En el tiempo en que salí con ella, escribí dos novelas. Mi ex novia aparecía en ambas de manera clara. Luego dejé de pensar en ella y su personaje se cayó de mi panoplia. Sin embargo, cuando le di a leer mi tercera novela, se reconoció en un personaje, y me tuvo dos horas hablando de lo mal que la ponía en mi texto. Vanamente traté de que creyera que no era ella, porque no era ella. Aún así, en mi cuarta novela volvió a verse reflejada, y volvió a quejarse. En mi quinta y en mi sexta y en mi séptima novela, igual. Era la chica tímida y era la chica linfática y era la mujer del crítico literario, después de haber sido la camarera y la ejecutiva y la estudiante y la yonki. En mi octava novela no salían mujeres. Me dio una vena misógina. Mi ex novia me dijo que salía, que era el quiosquero, porque a ver a quién conocía yo, aparte de ella, que tuviera ese padre ex legionario que tenía el quiosquero. No conocía a nadie más con padres ex legionarios: eso es verdad. Seguimos igual en mis siguientes libros. Mi ex novia aparecía siempre. Un día se enfadó y me dijo textualmente: “¡Deja de sacarme en tus libros!”. Yo le prometí que lo haría, pero lo veo difícil.
El talento de los demás
Alberto Olmos
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