miércoles, noviembre 29, 2006

A través de la Selva Amazónica [Ciudades antiguas] (Percy Harrison Fawcett)

¿Por qué hemos de suponer que las ciudades antiguas, si es que existen, deben estar necesariamente en la misma región donde se dan tradiciones que hablan de ellas? He comprobado una y otra vez que los indios no poseen un concepto de la distancia, lo que a veces produce en uno la impresión de que algo lejano se halla relativamente cerca. El niño indio puede oír a su madre hablar de una prodigiosa ciudad situada “más allá” y crecer con la creencia de que está junto a los límites de los movimientos de la tribu. No obstante, es posible que el relato se haya transmitido de generación en generación, desde un remoto pasado en el que la tribu formaba parte de una nación, antes de que los cataclismos obligasen a los pueblos a llevar una existencia nómada. Oír historias de una ciudad antigua en el territorio de ciertos indios, y descubrir luego que tal ciudad no existe, no constituye una prueba de que las tradiciones carecen de fundamento. Para los pueblos primitivos el tiempo no significa lo mismo que para nosotros. El conocimiento que poseen de sus antepasados se remonta a miles de años, mientras que el nuestro apenas abarca unos siglos, y narran sucesos acontecidos en la antigüedad como si fuesen hechos recientes. Esto supone una de las mayores dificultades a la hora de localizar las antiguas ciudades, e ignorarlo equivale a perder el tiempo y la confianza.

A través de la Selva Amazónica
Percy Harrison Fawcett

miércoles, noviembre 22, 2006

Mi niña Lola (Joaquín Sabina)

Mi niña Lola es negra y se llama Buika,
gitana de Guinea sin bata de cola
amapola con rizos de Tanganica.

Soledad que la escucha no está tan sola,
los vellos con sus polvos de pica pica
saben a sello añejo y radiogramola.

Sus dientes separados filtran el viento
que nace en los pulmones desencajados
y abreva en lo más jondo del sentimiento.

Tocan palmas los duendes resucitados,
los hados, los luzbeles del sacramento
del compás de los ángeles desterrados.

Lo que tiene lo da porque necesita
destapar su cajita, niña Pandora,
a la hora verde olivo de la lunita.

Canta como se canta cuando se llora,
cuando se desgañita el agua bendita,
cuando Venus vomita el mal de la aurora.

Qué pellizco bluesero rompiendo aguas,
qué pasión contenida, qué incertidumbre,
qué sinrazón prendida de las enaguas.

Qué aceite, qué vinagre de nieve y lumbre,
qué cumbre de los guetos y de las fraguas,
qué fleco en el chaleco de la costumbre.

Huérfana de Quiroga, León y Quintero,
si me encargara hacerle una copla un día
firmaría de rodillas y sin sombrero.

Tus penas son las venas del alma mía,
preso de tu mirada libre te quiero,
cuéntame tus duquelas con alegría.

Mi niña Lola
Joaquín Sabina

Amor, sexo (Rita Lee)

Amor es un libro... el sexo es un deporte
Sexo es elección... Amor es suerte...
Amor es un pensamiento, un teorema...
Amor es novela... Sexo es cine...
Sexo es imaginación... fantasía...
Amor es prosa... Sexo es poesía..
Amor nos vuelve patéticos...
Sexo es una selva de epilépticos...
Amor es cristiano... el Sexo es pagano..
Amor es latifundio... Sexo es invasión..
Amor es divino... Sexo es animal...
Amor es bossa nova... Sexo es carnaval...
Amor es para siempre... el Sexo también..
Sexo es lo bueno... Amor es del bien...
Amor sin Sexo... es Amistad..
Sexo sin Amor... es solo... ganas...
Amor es un Sexo a dos...
Sexo antes... Amor después...
Sexo viene de los otros... y luego va...
Amor viene de nosotros... y demora...

Amor, sexo
Rita Lee

Lady sing the blues (Billie Holiday)

Los jóvenes siempre me preguntan de dónde procede mi estilo, cómo evolucionó y todas esas cosas ¿Qué puedo decirles? Si descubres una melodía y tiene algo que ver contigo, no hay nada que desarrollar. La sientes, sencillamente, y cuando la cantas los que te oyen también sienten algo. En mi caso, no tiene nada que ver con el trabajo, los arreglos ni los ensayos. Dame una canción que me llegue y nunca significará trabajo. Algunas canciones me llegan tanto que no soporto cantarlas, pero ésa es harina de otro costal.

Lady sing the blues
Billie Holiday

lunes, noviembre 20, 2006

Dios salve a La Movida (Silvia Grijalba)

La Nueva Ola era la versión española de lo que estaba pasando en Londres, París, Nueva Cork y todas las grandes ciudades del mundo: la vuelta del rock and roll y el pop, el renacer del punk, la locura en la pista de baile y la música electrónica. En España coincidió con el tiempo cuando los niños del baby boom éramos ya jóvenes adultos y teníamos nuestra propia cultura, diferente de la de los mayores porque éramos la primera generación criada en frente de la televisión, con música pop y rock como banda sonora. Las modas y corrientes tenían ya derecho a surgir en nuestras calles independientemente de lo que mandasen Londres, París y Nueva Cork y, para bien o para mal, la Nueva Ola era madrileña hasta la médula. Los trasnochados progres carpetovetónicos acuciados por los vientos de cambio y las nuevas actitudes de los que éramos más jóvenes y estábamos más liberados, iniciaron su proceso para reciclarse en modernos y posmodernos. Cuando consiguieron concluirlo, había nacido La Movida.

Dios salve a La Movida
Silvia Grijalba

Bestiario del circo (Pepe Viyuela)

El mago debe su existencia a su capacidad para deslumbrar al espíritu, a ser capaz de describirnos sin palabras la incógnita de los orígenes, y a saber romper los hilos de la lógica para crear otros vínculos entre las causas y los efectos.
Es experto en hacer quiebros a lo razonable. Mostrando infinitas posibilidades para lo común y lo esperado. Que deja de serlo cuando él lo desbarata. Lo vulgar entre sus manos y sus pañuelos se convierte en lo que menos podíamos imaginar, dudamos de lo que vemos y quisiéramos entrar en la trastienda de sus ojos para ver a través de ellos. […]
Sus ramos de flores, de súbita aparición, les nacen en eterno de la palma de la mano. Son flores que han regado con su sangre, una pócima de vida, teñida de bermellón, una sangre que circula por el aire y por la tierra, por la espalda de los unicornios, y que cuando se cortan tiñe los cuchillos de invisible y los transforma en bastón o en cuerda de nudos. Si una gota de su sangre cayera al suelo, al instante brotaría una columna de mariposas y pañuelos de colores, amanecería varias veces seguidas solo en ese punto de la tierra. Si la sangre nos tocara, estaríamos durante varias horas apareciendo y desapareciendo como un luminoso de neón.

Bestiario del circo
Pepe Viyuela

La Revolución Pop (Jesús Ordovás)

En esa época estaba todo el mundo junto. El piso en el que hacíamos Pancoca se lo teníamos alquilado a un amigo, y en el piso de abajo estaba Pablo Pérez Mínguez con Almodóvar rodando Laberinto de Pasiones. Eso era en la calle Montesquinza, que es una calle tremendamente burguesa y elegante de Madrid, y allí llegaban los grupos vestidos con chupas de cuero llenas de imperdibles y se encontraban en la puerta con un portero de librea. Era muy gracioso ver aquellos contrastes. Y cuando ellos acababan de rodar y nosotros de dibujar nos bajábamos al Teide, en la Castellana y estábamos allí hasta las dos de la mañana. Luego nos íbamos al Rockola, al Sol, a la presentación de un disco, aun concierto o a una exposición. Y así todos los días. Era una época en la que recorríamos Madrid de un sitio a otro todas las noches. Y siempre aparecía gente nueva que llegaba de otras ciudades, gente que estaba inquieta y quería participar en las cosas que se estaban haciendo aquí: películas, revistas, grupos, fanzines, sellos discográficos...

Óscar Mariné en La Revolución Pop
Jesús Ordovás

El nombre de la rosa (Umberto Eco)

Sólo me queda callar. O quam salubre, quam iucundum et suave est sedere in solitudine et tacere et loqui cum Deo! Dentro de poco me reuniré con mi principio, y ya no creo que éste sea el Dios de gloria del que me hablaron los abades de mi orden, ni el de júbilo, como creían los franciscanos de aquella época, y quizá ni siquiera sea el Dios de piedad... Me internaré deprisa en ese desierto vastísimo, perfectamente llano e inconmensurable, donde el corazón piadoso sucumbe colmado de beatitud. Me hundiré en la tiniebla divina, en un silencio mudo y en una unión inefable, y en ese hundimiento se perderá toda igualdad y toda desigualdad, y en ese abismo mi espíritu se perderá a sí mismo, y ya no conocerá lo igual ni lo desigual, ni ninguna otra cosa: y se olvidarán todas las diferencias, estaré en el fundamento simple, en el desierto silencioso donde nunca ha existido la diversidad, en la intimidad donde nadie se encuentra en su propio sitio. Caeré en la divinidad silenciosa y deshabitada donde no hay obra ni imagen.

El nombre de la Rosa
Umberto Eco

Los diarios de Berlín (Marie “Missie” Vassiltchikov)

16 de Noviembre.
Turno de noche. A la mañana siguiente de un ataque, siempre me encuentro mal: es una especie de resaca muscular. He ido media hora a casa después de darme un baño en la oficina: es el único lugar donde hay agua caliente de vez en cuando. Por desgracia van a trasladar mi archivo de fotos (y yo con él) a lo que fuera la legación checa en Rauchstrasse.
Todo el mundo está conmocionado por la noticia de que han despedido al jefe del lugar. La GESTAPO se hizo con una carta que éste le envió a su ex mujer, que vive en el Ruhr, en la que la advertía de bombardeos inminentes. El segundo marido de ella lo denunció. ¡Vaya faena!
Esta noche he cenado en casa de los Bismarck en Postdam con Adam Trott, los Hassell y Furtwängler. Este último, al que aterra que los rusos puedan llegar a alemania, me ha decepcionado. No sé por qué, pero esperaba más “clase” de un músico genial.

Los diarios de Berlín
Marie “Missie” Vassiltchikov

Ulises, hombre solo (José Manuel Crespo)

¿A donde irás, Ulises, que no escuches
ese virgen sonido de la brisa,
esas voces, esa casi secreta
presencia del enigma en tus auroras?
Un atajo en el tiempo me desvía
(no divagues, Ulises, no preguntes
ni por qué ni a qué vienen: son las olas)
y en la noche que cierra los jardines
(la antigua tentación de la alegría
ya no tiene poder sobre mis venas)
mi alma batalla en la inquietud.

Ulises, hombre solo

José Manuel Crespo

miércoles, noviembre 15, 2006

Vivir para contarlo III (Paulina Vinderman)

Agua dulce es el nombre del café
y el nombre que me susurraba mi primer amante.
Yo no era dulce, la furia asomaba en el verano
a lo largo de una partida de ajedrez
que iba a durar hasta que los árboles dijeran basta.
Todavía es verano, los árboles no dicen basta
y la luz sobre el puente
marca aquella frágil furia convertida en fronteras,
esquirlas de poemas,
tesoros que ya no tienen caja de guardar.
¿Qué es escribir sino modificar la respiración
de las ciudades?
Camino hacia el café de la mano de un marinero ruso
que recién bajó de su barco hacia la ginebra
oscilando sobre un caminito bordeado de narcisos.
En su inglés primitivo puede contarme poco.
Me extiende varias fotos entre los vasos ardientes
y miro
(¿Cuánto hace que estoy despierta y que miro,
despierta todo el tiempo para mirar?)
Una casa de suburbio, abandonada a un orgullo de
sartén, de felpudo, de cafetera lustrada.
Con el alma vacía contemplo un perro negro
y más atrás, la cicatriz de la derrota
en mi propia memoria que también se mira.
Salgo de la foto a un umbral,
a una noche cálida en una ciudad tan grande
que no cree en sí misma, sólo late y en ella
por azar nos reconocemos: la piedra oscura del hogar
(no sale la mancha, no sale con la esponja y
el esfuerzo del brazo y el vértigo de las estrellas
mientras espiamos el idéntico gesto del padre
y una bandera diferente)
Insomnes, reuniremos de a poco nuestra obstinación.
¿Qué fué primero, la orfandad o la herida?
Por ahora es el viento el escritor absoluto,
el dueño de todas las historias.

Vivir para contarlo III
Paulina Vinderman

El gato negro (Edgar Allan Poe)

No espero ni remotamente que se conceda el menor crédito a la extraña, aunque familiar historia que voy a relatar. Sería verdaderamente insensato esperarlo cuando mis mismos sentidos rechazan su propio testimonio. No obstante, yo no estoy loco, y ciertamente no sueño. Pero, por si muero mañana, quiero aliviar hoy mi alma. Me propongo presentar ante el mundo, clara, sucintamente y sin comentarios, una serie de sencillos sucesos domésticos. Por sus consecuencias, estos sucesos me han torturado, me han anonadado. Con todo, sólo trataré de aclararlos. A mí sólo horror me han causado, a muchas personas parecerán tal vez menos terribles que estrambóticos. Quizá más tarde surja una inteligencia que de a mi visión una forma regular y tangible; una inteligencia más serena, más lógica, y, sobre todo, menos excitable que la mía, que no encuentre en las circunstancias que relato con horror más que una sucesión de causas y de efectos naturales.

El gato negro
Edgar Allan Poe

lunes, noviembre 13, 2006

Don Juan (Gonzalo Torrente Ballester)

He leído muchas veces que Don Juan fue un individualista, y siempre me resistí a creerlo. [...] Pero, por otra parte, es evidente su soledad social, es decir, su falta absoluta de solidaridad con los hombres. Y no digamos su soledad metafísica, su soledad de profesional del pecado. [...] Condenado al individualismo, a ser él, sólo él, per saecula saeculorum. Como se es, según dicen , en el infierno. En lo cual me aparto de la conocida concepción sartriana de que el infierno son los demás. Para mi Don Juan, el infierno es él mismo. Pero líbreme Dios de hacer de esto una concepción general, una “tesis”. No pasa, como todo lo demás, de ocurrencia humorística.

Don Juan
Gonzalo Torrente Ballester

sábado, noviembre 11, 2006

Madison Avenue, de Ciudad del hombre: New York (Jose María Fonollosa)

Hay que huir de la gente. Los amigos
tienen palabras, gestos y miradas
con una piedra dentro que hace daño.

Hay que huir de la gente. La familia
es la mano que aguanta la cabeza
para que permanezcas bajo el agua.

Y el amor es tan sólo una palabra
que una mujer nos pone entre los brazos.
Al irse la mujer duele su nombre.

Estar aislado es grato para el alma.
Estar aislado es grato para el cuerpo.
Morir es sólo aislarse un poco más.

Madison Avenue, de Ciudad del hombre: New York
Jose María Fonollosa