viernes, diciembre 30, 2005

La música árabe y su influencia en la española (Julián Ribera y Tarragó) (popular)

El genio español, en vez de dedicarse a componer música excesivamente complicada con grandes aparatos técnicos, propia sólo de grupos extraselectos, tal vez se ha inclinado por la democratización de la música, por un arte más simple en los recursos, más popularizable.
Desde antiguo ha mostrado ya esa vocación. A principios del siglo X se inventó en Andalucía un sistema de canciones, de forma sencilla y popular, por cuya virtud se difundió la música andaluza por casi todo el orbe terráqueo, hasta el punto de iniciar en ese arte a la Europa medieval. Desde entonces se ha distinguido España por la belleza y abundancia caudalosa de su música popular, al extremo de que algunos musicólogos han llegado a afirmar que el pueblo español compone mejor que sus músicos eruditos.
Esto es una simpleza: poseer música propia sin tener músicos, es imposible; los ha habido; pero para conocerlos hay que investigar sin desdenes para nadie.

La música árabe y su influencia en la española
Julián Ribera y Tarragó

miércoles, diciembre 28, 2005

El desierto (Jorge Luis Borges)

A unos trescientos o cuatrocientos metros de la Pirámide me incliné, tomé un puñado de arena, lo dejé caer silenciosamente un poco más lejos y dije en voz baja: Estoy modificando el Sahara. El hecho era mínimo, pero las no ingeniosas palabras eran exactas y pensé que había sido necesaria toda mi vida para que yo pudiera decirlas. [La memoria de aquel momento es una de las más significativas de mi estadía en Egipto.]

El desierto
Jorge Luis Borges

martes, diciembre 27, 2005

Pekín: la ciudad inalcanzable [El viajero sedentario (ciudades)] Rafael Chirbes

El viajero llevaba escasos días en Pekín, pero ya había tenido ocasión de curiosear en esos lujosos hoteles, y se había paseado por los modernos shopping-centers, y había contemplado las perforaciones que mellan la ciudad casi por todas partes, los cimientos de grandes edificios, las estructuras metálicas, las torres de cristal, los descampados gigantescos en los que se trabajaba noche y día y que pronto serán interminables avenidas bordeadas de rascacielos. [...] Y pensaba, en la soledad del bar del Hotel Beijing, acerca de la misteriosa esencia de esta ciudad contradictoria, que se muestra y oculta, que se transforma a lo largo del día, que cambia y engaña al viajero que intenta conocerla.

Pekín: la ciudad inalcanzable
de El viajero sedentario (ciudades)
Rafael Chirbes

Gordo (Jesús Ruiz Mantilla)

Me gusta la música, me hace sentirme fuera de mi cuerpo, ajeno a mi físico, cuando cierro los ojos para escucharla. Es la única dimensión trascendental de mi vida. No rezo, no hago yoga, no medito. Me entrego, sin más, a ese placer sobrenatural de la creación del hombre. No hay nada más trascendental que el hombre con los pies en la tierra frente a un pentagrama. ¿O sí?
Bueno, sí: el saboreo de una loncha bien cortada de jamón de pata negra. ¿Qué dura? Tres, cuatro segundos... Y otra vez.
Gordo
Jesús Ruiz Mantilla

Episodios Nacionales - Trafalgar (Benito Pérez Galdós)

Cercano al sepulcro y considerándome el más inútil de los hombres, ¡aún haces brotar lágrimas en mis ojos, amor santo de la patria! En cambio, yo aún puedo consagrarte una palabra, maldiciendo al ruin escéptico que te niega y al filósofo corrompido que te confunde con los intereses de un día.

Trafalgar, de los Episodios Nacionales
Benito Pérez Galdós

La importancia de vivir (Lin Yutang)

He aquí las cosas que me harían feliz. No deseo otras. Quiero un cuarto propio donde poder trabajar. Un cuarto ni particularmente limpio ni ordenado... sino confortable, íntimo y familiar. Con una atmósfera llena de humo y el olor de viejos volúmenes y de incontables olores... Quiero trajes decentes que haya usado por algún tiempo y un par de zapatos viejos. Quiero una ducha en verano y un buen fuego con leños en invierno. Quiero un hogar donde poder ser yo mismo. Quiero algunos buenos amigos que sean tan familiares como la vida misma; amigos con los que no haya necesidad de ser cortés y que me cuenten todas sus dificultades, las matrimoniales y las demás; amigos capaces de citar a Aristóteles y de contar cuentos subidos de color; amigos que sean espiritualmente ricos y que puedan hablar de obscenidades y de filosofía con el mismo candor; amigos que tengan aficiones y opiniones definidas sobre las cosas, que tengan sus creencias y respeten las mías. Quiero una buena cocinera que sepa hacer sopas deliciosas y un viejo sirviente que piense que yo soy un gran hombre, pero no sepa en qué reside mi grandeza. Quiero una buena biblioteca, buenos cigarros y una mujer que me comprenda y me deje libertad para hacer mi trabajo. Quiero libertad para ser yo mismo.

La importancia de vivir
Lin Yutang

sábado, diciembre 24, 2005

Peter Pan en los jardines de Kensington (James Barrie)

Si vosotros pensáis que Peter Pan ha sido el único niño que quiso escapar, es que habéis olvidado completamente vuestra niñez.
Cuando David oyó este cuento por primera vez, estaba completamente seguro de que él nunca había querido escapar, pero yo le pedí que volviera a reflexionar con más intensidad, apretando las sienes con sus manos, y, cuando lo hizo, recordó con claridad un deseo infantil de volver a la copa de los árboles, y tras este deseo infantil vinieron a su memoria otros recuerdos, como el del día en que, echado en la cama, hacía planes para escapar en cuanto su madre se durmiera, y cómo su madre lo atrapó cuando huía chimenea arriba.
Todos los niños podrían recordar cosas parecidas, si apretaran con fuerza las sienes con las manos, pues, habiendo sido pájaros antes que criaturas humanas, las primeras semanas son un poco salvajes y sienten un hormigueo en los hombros, precisamente allí donde tuvieron alas, que los invita a huir. Es lo que me dijo David.

Peter Pan en los jardines de Kensington
James Barrie

viernes, diciembre 23, 2005

1984 (George Orwell) (La Libertad)

El corazón de Winston se encogió al pensar en el enorme poder que tenía en frente, la facilidad con que cualquier intelectual del Partido lo vencería con su dialéctica, los sutiles argumentos que él nunca podría entender y menos contestar. Y, sin embargo, era él, Winston, quien tenía razón. Los otros estaban equivocados y él no. Había que defender lo evidente. El mundo sólido existe y sus leyes no cambian. Las piedras son duras, el agua moja, los objetos faltos de apoyo caen en dirección al centro de la' Tierra... Con la sensación de que hablaba con O'Brien, y también de que anotaba un importante axioma, escribió:
La libertad es poder decir libremente que dos y dos son cuatro. Si se concede esto, todo lo demás vendrá por sus pasos contados.

1984
George Orwell

1984 (George Orwell) (La Hermandad)

Habréis oído rumores sobre la existencia de la Hermandad. Supongo que la habréis imaginado a vuestra manera. Seguramente creeréis que se trata de un mundo subterráneo de conspiradores que se reúnen en sótanos, que escriben mensajes sobre los muros y se reconocen unos a otros por señales secretas, palabras misteriosas o movimientos especiales de las manos. Nada de eso. Los miembros de la Hermandad no tienen modo alguno de reconocerse entre ellos y es imposible que ninguno de los miembros llegue a individualizar sino a muy contados de sus afiliados. El propio Goldstein, si cayera en manos de la Policía del Pensamiento, no podría dar una lista completa de los afiliados ni información alguna que les sirviera para hacer el servicio. En realidad, no hay tal lista. La Hermandad no puede ser barrida porque no es una organización en el sentido corriente de la palabra. Nada mantiene su cohesión a no ser la idea de que es indestructible. No tendréis nada en que apoyaros aparte de esa idea. No encontraréis camaradería ni estímulo. Cuando finalmente seáis detenidos por la Policía, nadie os ayudará. Nunca ayudamos a nuestros afiliados. Todo lo más, cuando es absolutamente necesario que alguien calle, introducimos clandestinamente una hoja de afeitar en la celda del compañero detenido. Es la única ayuda que a veces prestamos. Debéis acostumbraros a la idea de vivir sin esperanza. Trabajaréis algún tiempo, os detendrán, confesaréis y luego os matarán. Esos serán los únicos resultados que podréis ver. No hay posibilidad de que se produzca ningún cambio perceptible durante vuestras vidas. Nosotros somos los muertos. Nuestra única vida verdadera está en el futuro. Tomaremos parte en él como puñados de polvo y astillas de hueso. Pero no se sabe si este futuro está más o menos lejos. Quizá tarde mil años. Por ahora lo único posible es ir extendiendo el área de la cordura poco a poco. No podemos actuar colectivamente. Sólo podemos difundir nuestro conocimiento de individuo en individuo, de generación en generación. Ante la Policía del Pensamiento no hay otro medio.

1984
George Orwell

1984 (George Orwell) (El futuro)

Hacia el 2050, quizá antes, habrá desaparecido todo conocimiento efectivo del viejo idioma. Toda la literatura del pasado habrá sido destruida. Chaucer, Shakespeare, Milton, Byron... sólo existirán en versiones neolingüísticas, no sólo transformados en algo muy diferente, sino convertidos en lo contrario de lo que eran. Incluso la literatura del Partido cambiará; hasta los slogans serán otros. ¿Cómo vas a tener un slogan como el de «la libertad es la esclavitud» cuando el concepto de libertad no exista? Todo el clima del pensamiento será distinto. En realidad, no habrá pensamiento en el sentido en que ahora lo entendemos. La ortodoxia significa no pensar, no necesitar el pensamiento. Nuestra ortodoxia es la inconsciencia.

1984
George Orwell

1984 (George Orwell) (La Policía del Pensamiento)

Lo único eficaz en Oceanía es la Policía del Pensamiento. Como cada uno de los tres superestados es inconquistable, cada uno de ellos es, por tanto, un mundo separado dentro del cual puede ser practicada con toda tranquilidad cualquier perversión mental. La realidad sólo ejerce su presión sobre las necesidades de la vida cotidiana: la necesidad de comer y de beber, de vestirse y tener un techo, de no beber venenos ni caerse de las ventanas, etc... Entre la vida y la muerte, y entre el placer físico y el dolor físico, sigue habiendo una distinción, pero eso es todo. Cortados todos los contactos con el mundo exterior y con el pasado, el ciudadano de Oceanía es como un hombre en el espacio interestelar, que no tiene manera de saber por dónde se va hacia arriba y por dónde hacia abajo. Los gobernantes de un Estado como éste son absolutos como pudieran serlo los faraones o los césares. Se ven obligados a evitar que sus gentes se mueran de hambre en cantidades excesivas, y han de mantenerse al mismo nivel de baja técnica militar que sus rivales. Pero, una vez conseguido ese mínimo, pueden retorcer y deformar la realidad dándole la forma que se les antoje.

1984
George Orwell

1984 (George Orwell) (Los miembros del Partido)

Todo miembro del Partido vive, desde su nacimiento hasta su muerte, vigilado por la Policía del Pensamiento. Incluso cuando está solo no puede tener la seguridad de hallarse efectivamente solo. Dondequiera que esté, dormido o despierto, trabajando o descansando, en el baño o en la cama, puede ser inspeccionado sin previo aviso y sin que él sepa que lo inspeccionan. Nada de lo que hace es indiferente para la Policía del Pensamiento. Sus amistades, sus distracciones, su conducta con su mujer y sus hijos, la expresión de su rostro cuando se encuentra solo, las palabras que murmura durmiendo, incluso los movimientos característicos de su cuerpo, son analizados escrupulosamente. No sólo una falta efectiva en su conducta, sino cualquier pequeña excentricidad, cualquier cambio de costumbres, cualquier gesto nervioso que pueda ser el síntoma de una lucha interna, será estudiado con todo interés. El miembro del Partido carece de toda libertad para decidirse por una dirección determinada; no puede elegir en modo alguno. Por otra parte, sus actos no están regulados por ninguna ley ni por un código de conducta claramente formulado. En Oceanía no existen leyes. Los pensamientos y actos que, una vez descubiertos, acarrean la muerte segura, no están prohibidos expresamente y las interminables purgas, torturas, detenciones y vaporizaciones no se le aplican al individuo como castigo por crímenes que haya cometido, sino que son sencillamente el barrido de personas que quizás algún día pudieran cometer un crimen político. No sólo se le exige al miembro del Partido que tenga las opiniones que se consideran buenas, sino también los instintos ortodoxos.

1984
George Orwell

1984 (George Orwell) (El Partido)

Se trata de esto: el Partido quiere tener el poder por amor al poder mismo. No nos interesa el bienestar de los demás; sólo nos interesa el poder. No la riqueza ni el lujo, ni la longevidad ni la felicidad; sólo el poder, el poder puro. Ahora comprenderás lo que significa el poder puro. Somos diferentes de todas las oligarquías del pasado porque sabemos lo que estamos haciendo. Todos los demás, incluso los que se parecían a nosotros, eran cobardes o hipócritas. Los nazis alemanes y los comunistas rusos se acercaban mucho a nosotros por sus métodos, pero nunca tuvieron el valor de reconocer sus propios motivos. Pretendían, y quizá lo creían sinceramente, que se habían apoderado de los mandos contra su voluntad y para un tiempo limitado y que a la vuelta de la esquina, como quien dice, había un paraíso donde todos los seres humanos serían libres e iguales. Nosotros no somos así. Sabemos que nadie se apodera del mando con la intención de dejarlo. El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución; se hace la revolución para establecer una dictadura. El objeto de la persecución no es más que la persecución misma. La tortura sólo tiene como finalidad la misma tortura. Y el objeto del poder no es más que el poder. ¿Empiezas a entenderme?

1984
George Orwell

1984 (George Orwell) (Flashback)

Después de una década de guerras nacionales, guerras civiles, revoluciones y contrarrevoluciones en todas partes del mundo, surgieron el Ingsoc y sus rivales cómo teorías políticas inconmovibles. Pero ya las habían anunciado los varios sistemas, generalmente llamados totalitarios, que aparecieron durante el segundo
cuarto de siglo y se veía claramente el perfil que había de tener el mundo futuro. La nueva aristocracia estaba formada en su mayoría por burócratas, hombres de ciencia, técnicos, organizadores sindicales, especialistas en propaganda, sociólogos, educadores, periodistas y políticos profesionales. Esta gente, cuyo origen estaba en la clase media asalariada y en la capa superior de la clase obrera, había sido formada y agrupada por el mundo inhóspito de la industria monopolizada y el gobierno centralizado. Comparados con los miembros de las clases dirigentes en el pasado, esos hombres eran menos avariciosos, les tentaba menos el lujo y más el placer de mandar, y, sobre todo, tenían más consciencia de lo que estaban haciendo y se dedicaban con mayor intensidad a aplastar a la oposición. Esta última diferencia era esencial. Comparadas con la que hoy existe, todas las tiranías del pasado fueron débiles e ineficaces. Los grupos gobernantes se hallaban contagiados siempre en cierta medida por las ideas liberales y no les importaba dejar cabos sueltos por todas partes. Sólo se preocupaban por los actos realizados y no se interesaban por lo que los súbditos pudieran pensar. En parte, esto se debe a que en el pasado ningún Estado tenía el poder necesario para someter a todos sus ciudadanos a una vigilancia constante. Sin embargo, el invento de la imprenta facilitó mucho el manejo de la opinión pública, y el cine y la radio contribuyeron en gran escala a acentuar este proceso. Con el desarrollo de la televisión y el adelanto técnico que hizo posible recibir y transmitir simultáneamente en el mismo aparato, terminó la vida privada. Todos los ciudadanos, o por lo menos todos aquellos ciudadanos que poseían la suficiente importancia para que mereciese la pena vigilarlos, podían ser tenidos durante las veinticuatro horas del día bajo la constante observación de la policía y rodeados sin cesar por la propaganda oficial, mientras que se les cortaba toda comunicación con el mundo exterior.
Por primera vez en la Historia existía la posibilidad de forzar a los gobernados, no sólo a una completa obediencia a la voluntad del Estado, sino a la completa uniformidad de opinión.

1984
George Orwell

1984 (George Orwell) (El escenario)

Hallamos un hecho al que nunca se alude, pero admitido tácitamente y sobre el que se basa toda conducta oficial, a saber: que las condiciones de vida de los tres superestados son casi las mismas. En Oceanía prevalece la ideología llamada Ingsoc, en Eurasia el neobolchevismo y en Asia Oriental lo que se conoce por un nombre chino que suele traducirse por «adoración de la muerte», pero que quizá quedaría mejor expresado como «desaparición del yo». Al ciudadano de Oceanía no se le permite saber nada de las otras dos ideologías, pero se le enseña a condenarlas como bárbaros insultos contra la moralidad y el sentido común. La verdad es que apenas pueden distinguirse las tres ideologías, y los sistemas sociales que ellas soportan son los mismos. En los tres existe la misma estructura piramidal, idéntica adoración a un jefe semidivino, la misma economía orientada hacia una guerra continua. De ahí que no sólo no puedan conquistarse mutuamente los tres superestados, sino que no tendrían ventaja alguna si lo consiguieran. Por el contrario, se ayudan mutuamente manteniéndose en pugna. Y los grupos dirigentes de las tres Potencias saben y no saben, a la vez, lo que están haciendo. Dedican sus vidas a la conquista del mundo, pero están convencidos al mismo tiempo de que es absolutamente necesario que la guerra continúe eternamente sin ninguna victoria definitiva. Mientras tanto, el hecho de que no hay peligro de conquista hace posible la denegación sistemática de la realidad, que es la característica principal del Ingsoc y de sus sistemas rivales.

1984
George Orwell

Carta a Stalin (Mijail Bulgakov)

Considero que, como escritor, tengo el deber de luchar contra la censura, y me refiero a cualquier tipo de censura ejercida por cualquier tipo de gobierno. Asimismo tengo la obligación de defender la libertad de prensa. El escritor que afirme y trate de probar que puede seguir escribiendo en donde no existe la libertad de creación, es como el pez que declarara públicamente no necesitar del agua para seguir existiendo.

Carta a Stalin
Mijail Bulgakov

jueves, diciembre 22, 2005

La poética del espacio (Gaston Bachelard)

Poseo el mundo tanto más cuanta mayor habilidad tenga para miniaturizarlo. Pero de paso hay que comprender que en la miniatura los valores se condensan y se enriquecen. No basta una dialéctica platónica de lo grande y de lo pequeño para conocer las virtudes dinámicas de la miniatura. Hay que rebasar la lógica para vivir lo grande que existe dentro de lo pequeño.

La poética del espacio
Gaston Bachelard

Aventuras de 51 magos (y un fakir de Cuenca) (Ángel Idígoras)

Decimos los aficionados que la magia es un conjunto de maravillas inexplicables a simple vista, que además entretienen. Ello es cierto y han dado buena fe los miles de magos o ilusionistas que en el mundo ha habido. Pero esa definición se queda desesperadamente corta, cuando uno ha visto o ve actuar a cualquier mago que tenga madera de verdadero artista y sea de la necesaria valía. Hay algo más que resulta difícil de definir, algo intangible que es capaz de recordarnos el milagro y que nos transporta a un mundo de fantasía, de enigma y de irrealidad.

Prólogo de Alfredo Florensa a
Aventuras de 51 magos (y un fakir de Cuenca)
Ángel Idígoras

Made in China (Manel Ollé)

Dice un famoso proverbio chino que a veces detrás de la sonrisa se esconde un cuchillo (xiaoli cangdao). Paradójicamente, la presunción de armonía ofrece más oportunidades de agredir al contrario sin ser penalizado, sin recibir una “sanción social”. Cuando uno arremete contra el otro de forma educada, irónica y sonriente es más difícil que reciba respuesta: el otro no puede romper el tono armonioso que se muestra en la superficie. Es así como el foco de la armonía social en la comunicación aumenta la presencia de la competitividad y la manipulación, aunque de forma indirecta.

Made in China
Manel Ollé

miércoles, diciembre 21, 2005

Londres (Virginia Woolf)

El encanto del Londres moderno consiste en que no ha sido construido para durar, ha sido construido para pasar. Su vidriosa calidad, su transparencia, sus altas olas de yeso coloreado dan un placer y alcanzan unos resultados que son diferentes de aquel placer y aquellos resultados que deseaban y perseguían los antiguos constructores y sus clientes, la nobleza de Inglaterra. Su orgullo les exigía la ilusión de la permanencia. Nuestro orgullo, al contrario, parece complacerse en demostrar que somos capaces de lograr que las piedras y los ladrillos sean tan transitorios como nuestros deseos. No construimos para nuestros descendientes, que quizá vivan en las nubes o bajo tierra, sino para nosotros y para nuestras necesidades. Derribamos y construimos de nuevo tal como esperamos ser derribados y ser de nuevo construidos. Este es un impulso que favorece la creación y la fertilidad. Se incita al descubrimiento y se pone la invención alerta.

Londres
Virginia Woolf

lunes, diciembre 19, 2005

El corazón de las tinieblas (Joseph Conrad)

¡La muchacha! ¿He mencionado ya a la muchacha? ¡Oh, ella está completamente fuera de todo aquello! Ellas, las mujeres quiero decir, están fuera de aquello, deberían permanecer al margen. Las deberíamos ayudar a permanecer en este hermoso mundo que les es propio y asumir nosotros la peor parte. Sí, ella está al margen de aquello. Debíais haber oído a aquel cadáver desenterrado que era Kurtz decir “mi prometida”. Entonces hubierais percibido por complete qué lejos se hallaba ella de todo. ¡Y aquel pronunciado hueso frontal del señor Kurtz! Dicen que a veces el cabello continúa creciendo, pero aquel... aquel espécimen era impresionantemente calvo. La calva le había acariciado la cabeza; y se la había convertido en una bola, en una bola de marfil. La había acariciado y la había blanqueado. Había acogido a Kurtz, lo había amado, abrazado, se le había infiltrado en las venas, había consumido su carne, había sellado su alma con la suya por medio de ceremonias inconcebibles de alguna iniciación diabólica. Lo había convertido en su favorito, mimado y adulado.

El corazón de las tinieblas
Joseph Conrad

jueves, diciembre 15, 2005

Pálido Fuego (Vladimir Nabokov)

Sí, es preferible que me detenga. Mis notas y yo mismo estamos agotados. Señores, he sufrido mucho, más de lo que cualquiera de ustedes puede imaginar. Ruego que la bendición del Señor caiga sobre mis infortunados compatriotas. Mi obra está terminada. Mi poeta ha muerto. [...] Dios me ayudará, espero, a librarme de todo deseo de seguir el ejemplo de otros dos personajes de esta obra. Seguiré existiendo. Quizá adopte otros disfraces, otras formas, pero trataré de existir. Me encontrarán tal vez en otra Universidad, bajo la apariencia de un viejo ruso feliz, saludable, heterosexual, un escritor en el exilio, sans fam, sans futuro, sans público, sans nada salvo su arte. [...] ¡Oh, puedo hacer muchas cosas! Si la historia lo permite, puedo volver a mi reino recobrado, y con un gran sollozo saludar la costa gris y el reflejo de un techo bajo la lluvia. Puedo esconderme y gemir en un manicomio. Pero ocurra lo que ocurra, cualquiera que sea el escenario, alguien, en alguna parte, se pondrá tranquilamente en camino, alguien se ha puesto ya en camino, alguien todavía muy lejos compra un billete, sube a un autobús, a un barco, a un avión, ha aterrizado, se dirige hacia un millón de fotógrafos y pronto llamará a mi puerta.

Pálido Fuego
Vladimir Nabokov

El halcón peregrino (Glenway Wescott)

Fue en ese momento cuando se me ocurrió mirar hacia fuera. Me agradó contemplar, en un pequeño claro entre dos arbustos, la hermosa figura de Lucy, el halcón, apoyada en un banco rústico. Y entonces, para mi sorpresa, vi a Cullen que avanzaba por la izquierda del ave a través del jardín.
[...]
Hice ademán de salir a detenerle, pero antes de que pudiera reaccionar él se limitó a darle un fuerte empujón que la tiró del banco, apartándose de ella al mismo tiempo.
Era obvio que tenía mucho miedo. Con un silbido indigno, ella cayó sobre la hierba. Le había cortado la correa, pero no le había rebanado el pescuezo. También le había quitado la capucha. Desde el suelo, el animal dirigió una mirada rápida y confusa en todas direcciones. Luego, con un gran empujón de las patas y dos o tres sacudidas de alas, emprendió el vuelo, cruzando el jardín y el estanque. Era un espectáculo hermoso. Su instinto de búsqueda aún activo, a un lado y a otro, tratando de descubrir por qué la habían soltado, dónde estaba la presa, sacudiendo la cabeza como si quisiera decir no, no.
La perdí de vista cuando pasó por detrás de un árbol, y también cuando se elevó por encima del cuadro que me permitía ver la ventana de la cocina. Volvió a descender después, con el cuello, las plumas, la cola y las piernas desplegadas, adoptando la forma de una estrella de seis puntas, grande y oscura, temblorosa. Apoyó su peso en el aire por un instante y se posó sobre un poste en un alejado rincón del jardín.

El halcón peregrino
Glenway Wescott

martes, diciembre 13, 2005

El libro de Rachel (Martin Amis)

Así que tengo diecinueve años y generalmente no sé lo que me hago; robo mis ideas de los libros, tomo prestadas mis miradas a los ojos de otros, no adelanto a los subnormales ni tullidos por la calle porque temo que mi agilidad les deprima, me encanta ver jugar tanto a los niños como a los animales, pero no me importaría ver cómo le dan una patada a un pordiosero o cómo atropellan a una niña porque no son más que nuevas experiencias que voy acumulando; no me gusto a mí mismo y observo con burlona sonrisa este mundo más feo y menos inteligente que yo. Supongo que todo esto es de lo más corriente, ¿no?

El libro de Rachel
Martin Amis

Cuentos de Vacaciones (Santiago Ramón y Cajal)

Después de todo, ¿qué sabemos, ¡pobres de nosotros!, del objeto de la vida? ¿Hacia dónde camina esa corriente de protoplasma, salpicado de cuajadas espumas -las células-, de la cual el hombre representa el postrer remanso? ¿Fue su cauce obra de la inteligencia o del acaso? ¿Vamos hacia la verdad o hacia la felicidad? ¿Somos fines o instrumentos? ¡Quién sabe! Afortunadamente, por extensas y densas que sean las nieblas de la filosofía, no suelen descender del cerebro a las manos...

Cuentos de Vacaciones
Santiago Ramón y Cajal

jueves, diciembre 08, 2005

La broma (Milan Kundera) [La imposibilidad del retorno]

Todas las situaciones básicas de la vida son sin retorno. Para que el hombre sea hombre, tiene que atravesar la imposibilidad de retorno con plena conciencia. Beberla hasta el fondo. No puede hacer trampas. No puede poner cara de que no la ve. EL hombre moderno hace trampas. Trata de pasar de largo por todos los puntos clave y atravesar gratis desde la vida a la muerte.

La broma
Milan Kundera

La broma (Milan Kundera)

Me senté y comprendí que pasaba algo malo. Los tres camaradas, a los que conocía perfectamente y con los que estaba acostumbrado a divertirme alegremente, me miraban con cara impenetrable; me seguían tuteando (como está mandado entre camaradas), pero de repente ya no era un tuteo amistoso sino un tuteo oficial y amenazador. (Reconozco que desde entonces tengo aversión por el tuteo; originalmente debe ser expresión de una proximidad íntima, pero si las personas que se tutean no se sienten próximas, adquiere de inmediato el significado opuesto, es expresión de grosería, de modo que un mundo en el que toda la gente se tutea no es el mundo de la amistad generalizada sino el mundo de la falta de respeto generalizada.

La broma
Milan Kundera

Libro del desasosiego (Fernando Pessoa)

Ahora mismo, que estoy inactivo en la oficina, y se fueron todos a comer menos yo, observo, a través de la ventana empañada, al viejo bamboleante que recorre lentamente el paseo al otro lado de la calle. No va bebido; va soñador. Está atento a lo inexistente; tal vez espere todavía. Que los Dioses, si son justos en su injusticia, nos conserven los sueños incluso cuando sean imposibles, y nos concedan buenos sueños, incluso si son triviales. Hoy, que todavía no soy viejo, puedo soñar con islas del Sur y con Indias imposibles; mañana tal vez me sea concedido, por los mismos Dioses, el sueño de ser dueño de un estanco pequeño, o jubilado en una casa de los alrededores. Todos los sueños son el mismo sueño, porque todos son sueños. Que los Dioses me cambien los sueños, pero no el don de soñar.

Libro del desasosiego
Fernando Pessoa

martes, diciembre 06, 2005

Historia de Roma desde su fundación (Tito Livio) Libro XXIII

Hoy habría guardado silencio, padres conscriptos, para evitar decir, en medio de la satisfacción compartida por todos, cosas que os resultasen menos gratas; pero ahora que un senador me pregunta si todavía siento pesar por la guerra emprendida contra los romanos, si me quedo callado voy a parecer o despectivo o servil, lo cual es propio del hombre que se olvida de la libertad, de los demás en el primer caso, y de la suya en el segundo.

Historia de Roma desde su fundación, Libro XXIII
Tito Livio

Historia de Roma desde su fundación (Tito Livio), Libro III

Tan difícil resulta la moderación en la defensa de la libertad: mientras se simula pretender la igualdad, cada uno se encumbra a sí mismo a costa de rebajar al otro, y mientras se busca evitar el temor, uno se convierte a sí mismo en temible, y la injusticia que rechazamos de nosotros mismos se la infligimos a otros, como si no hubiera más alternativa que cometerla o padecerla.

Historia de Roma desde su fundación, Libro III
Tito Livio

La batalla del Trasimeno (Tito Livio), Historia de Roma desde su fundación (Libro XXII)

Después, fallidas las tentativas emprendidas en todas las direcciones, bloqueados los flancos por los montes y el lago, y el frente y la zaga por las filas enemigas, cuando se hizo patente que no quedaba más esperanza de salvación que la diestra y el hierro, entonces, convertido cada uno en su propio jefe y dándose a sí mismo ánimos para el combate, se restableció por completo la lucha no en el orden conocido de vanguardia, lanceros y triarios, de forma que combatiesen unos delante de las enseñas y otros detrás, con cada soldado en su legión, cohorte y manípulo: los agrupaba el azar, y cada uno en la medida de su coraje se alineaba delante o atrás; los ánimos se enardecieron de tal modo, la atención se centró en la lucha hasta tal extremo, que ninguno de los combatientes notó aquel seísmo que arruinó buena parte de muchas ciudades de Italia y desvió de su curso impetuosas corrientes, empujó el mar hacia los ríos y destruyó montañas con enormes desprendimientos.

La batalla del Trasimeno
Historia de Roma desde su fundación (Libro XXII)
Tito Livio

La Conjuración de Catilina (Salustio)

Todos los hombres que aspiren a aventajarse a los demás animales deben poner su mayor empeño en no pasar la vida inadvertidos en el silencio, a manera de bestias que la naturaleza formó inclinadas hacia tierra y esclavas de su propio vientre. Por otra parte, el conjunto de nuestras energías tienen su asiento en el alma y en el cuerpo; el alma sirve en nosotros principalmente para mandar, y el cuerpo para obedecer; la una nos es común con los dioses, y el otro con los brutos. Por esto creo que procede buscar la gloria más con los recursos del espíritu que con las fuerzas corporales, y ya que la vida de que gozamos es por sí misma tan breve, dejar, hasta donde esté a nuestro alcance, larga memoria de nosotros; porque el brillo de las riquezas y de la hermosura es pasajero y quebradizo, en tanto que la luz del verdadero mérito se conserva eternamente.

La Conjuración de Catilina
Salustio

Industrias y andanzas de Alfanhuí (Rafael Sánchez Ferlosio) 3ª, XI

Alfanhuí sabía algo de todo aquello y conocía muchas hierbas con sus nombre y sus virtudes. Pero ahora buscaba mejorar su conocimiento y se quedaba con los ojos pegados a la vitrina y sacaba los tarros, y los olía y desgranaba las hierbas en su mano y preparaba infusiones y extraños alambiques cuando nadie le veía. Pensaba también en los nombres de las hierbas y se los repetía una y otra vez, como buscando en ellos el sonido de viejas historias y, lo que cada planta, entrando por los ojos, había dicho en la vida y en el corazón de los hombres. Porque el nombre que se dice no es el nombre íntimo de las hierbas, oculto en la semilla, inefable para la voz, pero ha sido puesto por algo que los ojos y el corazón han conocido y tiene a veces un eco cierto de aquel otro nombre que nadie puede decir. Una y otra vez repetía Alfanhuí los nombres y los había mejores y peores. Había nombres tontos que nada decían y los había misteriosos, en los que estaba todo el monte sonando.

Industrias y andanzas de Alfanhuí, Tercera Parte, XI
Rafael Sánchez Ferlosio

Industrias y andanzas de Alfanhuí (Rafael Sánchez Ferlosio) 3ª,III

Heraclio tenía un tesoro que le habían dejado sus padres; eran dos grandes colmillos de marfil y dos bolas de marfil del tamaño de las sandías. “Nadie sabía lo que aquello significaba. Pero era un verdadero tesoro, porque no se podía vender. La gente cree que es tesoro todo lo que vale mucho, pero el verdadero tesoro es lo que no se puede vender. Tesoro es lo que vale tanto que no vale nada. Sí, el podía vender su tesoro a peso de marfil, pero el tesoro se perdería, vendería tan sólo marfil. El verdadero tesoro vale más que la vida, porque se muere sin venderlo. No sirve para salvar la vida. El tesoro vale mucho y no vale nada. En eso está el tesoro; en que no se puede vender.

Industrias y andanzas de Alfanhuí, Tercera Parte III
Rafael Sánchez Ferlosio

Industrias y andanzas de Alfanhuí (Rafael Sánchez Ferlosio) 1ª, XV

En el campo de Guadalajara amarillea el espino. Alterna la flor del espino con la grana de los tomillares. Un verde tierno se desvanece entre la tierra negra y los ásperos arbustos. En el campo de Guadalajara amanecen unas alondras oscuras y pequeñas, que tienen el pecho pinto y el pico endeble. Los caminos van por los llanos de las mesas altas y calizas que se cortan en talud hacia los valles declinantes. Una vez al año se verán, a lo lejos, los tricornios de los guardias civiles que cabalgan por estos caminos. Pero son caminos de zorros y ladrones, y los guardias civiles están en el casino de la ciudad, jugando al dominó con un tendero de ultramarinos que tiene los pulgares en las bocamangas del chaleco. Los ladrones duermen en las minas de los castillos que coronan los cerros escarpados, y las viejitas vestidas de negro, hermanas de las llares y de las sartenes, juegan al corro en los verdes prados. Las viejitas tienen los huesos de alambre y mueren después de los hombres y después de los álamos. Se ahogan en los vados del Henares y se las lleva la corriente, flotando como trapos negros. A veces se enganchan en los mimbres o en los tamujos que crecen junto a los tajamares de los puentes, y enredan los anzuelos de los pescadores. Las viejitas de Guadalajara van siempre juntas y huyen cuando alguna se ahoga, y no se lo cuentan a nadie.

Industrias y andanzas de Alfanhuí, Primera Parte, XV
Rafael Sánchez Ferlosio