cosa trae a la otra, conoció en casa de las Mora a una hermosa joven de nombre Amanda, algo mayor que él, que lo inició en la meditación yoga y en la acupuntura, ciencias con las cuales Nicolás llegó a curar el reuma y otras dolencias menores, que era más de lo que conseguiría su hermano con la medicina tradicional, después de siete años de estudio. Pero todo eso fue mucho después.

La casa de los espíritus
Isabel Allende

El museo de los esfuerzos inútiles (Cristina Peri Rossi)

El espacio que queda entre la espada y la pared es exiguo. Si huyendo de la espada, retrocedo hasta la pared, el frío del muro me congela, si huyendo de la pared, trato de avanzar en sentido contrario, la espada se clava en mi garganta. Cualquier alternativa, pues que pretenda establecerse entre ellas, es falsa y como tal, la denuncio. Tanto el muro como la espada sólo pretenden mi aniquilación, mi muerte, por lo cual me resisto a elegir. Si la espada fuera más benigna que el muro, o la pared, menos lacerante que el filo de aquella, cabría la posibilidad de decidirse, pero cualquiera que las observe, comprenderá enseguida que sus diferencias son sólo superficiales. Sé que tampoco es posible dilatar mi muerte tratando de vivir en el corto espacio que media entre la pared y la espada. No sólo el aire se ha enrarecido, está lleno de gases y de partículas venenosas: además, la espada me produce pequeños cortes 'que yo disimulo por pudor' y el frío de la pared congestiona mis pulmones.... Si consiguiera escurrirme, la espada y el muro quedarían enfrentados, pero su poder, faltando yo entre ambos, habría disminuido tanto que posiblemente el muro se derrumbara y la espada enmoheciera. Pero no existe ningún resquicio por el cual pueda huir, y cuando consigo engañar a la espada, la pared se agiganta, y si me separo de la pared, la espada avanza. He procurado distraer la atención de la espada proponiéndole juegos, pero es muy astuta, y cuando deja de apuntar a mi garganta, es porque dirige su filo hacia mi corazón. En cuanto al muro, es verdad que a veces olvido que se trata de una pared de hielo y cansado, busco apoyo en él: no bien lo hago, un escalofrío mortal me recuerda su naturaleza. He vivido así los últimos meses. No sé por cuánto tiempo aún podré evitar el muro, la espada. El espacio es cada vez más estrecho y mis fuerzas se agotan. Me es indiferente mi destino: si moriré de una congestión o me desangraré a causa de una herida, esto no me preocupa. Pero denuncio definitivamente que entre la espada y la pared no existe lugar donde vivir.

El museo de los esfuerzos inútiles
Cristina Peri Rossi

Fuego bajo la Nieve, Memorias de un Prisionero Tibetano (Palden Gyatso)

Había pasado treinta años en prisión y, durante ese tiempo, había presenciado y sufrido en mis propias carnes las atrocidades más inimaginables. Todos los prisioneros viven con la esperanza de que, de algún modo, en cuanto el mundo se entere de su sufrimiento, toda la humanidad se movilizará para ayudar a aquellos que han caído en el pozo del infierno

Fuego bajo la Nieve, Memorias de un Prisionero Tibetano
Palden Gyatso

El nombre de la rosa [canto] (Umberto Eco)

En verdad el comienzo del canto produjo una impresión de inmenso poder.
Con la primera sílaba, se, comenzó un lento y solemne coro de decenas y decenas de voces, cuyo sonido grave inundó las naves y aleteó por encima de nuestras cabezas, aunque al mismo tiempo pareciese surgir del centro de la tierra. Y mientras otras voces empezaban a tejer, sobre aquella línea profunda y continua, una serie de solfeos y melismas, aquel sonido telúrico no se interrumpió: siguió dominando y se mantuvo durante el tiempo que necesita un recitante de voz lenta y cadenciosa para repetir doce veces el Ave Maria. Y como liberadas de todo temor, por la confianza que aquella sílaba obstinada, alegoría de la duración eterna, infundía a los orantes, las otras voces (sobre todo las de los novicios), apoyándose en aquella pétrea e inconmovible base, erigían cúspides, columnas y pináculos de neumas licuescentes que sobresalían unos por encima de los otros. Y mientras mi corazón se pasmaba de deleite por la vibración de un climacus o de un porrectus, de un torculus o de un salicus, aquellas voces parecían estar diciéndome que el alma (la de los orantes, y la mía, que los escuchaba), incapaz de soportar la exuberancia del sentimiento, se desgarraba a través de ellos para expresar la alegría, el dolor, la alabanza y el amor, en un arrebato de suavísimas sonoridades. Mientras tanto, el obstinado empecinamiento de las voces atónicas no cejaba, como si la presencia amenazadora de los enemigos, de los poderosos que perseguían al pueblo del Señor, no acabara de disiparse. Hasta que, por último, aquel neptúnico tumulto de una sola nota pareció vencido, o al menos convencido, y atrapado, por el júbilo aleluyático que lo enfrentaba, y -se resolvió en un acorde majestuoso y perfecto, en un neuma supino.

El nombre de la rosa
Umberto Eco

Los portadores de sueños (Gioconda Belli)

En todas las profecías
está escrita la destrucción del mundo.
Todas las profecías cuentan
que el hombre creará su propia destrucción.
Pero los siglos y la vida
que siempre se renueva
engendraron también una generación
de amadores y soñadores,
hombres y mujeres que no soñaron
con la destrucción del mundo,
sino con la construcción del mundo
de las mariposas y los ruiseñores.
Desde pequeños venían marcados por el amor.
Detrás de su apariencia cotidiana
Guardaban la ternura y el sol de medianoche.
Las madres los encontraban llorando por un pájaro muerto
y más tarde también los encontraron a muchos muertos
como pájaros.

Estos seres cohabitaron con mujeres traslúcidas
y las dejaron preñadas de miel y de hijos verdecidos
por un invierno de caricias.
Así fue como proliferaron en el mundo los portadores de
sueños,
atacados ferozmente por los portadores de profecías
habladoras
de catástrofes.
los llamaron ilusos, románticos, pensadores de utopías
dijeron que sus palabras eran viejas
y, en efecto, lo eran porque la memoria del paraíso
es antigua como el corazón del hombre.
Los acumuladores de riquezas les temían
lanzaban sus ejércitos contra ellos,
pero los portadores de sueños todas las noches hacían el
amor
y seguía brotando su semilla del vientre de ellas
que no sólo portaban sueños sino que los multiplicaban
y los hacían correr y hablar.
De esta forma el mundo engendró de nuevo su vida
como también habia engendrado
a los que inventaron la manera de apagar el sol.
Los portadores de sueños sobrevivieron a los climas gélidos
pero en los climas cálidos casi parecían brotar por
generación espontánea.
Quizá las palmeras, los cielos azules, las lluvias torrenciales
Tuvieron algo que ver con esto,
La verdad es que como laboriosas hormiguitas
estos especímenes no dejaban de soñar y de construir hermosos
mundos,
mundos de hermanos, de hombres y mujeres que se llamaban
compañeros,
que se enseñaban unos a otros a leer, se consolaban en las
muertes,
se curaban y cuidaban entre ellos, se querían, se ayudaban
en el arte de querer y en la defensa de la felicidad.
Eran felices en su mundo de azúcar y de viento
de todas partes venían a impregnarse de su aliento de sus
claras miradas
hacia todas partes salían los que habían conocido portando
sueños
soñando con profecías nuevas que hablaban de tiempos de
mariposas y ruiseñores
y de que el mundo no tendría que terminar en la hecatombe.
Por el contrario, los científicos diseñarían puentes, jardines,
juguetes sorprendentes
para hacer más gozosa la felicidad del hombre.
Son peligrosos - imprimían las grandes rotativas
Son peligrosos - decían los presidentes en sus discursos
Son peligrosos - murmuraban los artífices de la guerra.
Hay que destruirlos - imprimían las grandes rotativas
Hay que destruirlos - decían los presidentes en sus discursos
Hay que destruirlos - murmuraban los artífices de la guerra.
Los portadores de sueños conocían su poder por eso no se
extrañaban
también sabían que la vida los había engendrado
para protegerse de la muerte que anuncian las profecías
y por eso defendían su vida aun con la muerte.
Por eso cultivaban jardines de sueños
y los exportaban con grandes lazos de colores.
Los profetas de la oscuridad se pasaban noches y días enteros
vigilando los pasajes y los caminos
buscando estos peligrosos cargamentos
que nunca lograban atrapar
porque el que no tiene ojos para soñar
no ve los sueños ni de día, ni de noche.

Y en el mundo se ha desatado un gran tráfico de sueños
que no pueden detener los traficantes de la muerte;
por doquier hay paquetes con grandes lazos
que sólo esta nueva raza de hombres puede ver
la semilla de estos sueños no se puede detectar
porque va envuelta en rojos corazones
en amplios vestidos de maternidad
donde piesecitos soñadores alborotan los vientres
que los albergan.
Dicen que la tierra después de parirlos
desencadenó un cielo de arcoiris
y sopló de fecundidad las raíces de los árboles.
Nosotros sólo sabemos que los hemos visto
sabemos que la vida los engendró
para protegerse de la muerte que anuncian las profecías.

Los portadores de sueños
Gioconda Belli

martes, octubre 02, 2007

La sabiduría es su voz (John Giorno)

En 1961 yo era un poeta joven que anduvo con artistas jóvenes como Andy Warhol, Robert Rauschenberg y Jasper Johns, así como con los miembros del Teatro de Baile de Judson. El empleo de los medios de comunicación modernos y la tecnología por estos artistas me hizo darme cuenta de que la poesía estaba 75 años por detrás de la pintura y la escultura, el baile y la música. Y pensé, si ellos pueden hacerlo, por qué no puedo hacerlo yo por la poesía. Por qué no tratar de conectar con el público usando todos los entretenimientos de la vida ordinaria: la televisión, el teléfono, los discos, etc. Era el deber del poeta inventar nuevos lugares y refrescar el contacto con la audiencia.

La sabiduría es su voz
John Giorno

lunes, octubre 01, 2007

Psicomagia [Esquizofrenia] (Alejandro Jodorowsky)

Un hombre de 28 años vivía desde hacía diez años en hospitales psiquiátricos. Su diagnóstico era de esquizofrenia paranoide y, su síntoma principal, que escuchaba voces. A los médicos que lo trataban no les interesaba el contenido de las voces; se contentaban con administrarle medicamentos para que las voces desaparecieran, cosa que nunca se logró. Sin embargo la angustia de desintegración, los manierismos esquizoides y la manía persecutoria aumentaban. Lo conocimos en ese entonces, cuando nadie en el sector de la psiquiatría sabía qué hacer con él. Organizamos un taller de voz para él y otros esquizofrénicos que sufrían escuchando voces. Nuestra idea era que pasaran, de meros sujetos pasivos «sufrientes» de la psicosis, a ser activos, actores inspirados de sus propios miedos. Esta persona escuchaba constantemente las voces de los personajes de dibujos animados que había visto en su niñez. Le propusimos que una vez al día, durante un año, se vistiera con las ropas de cuando era niño, e imitase ante un micrófono las voces de sus personajes persecutorios.
Para él no se trataba de imitar, sino verdaderamente de encarnar a estos personajes. A veces se entregaba a la repetición de esas voces que lo amenazaban con mucho dolor y dificultad. Poco a poco fue identificando a los distintos personajes que hablaban en su cabeza y, a medida que comenzaba a nombrarlos, la experiencia se hacía más alegre y gozosa. A los ocho meses el hospital decidió darle el alta, pero en cada revisión nos recitaba las voces de aquellos personajes, expresando una alegría y libertad sin límites. Hasta el momento no ha necesitado volver a ser hospitalizado, está casado y trabaja; su principal distracción es grabar las voces que él «escuchaba cuando era niño» y mostrárselas a sus amigos.

Psicomagia
Alejandro Jodorowsky