El desafío a los conceptos convencionales de la inventiva y la creatividad ya planteado por el ready-made, fue retomado por los artistas pop con un entusiasmo casi feroz. Por encima de todo, lo que más pudo ultrajar la sensibilidad de aquellos que se habían educado bajo la idea de la obra de arte como la intervención subjetiva y personal en el mundo por parte de un individuo, fue su insolencia al rehusar responsabilizarse de sus imágenes y de los procesos que empleaban. Aprovechando lo que ya estaba disponible, atrajeron la atención hacia la saturación de información y estímulos visuales que nos asalta cuando vamos a nuestro trabajo. Aparentemente reacios a añadir nada a la gama de ofertas existentes, sugerían que el mundo no necesitaba ninguna invención más de su parte y que podía encontrase una función más útil en reordenar lo que de otra forma sería una confusa barrera de sensaciones. Paradójicamente, claro está, alcanzaron esta meta mediante la creación de más objetos; es decir, contribuyendo ellos mismos a la febril producción y al consumismo característicos de la sociedad industrializada de posguerra.
Una tecnicultura gloriosa, de Arte pop
Marco Livingstone
Una tecnicultura gloriosa, de Arte pop
Marco Livingstone
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