Así estuvieron repitiendo canción y estribillo hasta medianoche. Después se cantaron otros muchos zortzicos y luego vino un muchacho con un acordeón, que trenzaba, sin parar, la música más heterogénea; un vals se convertía en una habanera, y ésta aparecía al final con las notas de La Marsellesa o de un himno cualquiera.
Yo, en el estado de pesadez en que me encontraba, entre los vapores del alcohol y el humo del tabaco, perseguía estas melodías atropelladas, monstruosas, que salían de la filarmónica y que iban cambiando a cada instante.
A veces decía:
-Bueno, señores, me voy -y me levantaba para marcharme.
-No, no -decían todos.
-No te vayas, Shanti -gritaba un viejo.
-Tengo que marcharme.
-¡Fuera! ¡Fuera! ¡Ese patrón al agua! ¡No te vayas, Shanti! -gritaban los demás.
Cuando ya no podíamos con nuestra alma, abandonamos el Guezurrechape y nos fuimos a casa. Llovía, el muelle estaba cenagoso; yo me equivoqué y en vez de ir hacia casa fui al rompeolas. Gracias al sereno, que me encontró y me acompañó hasta casa, pude encontrarme al amanecer en mi cuarto.
Las inquietudes de Shanti Andía
Pío Baroja
Yo, en el estado de pesadez en que me encontraba, entre los vapores del alcohol y el humo del tabaco, perseguía estas melodías atropelladas, monstruosas, que salían de la filarmónica y que iban cambiando a cada instante.
A veces decía:
-Bueno, señores, me voy -y me levantaba para marcharme.
-No, no -decían todos.
-No te vayas, Shanti -gritaba un viejo.
-Tengo que marcharme.
-¡Fuera! ¡Fuera! ¡Ese patrón al agua! ¡No te vayas, Shanti! -gritaban los demás.
Cuando ya no podíamos con nuestra alma, abandonamos el Guezurrechape y nos fuimos a casa. Llovía, el muelle estaba cenagoso; yo me equivoqué y en vez de ir hacia casa fui al rompeolas. Gracias al sereno, que me encontró y me acompañó hasta casa, pude encontrarme al amanecer en mi cuarto.
Las inquietudes de Shanti Andía
Pío Baroja
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