Siguió pintando todo el día. En la mayor parte de sus telas había huellas de su madre, de su hermana Alice e incluso de la pequeña Emilie. Nadie se daba cuenta de ello. También el rostro de los gemelos reapareció varias veces, la estufa, la canica amarilla y la sábana agujereada que separaba los jergones de la cama de Gabrielle.
Pronto cumpliría setenta años y andaba a pasitos cortos, consciente de su fragilidad. Por la noche, le gustaba sentarse en algún cine de barrio, en medio del calor del gentío. Cuando proyectaban películas antiguas, veía a los actores de cuando él era joven y apenas sí se había percatado de la existencia del cine.
Había trabajado mucho. Y seguía trabajando. Aún tardaría años antes de expresar lo que desde el principio había sentido agitarse en su interior.
La mirada inocente
Georges Simenon
Pronto cumpliría setenta años y andaba a pasitos cortos, consciente de su fragilidad. Por la noche, le gustaba sentarse en algún cine de barrio, en medio del calor del gentío. Cuando proyectaban películas antiguas, veía a los actores de cuando él era joven y apenas sí se había percatado de la existencia del cine.
Había trabajado mucho. Y seguía trabajando. Aún tardaría años antes de expresar lo que desde el principio había sentido agitarse en su interior.
La mirada inocente
Georges Simenon
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