lunes, octubre 08, 2007

El talento de los demás [Tele-operadora] (Alberto Olmos)

El edifico estaba en el quinto pino. Tardaba como mínimo hora y media en llegar y hora y media en volver. Luego me sentí mejor cuando algunos compañeros me dijeron que ellos tardaban dos horas y media. Había gente viniendo de pueblos y ciudades limítrofes para trabajar de telefonista. [...]
... mis mañanas se iniciaban con una carrera loca por hacerme con unos cascos con almohadilla. Si el tren se retrasaba ocho segundos, ya sabía yo que iba a pasar ocho horas de sodomía auditiva: Pero me lo dijeron. Me dijeron que robara una almohadilla, una que viera yo más o menos decente, y que me la llevara a casa para usarla todos los días. Eso mejoró mucho las cosas. Ya no había que correr como una histérica a las cajas de cartón que guardaban los cascos ni repasar con la palma de las manos el que me tocara para limpiarlo de mierda. Mi almohadilla se convirtió en mi mejor compañero de trabajo. La llevaba en una bolsa de Cacharel que me habían dado al comprar unas bragas. La almohadilla era algo tan íntimo como unas bragas, ahora que lo pienso. Si mela dejaba en casa me sentía más infeliz que si me hubiera olvidado la cartera con el dinero para comer. Siempre había alguien que te prestaba unas monedas para comer, pero nadie te iba a prestar su almohadilla así te pusieras con el culo en pompa.

El talento de los demás
Alberto Olmos

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