Junto a Scarlatti llegamos a hacer grandes cosas. Cantamos en recitales nocturnos por todos los palacios de la corte o en las escuadras del Tajo, que fueron quizá el invento más excitante de todos los que llevé a cabo en el reino. Consistía en un espectáculo que mezclaba música, luz y placer como pocas veces hemos podido experimentar. A los reyes les entusiasmaba, incluso más que las óperas que montábamos en el Buen Retiro o en los Caños del Peral, teatro de mi preferencia en la ciudad. [...]
Cuando los reyes montaron por primera vez en una de las escuadras del Tajo no lo pudieron olvidar. Se hacían casi siempre al atardecer, pero a veces pasábamos el día navegando, pescando y comiendo a bordo de los barcos que nos transportaban a lo largo del cauce del río, con fragatas, jabeques, falúas y botes, que fueron creciendo hasta llegar a la cifra de quince.
En la primera, la Real, que medía un largo de sesenta pies y seis pulgadas, nos montábamos los reyes y yo junto a ocho músicos, que acompañaban mi voz cuando no querían hacerlo al clave los mismos reyes o el gran Scarlatti. Detrás nos seguía una comitiva que a veces llegaba hasta cincuenta personas, invitados de los reyes, que se acuchillaban entre ellos por acudir a una de estas jornadas o veladas, algo que solamente estaba reservado a unos pocos privilegiados de la corte.
Yo, Farinelli, el capón
Jesús Ruiz Mantilla
Cuando los reyes montaron por primera vez en una de las escuadras del Tajo no lo pudieron olvidar. Se hacían casi siempre al atardecer, pero a veces pasábamos el día navegando, pescando y comiendo a bordo de los barcos que nos transportaban a lo largo del cauce del río, con fragatas, jabeques, falúas y botes, que fueron creciendo hasta llegar a la cifra de quince.
En la primera, la Real, que medía un largo de sesenta pies y seis pulgadas, nos montábamos los reyes y yo junto a ocho músicos, que acompañaban mi voz cuando no querían hacerlo al clave los mismos reyes o el gran Scarlatti. Detrás nos seguía una comitiva que a veces llegaba hasta cincuenta personas, invitados de los reyes, que se acuchillaban entre ellos por acudir a una de estas jornadas o veladas, algo que solamente estaba reservado a unos pocos privilegiados de la corte.
Yo, Farinelli, el capón
Jesús Ruiz Mantilla
No hay comentarios:
Publicar un comentario