Le costó despertar. Sus sueños de magnificencia y de grandeza pesaban sobre su cuerpo como atuendos reales, pero el rostro que abrió al alba era el rostro de la inocencia, la inocencia con la que todo hombre se enfrenta al nuevo día. Djuna leyó en él lo que se había negado a ver, la otra cara de Rango, el niño, alojada ahora en el cuerpo de un hombre corpulento mediante un simple truco.
Había sido un juego: «Djuna, estate ahí y mira cómo hago de rey y salvador. Cuando te lo diga, me admirarás». Y ella reiría y diría: «No sé si sabes que, a decir verdad, prefiero a un vagabundo que toque la guitarra».
Corazón Cuarteado
Anaïs Nin
Había sido un juego: «Djuna, estate ahí y mira cómo hago de rey y salvador. Cuando te lo diga, me admirarás». Y ella reiría y diría: «No sé si sabes que, a decir verdad, prefiero a un vagabundo que toque la guitarra».
Corazón Cuarteado
Anaïs Nin
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