Mientras, los músicos pobres, oficinistas vergonzantes, tocaban, sin atreverse a hacer, como hacen los músicos ricos, risas, saltos y contoneos de cadera divertidísimos, sino que tocaban con toda su cara seria de músico de entierro que corresponde a los músicos pobres y ni siquiera el de las maracas o como se llamen esos chismes parecidos a sonajeros, ni siquiera ése, y ya es raro, se atrevía a sonreír como parece que el instrumento lo pide, sino que también ése cariacontecido y serio, digno y pesaroso, manejaba los instrumentos esféricos con su rostro de caballero en sepelio de conde de Orgaz. El buen pueblo, con su permiso para divertirse se apretaba a la otra parte del pueblo que le había caído en suerte y procuraba, con ese pedacito de cosa, consolarse de los trabajos v los días que arrastradamente caen sin remedio sobre él y sacaba fuerzas de flaqueza para hacer como si se divirtiera y para olvidar los ojos de hito en hito de las comadres vigilando las evoluciones de sus hijas y las proximidades a las que el mutuo consuelo compelía. E inmóvil, rodeado de todos pero ausente, el hombre vestido de negro miraba de un modo al mismo tiempo atento y como distraído, con una colilla pegada en el labio de abajo. También había tiros al blanco en aquella verbena tan animadamente establecida por los cuidados de la tenencia de alcaldía para solaz del pueblo bajo y que no se diga que el Excmo. Ayuntamiento nada tiene que ver con que es preciso divertir al pueblo, que también la gente del pueblo tiene su corazoncito y qué caramba, hay que echar una canita al aire de vez en cuando.
Tiempo de silencio
Luis Martín Santos
Tiempo de silencio
Luis Martín Santos
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