miércoles, mayo 30, 2007

Orient Express (John Dos Passos) [Gente corriente]

- ¿Cuál es el error básico que cometen todas las potencias europeas con respecto a Persia? Se lo diré yo: sólo tienen en cuenta a los grandes personajes. No son conscientes de la existencia de la gente corriente como yo, doctores, mulás, pequeños comerciantes... Ni de que hoy en día incluso los campesinos hablan de política en los salones de té situados al borde de los caminos. Saben que pueden sobornar o amenazar a los personajes más relevantes y por eso creen que tienen a todo el país en un puño. Pero a nosotros, la gente corriente, no pueden comprarnos porque somos demasiado numerosos. Si me compran a mí, o me eliminan, surgirán cientos de personas con las mismas ideas dispuestas a ocupar mi lugar. ¿Y qué beneficio sacarán entonces?
Estaba amaneciendo; la afilada silueta del Damavand, la gran montaña que mira a Teherán, aparecía ribeteada por una sutil banda de oro. Soplaba un viento cortante, como si fuera a nevar.
- Y cuando regrese a su país –concluyó el sayyid -, no se olvide de explicarles a los americanos que en Asia también existe la gente corriente.

Orient Express
John Dos Passos

miércoles, mayo 23, 2007

La hija del caníbal (Rosa Montero)

Hay momentos en la vida en que todo es muerte. En los que la cotidianidad se hace pedazos y el horror se convierte en un destino inevitable. Sádicos pelirrojos que sacan ojos, niñas violadas y estranguladas, muchachitos que torturan y asesinan a bebés, mendigos quemados vivos por neonazis. Hay momentos en los que la atrocidad te anega de tal modo que te asombra haber llegado relativamente indemne hasta ese día. Es tan impensable el horror cuando se piensa. No cabe en la cabeza y te vuelve loco.

La hija del caníbal
Rosa Montero

martes, mayo 22, 2007

Tiempo de silencio (Luis Martín Santos)

Mientras, los músicos pobres, oficinistas vergonzantes, tocaban, sin atreverse a hacer, como hacen los músicos ricos, risas, saltos y contoneos de cadera divertidísimos, sino que tocaban con toda su cara seria de músico de entierro que corresponde a los músicos pobres y ni siquiera el de las maracas o como se llamen esos chismes parecidos a sonajeros, ni siquiera ése, y ya es raro, se atrevía a sonreír como parece que el instrumento lo pide, sino que también ése cariacontecido y serio, digno y pesaroso, manejaba los instrumentos esféricos con su rostro de caballero en sepelio de conde de Orgaz. El buen pueblo, con su permiso para divertirse se apretaba a la otra parte del pueblo que le había caído en suerte y procuraba, con ese pedacito de cosa, consolarse de los trabajos v los días que arrastradamente caen sin remedio sobre él y sacaba fuerzas de flaqueza para hacer como si se divirtiera y para olvidar los ojos de hito en hito de las comadres vigilando las evoluciones de sus hijas y las proximidades a las que el mutuo consuelo compelía. E inmóvil, rodeado de todos pero ausente, el hombre vestido de negro miraba de un modo al mismo tiempo atento y como distraído, con una colilla pegada en el labio de abajo. También había tiros al blanco en aquella verbena tan animadamente establecida por los cuidados de la tenencia de alcaldía para solaz del pueblo bajo y que no se diga que el Excmo. Ayuntamiento nada tiene que ver con que es preciso divertir al pueblo, que también la gente del pueblo tiene su corazoncito y qué caramba, hay que echar una canita al aire de vez en cuando.

Tiempo de silencio
Luis Martín Santos

Vinicius o poeta (Gani Jakupi & Miquel Jurado)

Es fácil quedarse con el Vinicius de Garota de Ipanema y no ir más allá. No es necesario ir más allá pero la recompensa es enorme, reconfortante.
El movimiento cimbreante de esa menina do corpo dourado do sol de Ipanema sobre la arena caliente de la playa, de aquella playa, de cualquier playa, es como un vendaval de aire fresco, refrescante, en medio del bochorno de un tórrido mediodía. Todos hemos respirado profundo y nos hemos dejado llevar, arrebatar, en más de una ocasión, en muchas ocasiones, por ese movimiento hipnótico. Es bello y tonificante dejarse llevar por ese cimbrear hipnótico y dejar que vuelen los sueños por ese mundo que se enche de graça e fica mais lindo por causa do amor.
Por obra y gracia del viejo Vinicius nadie nos podrá quitar Ipanema, que ya es de todos aunque no hayamos estado nunca. Ni la sonrisa de esa menina que no es una sino cientos, miles, millones de sonrisas pero que siempre es esa, la nuestra, la que vemos venir llena de gracia y nos devuelve esa fe, nunca perdida, en que la humanidad puede seguir sonriendo a pesar de todos los pesares.

Vinicius o poeta
Gani Jakupi & Miquel Jurado

martes, mayo 15, 2007

Cortos (Manuel Hidalgo)

Puede que el gran público de cine no preste ninguna atención a los cortos, puede que los cortometrajistas -por no conseguir colarse en las grandes cadenas de exhibición- piensen que han alcanzado todavía a medias sus objetivos, pero lo cierto es que hay una amplia minoría mayoritaria, esencialmente joven, que tiene acceso a los cortos y que la profesión cinematográfica sigue a los cortometrajistas muy de cerca, por lo que son fluidos y abundantes los debús en el largometraje de quienes se han hecho notar con sus cortos.

Cortos
Manuel Hidalgo

El fútbol a sol y a sombra (Eduardo Galeano)

Cuando él estaba allí, el campo de juego era un picadero de circo, la pelota un bicho amaestrado, el partido, una invitación a la fiesta. Garrincha no se dejaba sacar la pelota, niño defendiendo su mascota, y la pelota y él cometían diabluras que mataban de risa a la gente; él saltaba sobre ella, ella brincaba sobre él, ella se escondía, él se escapaba, ella lo corría. Garrincha ejercía sus picardías de malandra a la orilla de la cancha, sobre el borde derecho, lejos del centro; criado en los suburbios, en los suburbios jugaba. Jugaba para un club llamado Botafogo, que significa prendefuego, y ése era él; el botafogo que encendía los estadios, loco por el aguardiente y por todo lo ardiente, el que huía de las concentraciones,
escapándose por la ventana, porque desde los lejanos andurriales lo llamaba alguna pelota que pedía ser jugada, alguna música que exigía ser bailada, alguna
mujer que quería ser besada.
¿Un ganador? Un perdedor con buena suerte. Y la buena suerte no dura. Bien dicen en Brasil que si la mierda tuviera valor, los pobres nacerían sin culo.
Garrincha murió de su muerte: pobre, borracho y solo.

El fútbol a sol y a sombra
Eduardo Galeano

lunes, mayo 14, 2007

Un hombre que se parecía a Orestes (Álvaro Cunqueiro) [Testigo]

- Yo estoy a la espera, como pueda estarlo el rey Egisto, porque conviene que haya un testigo para los siglos. Y todos los sucesos del mundo los reduzco a la gran expectación de la llegada del vengador, y tomo notas para adornar la historia. Y ahora mismo, cuando tú montes en tu caballo y marches hacia tu país, señor Eumón, subiré a mi biblioteca, y en uno de mis cuadernos, por si conviene prestarle este gesto a Orestes, apuntaré el que tú tienes frecuente de llevar el dedo índice de la mano derecha a la despejada frente, como ordenando a un oculto pensamiento que comparezca. Tengo apuntados, inclusive, gestos de animales, un desperezo de felinos, el alargar del cuello del lobo que asoma a una encrucijada, la paciencia distraída del hurón, la cabeza erguida del azor que acaba de entregar la pieza que ha cobrado... Mi Orestes será variado, porque es el hombre, el ser humano. Si el público de teatro fuese educado en fisiognómica, haría un acto solamente con los gestos, pasos, escuchas, dudas, preparativos para el acto vengador del joven príncipe. Lo titularía “La aproximación de Orestes”, sería de gran utilidad para cazadores de bestias salvajes, y una luz estaría siempre sobre el rostro del protagonista, sobre sus manos, sobre sus pies, no dejando perder nada de la infinita muestra de sus movimientos.

Un hombre que se parecía a Orestes
Álvaro Cunqueiro

Un hombre que se parecía a Orestes (Álvaro Cunqueiro) [Venganza]

- ¿Qué harías tú en mi lugar? – pregunta otra vez Orestes.
El viejo se levanta y se sienta a la puerta de la casa, en el cepo de partir leña. Se rasca la calva cabeza.
- ¡Vaya, yo en el momento haría cualquier cosa, cortarle los testículos al querido de mi madre! Pero, pasados esos años que dices, y vistas las cosas con la frialdad que regala la distancia, y viendo que esa obsesión me estropea la puta vida, lo dejaría. ¡Claro que lo dejaría! Me haría otra vida por ahí, una vida de verdad, con oficio, con obligaciones, bien casado, la ropa siempre planchada, casa propia, hijos... Yo conocí a uno que quería matar a su padrastro, y el padrastro le mandaba melones cuando atracábamos en el puerto de la villa en que vivía. Era un marinero de mi nave. Y empeñado en que su padrastro le estaba comiendo la viña y una pareja de bueyes, amén de acostarse con su madre - y esto a nadie le gusta que lo haga un forastero. Yo le pedía que no lo matase, que sería un descrédito para la nave, y le aseguraba que, cuando menos lo pensase, el padrastro moriría de desgracia. Y así fue. Vino el padrastro con tres melones, resbaló en la escalerilla, se dio un golpe contra un ancla de repuesto que estaba en el muelle, y quedó en el sitio.... Mientras comíamos los melones, yo le decía que aquello estaba previsto. Y lo mejor del caso es que al siguiente viaje, cuando mi marinero fue a hacerse cargo de su viña y de su pareja de bueyes, se encontró con que su madre se había vuelto a casar, con la novedad de una red con membrillos colgada del techo, que el nuevo marido era muy delicado de nariz, y quería un perfume distinto al que reinaba en la habitación con sus antecesores.
- ¿No mató a la madre? – preguntó Orestes.
- ¿Y quién es uno para matar a la madre? Bebe y duerme, muchacho, que ya te despertaré para la cena, que hay salchichón con coliflor. ¡A lo mejor la misma cena que, a la misma hora, están haciendo tus adúlteros!

Un hombre que se parecía a Orestes
Álvaro Cunqueiro

Una tecnicultura gloriosa (Marco Livingstone)

El desafío a los conceptos convencionales de la inventiva y la creatividad ya planteado por el ready-made, fue retomado por los artistas pop con un entusiasmo casi feroz. Por encima de todo, lo que más pudo ultrajar la sensibilidad de aquellos que se habían educado bajo la idea de la obra de arte como la intervención subjetiva y personal en el mundo por parte de un individuo, fue su insolencia al rehusar responsabilizarse de sus imágenes y de los procesos que empleaban. Aprovechando lo que ya estaba disponible, atrajeron la atención hacia la saturación de información y estímulos visuales que nos asalta cuando vamos a nuestro trabajo. Aparentemente reacios a añadir nada a la gama de ofertas existentes, sugerían que el mundo no necesitaba ninguna invención más de su parte y que podía encontrase una función más útil en reordenar lo que de otra forma sería una confusa barrera de sensaciones. Paradójicamente, claro está, alcanzaron esta meta mediante la creación de más objetos; es decir, contribuyendo ellos mismos a la febril producción y al consumismo característicos de la sociedad industrializada de posguerra.

Una tecnicultura gloriosa, de Arte pop
Marco Livingstone

El 18 Brumario de Luis Bonaparte (Karl Marx)

La revolución es radical. Está pasando todavía por el purgatorio. Cumple su tarea con método. Hasta el 2 de diciembre de 1851 había terminado la mitad de su labor preparatoria; ahora, termina la otra mitad. Lleva primero a la perfección el poder parlamentario, para poder derrocarlo. Ahora, conseguido ya esto, lleva a perfección el poder ejecutivo, lo reduce a su más pura expresión, lo aísla, se enfrenta con él, como único blanco contra el que debe concentrar todas sus fuerzas de destrucción. Y cuando la revolución haya llevado a cabo esta segunda parte de su labor preliminar, Europa se levantará, y gritará jubilosa: ¡bien has hozado, viejo topo!

El 18 Brumario de Luis Bonaparte
Karl Marx

Mundo tenebroso (Daniel F. Galouye)

Él descendió el primer peldaño y se dispuso a bajar al siguiente. Había encontrado, para su desgracia, que la Radiación estaba muy cerca del Mundo Original. Pero aquello no significaba que el Paraíso no se hallaba lejos de allí.
Además, su atención se hallaba tan fascinada por aquel tump-tump, tump-tump, que no quería pensar en nada más. Aquel profundo y grave latido lo atraía irresistiblemente hacia abajo... hacia abajo...
Aquel ruido era tosco, pero delicado a la vez. Eran sones agudos y precisos, profundamente claros. Dijérase que un superdifusor de ecos resonaba a gran distancia... un difusor cuyos ecos eran tan perfectos, que no se perdía ni un detalle del medio ambiente.
A pesar de que tenía su oído embotado por su contacto con el infinito de los diablos nucleares, distinguió detalles en las piedras que le rodeaban que de otro modo no hubiera podido percibir. Cada fisura y grieta de los peldaños, cada oquedad de las paredes, las más diminutas elevaciones o depresiones de las superficies... todo le era claramente audible. A decir verdad, los conjuntos sonoros que entonces recibía eran casi tan perfectos como las sobrenaturales impresiones que sus ojos captaron cuando toda la Luz de la Radiación cayó sobre él.

Mundo tenebroso
Daniel F. Galouye

La insoportable levedad del ser (Milan Kundera) [Eterno retorno]

Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada.
Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad.

La insoportable levedad del ser
Milan Kundera

No digas que fue un sueño (Terenci Moix)

Hay un tiempo fugaz, que transcurre como un suspiro y es vano como un sueño, y éste es el tiempo que llamamos vida. En su brevedad, los hombres se abocan a la locura. Construyen castillos efímeros, creyendo que han de ser mansiones de eternidad. Pero la vida los destruye porque lleva en sí misma la semilla de la destrucción inmediata. Así nacen los imperios y así caen después. Pero existe un tiempo eterno, inscrito en la esencia misma de las cosas, en el constante devenir que se transmite de hombre a hombre. Y es un tiempo mucho más vasto de lo que podrían calcular los historiadores de palacio y va mucho más allá de cuanto puedan agotar los hombres del futuro. Éste es el tiempo que te hemos entregado, Totmés. El tiempo eterno que deberás transmitir a Cesarión.

No digas que fue un sueño
Terenci Moix

Discurso del Premio Nobel (William Faulkner)

Me rehúso a aceptar el fin del hombre. Es bastante fácil decir que el hombre es inmortal simplemente porque perdurará: que cuando el último din don del destino haya resonado y se haya apagado en la última piedra sin valor bajo la última roja tarde agonizante, que incluso entonces habrá ahí un sonido más: ésa su insignificante voz inextinguible, hablando todavía. Me rehúso a aceptar eso. Yo creo que el hombre no sólo perdurará: prevalecerá. Es inmortal, no porque sea el único entre las criaturas que tenga una voz inextinguible, sino porque tiene un alma, un espíritu capaz de compasión y sacrificio y resistencia. El deber del poeta, del escritor, es escribir acerca de estas cosas. Es un privilegio aligerar el corazón del hombre para ayudarlo a resistir, al recordarle el valor y honor y orgullo y esperanza y compasión y caridad y sacrificio que han sido la gloria de su pasado. No es necesario que la voz del poeta sea un mero registro del hombre, puede ser uno de los apoyos, de los pilares para ayudarlo a perdurar y a prevalecer.

Discurso del Premio Nobel
William Faulkner

La seducción de las palabras (Alex Grijelmo)

Las palabras arraigan en la inteligencia y crecen con ella, pero traen antes semillas de una herencia cultural que trasciende al individuo. Viven, pues, también en los sentimientos, forman parte del alma y duermen en la memoria. Y a veces despiertan y se muestran, entonces, con más vigor, porque surgen con la fuerza de los recuerdos descansados.
Son las palabras los embriones de las ideas, el germen del pensamiento, la estructura de las razones, pero su contenido excede la definición oficial y simple de los diccionarios. En ellos se nos presentan exactas, milimétricas, científicas... Y en esas relaciones frías y alfabéticas no está el interior de cada palabra, sino solamente su pórtico.
Una palabra posee dos valores: el primero es personal del individuo, va ligado a su propia vida y el segundo se inserta en aquél, pero alcanza a toda la colectividad. Y este segundo significado conquista un campo inmenso, donde caben muchas más sensaciones que aquéllas extraídas de su preciso enunciado académico.
Nada podrá medir el espacio que ocupa una palabra en nuestra historia (...). El espacio de las palabras no se puede medir porque atesoran significados a menudo ocultos para el intelecto humano; sentidos que, sin embargo, quedan al alcance del conocimiento inconsciente.

La seducción de las palabras
Alex Grijelmo

En los oscuros lugares del saber (Peter Kingsley) [Conocimiento]

El conocimiento que ya tenemos es inútil a menos que podamos vivirlo, vivir en él y vivirlo plenamente en nuestro interior. Si no es así, se convierte en una carga que puede aplastarnos e incluso destruirnos.

En los oscuros lugares del saber [Conocimiento]
Peter Kingsley

En los oscuros lugares del saber (Peter Kingsley) [Realidad & apariencia]

En el mundo moderno, la repetición y la inocencia van de la mano. La sofisticación es la virtud más elevada: la búsqueda de la variedad interminable, de las maneras de dispersar nuestros anhelos en entretenimientos y distracciones, en cosas distintas que hacer y decir. Incluso los intentos que hacemos por mejorar, ser más sabios o más interesantes o tener más éxito son sólo métodos para huir corriendo del vacío que todos sentimos dentro.
Así pues, lo entendemos todo al revés y confundimos la sofisticación con la madurez, y casi no nos damos cuenta de que no hay nada más repetitivo que el deseo de variedad.
Es necesaria una tremenda concentración, una inmensa intensidad para romper la pared de apariencias que nos rodea y que tomamos por realidad. La mayoría de la gente pinta esa pared de distintos colores y piensa que es libre. Pero lo extraordinario es que lo más importante que necesitamos para ser libres está ya dentro de nosotros: nuestro anhelo. Y la voz de nuestro anhelo es la repetición, que llama insistentemente a lo que está más allá de todo lo que conocemos o entendemos.

En los oscuros lugares del saber [Realidad & apariencia]
Peter Kingsley

En los oscuros lugares del saber (Peter Kingsley) [Aprendizaje]

La vida, para nosotros, se ha convertido en un interminable afán de mejora: necesitamos siempre conseguir más, hacer más, aprender más, conocer más cosas. El proceso de aprendizaje y enseñanza se ha convertido en un sencillo mecanismo de recepción de datos e información: de recepción de lo que ignorábamos, de algo siempre distinto a nosotros mismos.
Por ese motivo, aprendamos lo que aprendamos, nunca nos afecta en lo más profundo, nunca llega a satisfacernos. Y cuanto más conscientes somos de ello, más nos apresuramos para intentar encontrar otros sustitutos y llenar el vacío que seguimos sintiendo en nuestro interior. Todo nos empuja fuera de nosotros mismos, lejos de la absoluta sencillez de nuestra propia humanidad.

En los oscuros lugares del saber [Aprendizaje]
Peter Kingsley

En los oscuros lugares del saber (Peter Kingsley) [Ciencia & magia]

Bajo la superficie de la retórica y la persuasión, no hay gran diferencia entre la ciencia moderna y la antigua magia. Pero como ya no sabemos cómo encontrar el acceso a lo que está más allá de nuestra conciencia diurna, tenemos que tomar anestésicos y drogas. Y como ya no comprendemos a los poderes que nos superan, se nos niega el significado de nuestro sufrimiento. De esta manera sufrimos como cargas, morimos como estadísticas.

En los oscuros lugares del saber
Peter Kingsley

jueves, mayo 10, 2007

Industrias y andanzas de Alfanhuí (Rafael Sánchez Ferlosio) 2ª, I

Era don Zana un hombre guapito y risueño, flaco y con los hombros anchos y angulosos. Su pecho era un trapecio. Vestía camisa blanca, una chaqueta de franela verde, corbata de lazo, pantalón claro y zapatitos de color corinto en el pie pequeño y bailarín. Éste era don Zana “El Marioneta”, el que bailaba sobre las mesas y los ataúdes. Despertó un día, colgado en el polvoriento almacén de un teatro, junto a una señora del siglo XVIII con muchos bucles blancos y cara de cornucopia. La señora, aunque había bailado con él en los teatros de París, no despertó, porque tenía menos temperamento. Por un ventanuco, al tejado se fue don Zana, y anduvo algunos días bailoteando por las tejas, asustando a las gentes que vivían en los áticos y en las buhardillas.
Don Zana andaba ahora libre por las calles, al antojo de sus zapatos color corinto, sin que nada ni nadie lo retuviera.

Industrias y andanzas de Alfanhuí, Segunda Parte, I
Rafael Sánchez Ferlosio

lunes, mayo 07, 2007

Malena es un nombre de tango (Almudena Grandes)

A pesar de que los nervios convencionales se mezclaban ya con el resplandor de las bombillitas de colores, dejé escapar una risa breve al escucharle. Tendría que luchar con esa risa todavía algunas veces, antes de acostumbrarme al sonido de sus palabras, porque hablaba un castellano impecable, pero tenía un acento espantoso, un inconcebible amasijo de jotas aspiradas y erres descomunales, monstruoso cruce entre el deje extremeño cerrado, que yo conocía tan bien, y la rígida pronunciación de su lengua materna.

Malena es un nombre de tango
Almudena Grandes

El hombre bicentenario (Isaac Asimov)

El cerebro positrónico de mi cliente es propietario del cuerpo de mi cliente, que, desde luego, tiene más de veinticinco años. El cerebro positrónico exige reemplazo del cuerpo y ofrece pagar un precio razonable por un cuerpo de androide, en calidad de dicho reemplazo. Si usted rechaza el requerimiento, mi cliente sufrirá una humillación y presentaremos una querella. Además, aunque la opinión pública no respaldara la reclamación de un robot en este caso, le recuerdo que su empresa no goza de popularidad. Hasta quienes más utilizan los robots y se aprovechan de ellos recelan de la empresa. Esto puede ser un vestigio de tiempos en que los robots eran muy temidos. Puede ser resentimiento contra el poderío y la riqueza de Robots y Hombres Mecánicos, que ostenta el monopolio mundial. Sea cual fuera la causa, el resentimiento existe y creo que usted preferirá no ir a juicio, teniendo en cuenta que mi cliente es rico y que vivirá muchos siglos, lo cual le permitirá prolongar la batalla eternamente.

El hombre bicentenario
Isaac Asimov

Pyrrhus et Cinéas (Simone de Beauvoir)

Porque el hombre es trascendencia, jamás podrá imaginar un paraíso. El paraíso es el reposo, la trascendencia negada, un estado de cosas ya dado, sin posible superación. Pero en ese caso ¿qué haremos?, Para que el aire sea respirable tendrá que dejar paso a las acciones, a los deseos, que a su vez tenemos que superar: tendrá que dejar de ser paraíso. La belleza de la tierra prometida es que ella prometía nuevas promesas. Los paraísos inmóviles no pueden prometer más que un eterno aburrimiento.

Pyrrhus et Cinéas
Simone de Beauvoir

Planeta Bollywood (Fernando Amdan)

Hasta que callaron los cañones de la Primera Guerra Mundial, Hollywood controló la gran mayoría de las ficciones en India. Fue con la llegada del sonido, en la década del treinta, que títulos como Alam Ara y Kismet comenzaron a insinuar el potencial del cine con sello propio. Ese mismo que terminó de despegar tras independizarse de Gran Bretaña en 1947, y que hoy tienta a espectadores de todo el mundo. Ese que desafía a la “fábrica de sueños” hollywoodense y a la larga tradición cinematográfica europea.
“Detrás de las costumbres, las ideas y los trajes exóticos, está el hombre y su existencia”, gustaba repetir a los occidentales Satyajit Ray, tal vez el cineasta indio más importante de todos los tiempos. Era su forma de darles la bienvenida al planeta Bollywood.

Planeta Bollywood
Fernando Amdan

domingo, mayo 06, 2007

Poemas en Prosa [Los proyectos] (Charles Baudelaire)

Caminando por una gran avenida, vio una posada limpita, con una ventana avivada por unas cortinas de indiana multicolor, a la que asomaban dos cabezas risueñas. Y en seguida se dijo: «Muy vagabundo tiene que ser mi pensamiento para ir a buscar tan lejos lo que tan cerca está de mí. Placer y ventura se hallan en la primera posada que se ve, en la posada del azar, tan fecunda en voluptuosidades. Un buen fuego, lozas vistosas, cena aceptable, vino áspero, cama muy ancha, con colgaduras algo toscas, pero nuevas. ¿Qué hay mejor?»

Los proyectos, de Poemas en Prosa
Charles Baudelaire

¿Cada cuánto hay que echar a lavar un pijama? (Luis Piedrahita)

Existen unos seres tremendamente nimios y brutalmente insignificantes que moran en los hoteles. Son los jaboncillos, champucitos, peinecitos, calzadorcitos, caramelitos y esponjitas limpiadoras de zapatos… Esos objetos están en el hotel para cubrir una de las necesidades primordiales del hombre. ¿La higiene? No. Robar.

¿Cada cuánto hay que echar a lavar un pijama?
Luis Piedrahita

sábado, mayo 05, 2007

La máquina de matar (Jack Vance)

Ahora voy a distribuirles unos formularios. Indiquen, por favor, la clase de cocina y alojamiento que desean. Observarán una lista de instrucciones. Léanlas atentamente. El personal a su servicio es educado, aunque algo distante. Gozan de buenos sueldos, de modo que no traten de presionarles con propinas. Contemplamos esta tendencia con suspicacia, e investigamos celosamente los motivos de quienes ofrecen tales estímulos.

La máquina de matar
Jack Vance

Pudor (Santiago Roncagliolo)

Sergio prefirió no responder. A veces, cuando papá se quejaba de la actitud de alguien, mamá decía «sus razones tendrá» y dejaba correr el asunto. Sergio pensó que el fantasma también tendría sus razones para decir esas cosas de los muertos, y además así, con medio calzón afuera de la ropa, escupiendo al hablar sobre la foto de la enfermera que sonreía con el dedo en la boca. Pero el fantasma sólo se quedó un momento en esa posición. Después se volvió hacia Sergio, una vez más como si acabase de notar que estaba ahí.
—Yo sé quién eres —le dijo—. Tú también estás muerto.
Luego vino una enfermera con una máscara en la cara y echó del cuarto a Sergio. Era una máscara blanca, como el silencio de los hospitales.

Pudor
Santiago Roncagliolo

jueves, mayo 03, 2007

Yo, Farinelli, el capón (Jesús Ruiz Mantilla)

Junto a Scarlatti llegamos a hacer grandes cosas. Cantamos en recitales nocturnos por todos los palacios de la corte o en las escuadras del Tajo, que fueron quizá el invento más excitante de todos los que llevé a cabo en el reino. Consistía en un espectáculo que mezclaba música, luz y placer como pocas veces hemos podido experimentar. A los reyes les entusiasmaba, incluso más que las óperas que montábamos en el Buen Retiro o en los Caños del Peral, teatro de mi preferencia en la ciudad. [...]
Cuando los reyes montaron por primera vez en una de las escuadras del Tajo no lo pudieron olvidar. Se hacían casi siempre al atardecer, pero a veces pasábamos el día navegando, pescando y comiendo a bordo de los barcos que nos transportaban a lo largo del cauce del río, con fragatas, jabeques, falúas y botes, que fueron creciendo hasta llegar a la cifra de quince.
En la primera, la Real, que medía un largo de sesenta pies y seis pulgadas, nos montábamos los reyes y yo junto a ocho músicos, que acompañaban mi voz cuando no querían hacerlo al clave los mismos reyes o el gran Scarlatti. Detrás nos seguía una comitiva que a veces llegaba hasta cincuenta personas, invitados de los reyes, que se acuchillaban entre ellos por acudir a una de estas jornadas o veladas, algo que solamente estaba reservado a unos pocos privilegiados de la corte.

Yo, Farinelli, el capón
Jesús Ruiz Mantilla

Vasos comunicantes. Cómo y para qué escribir canciones. [David Byrne] (Bruno Galindo)

Veamos. He hecho cosas en procedimientos distintos. Cuando trabajé con Brian Eno –esto fue hace unos veinte años- lo hicimos de un modo muy teórico. Estábamos muy metidos en lo africano, así que leíamos sobre el tema. Escuchábamos mucha música, veíamos películas, bailes, performances... utilizábamos todo aquello para de-construir nuestra propia música, y después volver a montarla de nuevo, influenciada o reformada por algunas de esas estructuras. Era un poco como reinventar la rueda: hacer algo muy simple pero por el camino más largo y duro. Es interesante, porque consigues una rueda que en cierto modo no parece una rueda. Imagínate explicarle cómo es la rueda a alguien que nunca la ha visto. Esto es lo que hacíamos: explicarte cómo es esa rueda pero sin decirte qué aspecto tiene.

David Byrne en Vasos comunicantes. Cómo y para qué escribir canciones.
Bruno Galindo

El capitán Richard Burton (Edward Rice)

Fue un viaje en su mayor parte sin incidentes, en el que recorrió costas despobladas, sin una sola aldea, sin un solo signo de civilización. Qué parte de esta “vaciedad” pueda atribuirse a la incapacidad visual de Speke es algo que no puede calibrarse. Se quejó de la “inflexible monotonía... del verdor de los árboles, el verdor de la hierba –hierba verde, árboles verdes-, tan tedioso en su misma lujuria”. Bien pronto se puso a malas con la tripulación. Había ofendido a los remeros al preguntarles por el nombre de los lugares, toda vez que los nativos temían “que se enviciase su uganga o “iglesia” si contestaban a tantas preguntas del extranjero mientras estuviesen a bordo”. En una ocasión arrojó los restos de su cena por la borda, lo cual fue para los remeros inequívoco signo de mala suerte. El tiempo fue tempestuoso, y abundaron las lluvias,. Cuando estalló una tormenta más violenta, Speke se refugió en una de las islas del lago.

El capitán Richard Burton
Edward Rice

Gog [Desquite] (Giovanni Papini)

Me he pagado, en el corazón de una ciudad orgullosa y colosal, el verdadero lujo, el más costoso del hombre moderno: el aislamiento y el silencio. Los que pasan por el exterior y ven los altos muros desnudos y saben lo que hay dentro, exclaman: ¡Caprichos de un loco! Yo, en cambio, tengo la impresión de haberme fabricado, en el recinto de un vasto manicomio, una pequeña pero alegre celda de sabiduría.

Desquite, extraído de Gog
Giovanni Papini

Agentes del Caos (Norman Spinrad)

Torrence subió al escenario, se detuvo ante la tribuna y revisó los papeles que tenía delante. El discurso de hoy se refería a la influencia benéfica del Orden sobre el Arte, que para Torrence era lo mismo que la influencia de las sandeces sobre las pamplinas. La verdad era que ya casi no quedaba nada sobre lo cual pronunciar discursos. La paz y la prosperidad podían mencionarse de vez en cuando, pero no todas las veces. Los Protegidos no se sentirían exactamente contentos al enterarse de que se instalarían Visores y Cápsulas en todas las viviendas. Por muy buenas razones no era político que un Consejero criticara abiertamente a otro. Tampoco era político atacar a la Liga o a la Hermandad, pues sería darles publicidad gratuita. De modo que había que hablar de trivialidades, como el Arte. Los Protegidos no prestaban atención a lo que uno decía, de todos modos. Lo único importante era mostrar la cara.

Agentes del Caos
Norman Spinrad

Fábulas y leyendas de la mar (Álvaro Cunqueiro) [El mar]

El mar es mucho más complejo, en su realidad y en su fantasía, que todo lo que podamos imaginar desde tierra firme. Va para ocho meses que no veo el mar, y esto me tiene un poco desazonado. Sueño con el mar, con sus olas que vienen hacia la tierra bravas o mansas, y con el dilatado horizonte marino...[...]
Quisiera estar asomado al mar desde un alto cantil, viéndole ir y venir, cantar sordo o bruir terrible. Quisiera ver un velero -un tres palos- cruzar, viento en popa. Quisiera oír la arena cantar bajo mis pies. No se debe, no, estar ocho meses sin ver el mar. [...] Yo, de rapaz, como ahora de hombre, tenía media imaginación llena de relaciones marineras. Y sabía tantas historias del mar como de la tierra. No hay más hermosos caminos que los del mar, que los caminos que saben los salmones y las goletas de antaño y que éstos de los grandes transatlánticos de hogaño. Dan estos caminos poder, riqueza, fantasía.

Fábulas y leyendas de la mar
Álvaro Cunqueiro

Historia de los Castrati (Patrick Barbier)

Mi querido niño:
No me sorprende que tengas una aversión insuperable hasta ahora por aquello que más te importa en el mundo. La gente ordinaria y poco refinada te ha hablado sin rodeos sobre tu castración. Es una expresión tan fea y horrible que habría repugnado a una mente mucho menos delicada que la tuya.
Por mi parte, intentaré conseguir tu fortuna de una manera menos desagradable y te diré, utilizando la insinuación, que necesitas suavizarte por medio de una pequeña operación que garantizará la delicadeza de tu complexión durante muchos años, y la belleza de tu voz para el resto de tu vida. Actualmente tienes un trato cordial con el rey, te acarician las duquesas, te alaban personas de calidad. Sin embargo, cuando el encanto de tu voz se haya ido, sólo serás el amigo de Pompeyo y quizás te despreciará Stourton.
Pero dices que temes que las damas te quieran menos. Olvida esa aprensión. Ya no vivimos en época de imbéciles. Lo que sabemos bastante bien hoy en día es que la gloria sigue a la operación, y por cada amante con Dery como lo hizo la naturaleza, un Dery suavizado tendrá cien como ella.
Están por tanto garantizadas tus amantes, y es una gran suerte; no tener esposa quiere decir que te librarás de un gran mal -- ¡tendrás la suerte de no tener mujer, y más suerte aún de no tener hijos! Una hija de Dery se quedaría embarazada, un hijo conseguiría que le enviaran a la horca y, lo que es todavía más seguro, su propia mujer le convertiría en un cornudo.
Protégete de todos estos males con una operación rápida; sólo estarás comprometido contigo mismo, disfrutando de la gloria después de este pequeño asunto que te conseguirá tanto fortuna como la amistad del mundo.
Si vivo lo suficiente para verte cuando tu voz se haya roto y te haya crecido la barba, te lo reprocharé ampliamente. Evita que esto ocurra y créeme el más sincero de todos tus amigos.

Carta escrita en 1685 por Charles de Saint-Evremond a Dery, joven paje de su amante.
Historia de los Castrati
Patrick Barbier


[Extraído de kindsein.com]