martes, enero 31, 2006

El perseguidor (Julio Cortázar)

Te digo que he querido nadar sin agua. Me pareció... pero hay que ser idiota... me pareció que un día iba a encontrar otra cosa. No estaba satisfecho, pensaba que las cosas buenas, el vestido rojo de Lan, y hasta Bee, eran como trampas para ratones, no sé explicarme de otra manera... Trampas para que uno se conforme, sabes, para que uno diga que todo está bien. Bruno, yo creo que Lan y el jazz, sí, hasta el jazz, eran como anuncios en una revista, cosas bonitas para que me quedara conforme como te quedas tú porque tienes París y tu mujer y tu trabajo... Yo tenía mi saxo... y mi sexo, como dice el libro. Todo lo que hacía falta. Trampas, querido... porque no puede ser que no haya otra cosa, no puede ser que estemos tan cerca, tan del otro lado de la puerta...

El perseguidor
Julio Cortázar

lunes, enero 30, 2006

Juan López y John Ward (Jorge Luis Borges)

Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.

Juan López y John Ward
Jorge Luis Borges

martes, enero 24, 2006

Felicidad y Libros (Artículo de Pedro Sorela)

Las imágenes no han podido nunca y siguen sin poder igualar los poderes de las palabras en el ser humano; ahí es nada: imaginación e idea. De su ausencia han nacido siempre los más variados totalitarismos padecidos por el hombre. Una cultura incapaz de contar el dolor es más bajita, ya no siente el viaje ni es capaz de escribirlo más que en la ficción del vídeo, y está condenada a las fronteras de su aldea y a la música repetitiva de su campanario, y más tarde o más temprano, al totalitarismo. Los destinos de la palabra y del hombre son uno solo.

Felicidad y Libros
Pedro Sorela

jueves, enero 19, 2006

Aplaudiendo al mago Anthony Blake (¿descubierto?) (Artículo de Miguel A. Gallardo Ortiz (M.A.G.O.) )

El mago es el único profesional realmente honesto. Te promete que te va a engañar, y al final resulta ser el único que cumple su palabra con integridad, y sin perjudicarte, salvo en lo peor de tu orgullo, donde es bueno podar mágicamente la cizaña y otras malas hierbas. Además, el mago hace desaparecer el aburrimiento, y con él suele desaparecer la enfermedad, y así, en muchas ocasiones, el mago y su ilusión mejora la calidad de vida e incluso la productividad laboral, y con ellas la riqueza, bienestar y la cultura, sobre todo haciendo desaparecer la incultura. Pero luego, lamentablemente, siempre aparece algún político, o algún periodista, tratando de hacer desaparecer al mago. Y a veces lo consiguen.

Aplaudiendo al mago Anthony Blake (¿descubierto?)
Miguel A. Gallardo Ortiz (M.A.G.O.)


Miguel Ángel Gallardo Ortiz (M.A.G.O.) es ingeniero y criminólogo y pertenece Círculo Mágico de Madrid, de la Sociedad Española de Ilusionismo.

martes, enero 17, 2006

Sobre la intuición cinematográfica (Mauricio Alvarez) (Breve)

Hay un cine que uno sabe que existe aunque no lo haya visto, un cine que tiene que existir porque uno sabe que no solo es posible sino que es necesario. Un cine que uno desea e intuye en secreto. (...) A veces uno entra en una sala desconocida (digamos el auditorio del CCCB) y no le importa el nombre del director, ni el título de la película, pues no es momento de ponerse con esas cosas. (...) Entonces uno entra y ve. Y se da cuenta que hay gente haciendo películas en cualquier parte y en cualquier formato, pero en todo caso películas, es decir cine.
[Gente que hace películas porque lo necesita o porque tiene rabia o amor. Gente que busca esa forma propia, que no tiene miedo a explorar en zonas poco transitadas, y que al final nos regalan unos minutos de imágenes y sonidos capaces de tocar fibras sensibles.
Y algunas de esas películas se quedan dentro de uno mismo, a veces por mucho tiempo, diciendo cosas, sugiriendo otras formas de mirar el mundo, señalando caminos expresivos y vitales. Cuando esto sucede es a la vez maravilloso y misterioso. No siempre pasa, no todas las películas le llegan a uno de esa forma, pero acá, en este festival, en estas secciones, se dan el ambiente y la libertad necesarios para que un cine de este tipo pueda verse. Y eso, en estos tiempos, es motivo de celebración.]

Sobre la intuición cinematográfica
Mauricio Alvarez

1984 (George Orwell) (Doblepensar)

El que controla el pasado —decía el slogan del Partido—, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado.» Y, sin embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado. Todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo. Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria. A esto le llamaban «control de la realidad». Pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar.

1984
George Orwell

lunes, enero 16, 2006

Himno (Aynd Rand)

YO soy. YO pienso. Yo lo deseo.
Mis manos... Mi espíritu... Mi cielo... Mi bosque... Esta tierra mía...
¿Qué debo decir aparte? Estas son las palabras y esta la respuesta.
YO estoy parado aquí, en la cumbre de la montaña.
YO levanto mi cabeza y YO extiendo mis brazos. Estos, mi cuerpo y espíritu , éste es el fin de mi búsqueda.
YO deseé saber el significado de las cosas. YO soy el significado. YO deseé encontrar un motivo para existir.
YO no necesito un motivo para existir ni una sanción para mi existencia.
Son mis ojos que ven, y es la vista de mis ojos que otorga belleza a la tierra.
Son mis oídos que oyen y es la función de mis oídos que da su canción al mundo.
Es mi mente que piensa y el juicio de mi mente es el único faro que puede encontrar la verdad.
Es mi voluntad que elige, y la elección de mi voluntad es el único edicto que debo respetar.
Muchas palabras se me han otorgado y algunas son falsas pero tres son sagradas: "YO lo deseo".
Cualquiera que sea la ruta que YO tome, la estrella guía esta dentro de mí;
La estrella guía y la brújula que indica el camino apuntan a una sola dirección.
Apuntan hacia mí.
YO no sé si esta tierra que me paro es el centro del universo o si es sólo una mota de polvo perdida en la eternidad. YO no lo sé ni me preocupa. Porque YO sé que la felicidad es posible en esta tierra Y mi felicidad no necesita un objetivo superior para justificarse. Mi felicidad no es objetivo para fin alguno. Es el fin. Es su propio objetivo. Es su propio propósito.
Tampoco soy el medio para fin alguno que otros deseen conseguir. No soy una herramienta para su uso. No soy un sirviente para sus necesidades.
No soy una venda para sus heridas. No soy un sacrificio en sus altares.
YO soy un ser humano. Este milagro del YO es mío para poseer y conservar y mío para guardar y mío para usar y mío para arrodillarme.
YO no rindo mis tesoros ni los comparto. La fortuna de mi espíritu no es para ser compartida en monedas de bronce y arrojada a los vientos como limosna para los pobres de espíritu. YO guardo mis tesoros: mi pensamiento, mi voluntad, mi libertad. Y el más grande de éstos es mi libertad.
Nada debo a mis hermanos y no pretendo deudas de ellos. A nadie pido que viva por mi ni vivo para otros.
YO no deseo el alma de individuo alguno ni es mi alma para que ellos la deseen.
YO no soy enemigo ni amigo de mis hermanos sino como cada uno lo merezcan de mi.
Y para merecer mi amor, mis hermanos deben hacer mas que haber nacido.
YO no otorgo mi amor sin razón ni a cualquiera que pase y desee pretenderlo.
YO honro a los seres humanos con amor. Pero tal honor es algo que debe ser merecido.
YO elegiré amigos entre los hombres pero no esclavos y amos. Y YO los elegiré sólo como me plazca. Y YO los amaré y respetaré pero no les ordenaré ni les obedeceré.
Himno
Extraído de El poder de la Palabra.

martes, enero 10, 2006

Nueva visita a Un mundo feliz (Aldous Huxley)

En 1931, cuando fue escrito Un Mundo Feliz, yo estaba convencido de que se disponía todavía de muchísimo tiempo. La sociedad completamente organizada, el sistema científico de castas, la abolición del libre albedrío por el acondicionamiento metódico, la servidumbre hecha aceptable por dosis regulares de bienestar químicamente inducido y las ortodoxias inculcadas en cursos nocturnos de enseñanza durante el sueño eran cosas que venían, desde luego, pero no en mi tiempo, ni siquiera en el tiempo de mis nietos. No recuerdo la fecha exacta de los sucesos registrados en Un Mundo Feliz, pero era alrededor del siglo VI o VII D. F. (después de Ford). Quienes vivíamos en el segundo cuarto del siglo XX de la era de Cristo habitábamos, hay que admitirlo, un mundo horripilante, pero la pesadilla de aquellos años de depresión era radicalmente distinta de la pesadilla del futuro descrita en Un Mundo Feliz. La nuestra era una pesadilla de orden muy inferior; la de los otros, los del siglo VII D.F., era excesiva. En el proceso de pasar de un extremo al otro habría, según yo me imaginaba, un largo intervalo durante el cual el tercio más afortunado de la raza humana sacaría lo más posible de los dos mundos: el desordenado mundo del liberalismo y el excesivamente ordenado Mundo Feliz donde la perfecta eficiencia no dejaba sitio para la libertad o la iniciativa personal.
Veintisiete años después, en este tercer cuarto del siglo XX de la era de Cristo y mucho antes de que termine el siglo I D. F., me siento mucho menos optimista que cuando escribía Un Mundo Feliz.

Nueva visita a Un mundo feliz
Aldous Huxley

lunes, enero 09, 2006

Mi último suspiro (Luis Buñuel) (La Orden de Toledo)

Me parece que fue en 1921 cuando -en compañía del filósofo Solalinde- descubrí Toledo. Llegamos de Madrid en tren y nos quedamos dos o tres días. Recuerdo una representación de Don Juan Tenorio y una velada que pasé en un burdel. Como no tenía el menor deseo de tocar a la muchacha que estaba conmigo, la hipnoticé y la mandé a llamar a la puerta del filólogo.
Desde el primer día quedé prendado, más que de la belleza turística de la ciudad, de su ambiente indefinible. Volví a menudo con mis amigos de la Residencia de Estudiantes y, el día de San José de 1923, fundé la “Orden de Toledo”, de la que me nombré a mi mismo Condestable.
Aquella “Orden” funcionó y siguió admitiendo nuevos miembros hasta 1936.

Mi último suspiro
Luis Buñuel

Mi último suspiro (Luis Buñuel) (El tabaco)

El tabaco casa admirablemente con el alcohol (si el alcohol es la reina, el tabaco es el rey), es un amable compañero con el que afrontar todos los acontecimientos de una vida. Es el amigo de los buenos y los malos momentos. Se enciende un cigarrillo para celebrar una alegría y para ahogar una pena. Estando solo o acompañado.
El tabaco es un placer de todos los sentidos: de la vista (es bonito ver bajo el papel de plata los cigarrillos blancos, alineados como para revista), del olfato, del tacto... Si me vendaran los ojos y me pusieran entre los labios un cigarrillo encendido, me negaría a fumar. Me gusta sentir el paquete en el bolsillo, abrirlo, palpar la consistencia del cigarrillo, notar el roce del papel en los labios, gustar el sabor del tabaco en la lengua, ver brotar la llama, arrimarla, llenarme de calor...
Mi último suspiro
Luis Buñuel

jueves, enero 05, 2006

De la barbarie a la imaginación (Rafael Humberto Moreno-Durán)

Una ciudad es un mundo de muchas páginas. Su palpable exterioridad de concreto y acero, sus monumentos y avenidas, su fauna díscola o amable, sus tugurios y catedrales, sus transeúntes nativos o foráneos, ocultan una verdad más profunda: su interioridad, es decir, la subjetividad de la convivencia urbana. Al pasar de un sector al otro, del frontis del rascacielos a la penuria del inquilinato, el transeúnte deja de ser un mero peatón y deviene fläneur, un atento lector y a la vez amanuense de lo que le dicta su entorno. La ciudad es entonces ese libro cuyos distritos se hojean como capítulos, sus calles se agotan como párrafos y sus monumentos se glosan como inmejorables notas a pie de página: un asterisco para profundizar un ápice en su historia o en su drama.

De la barbarie a la imaginación
R. H. Moreno-Durán

miércoles, enero 04, 2006

Los niños de los Chiripitifláuticos (Ignacio Elguero)

La nuestra fue la última generación que jugaba de forma generalizada en la calle, que tuvo la calle como su zona natural de juego. La calle era nuestro lugar de encuentro con los amigos, con pandillas de chicos o de chicas, pues por entonces siempre solíamos jugar por separado. Nos divertíamos con una serie de juegos, en muchos casos heredados de las generaciones anteriores, que tenían la calle como sitio corriente para su desarrollo. Y posiblemente fue la nuestra la última generación que tuvo la calle como escenario de sus juegos, porque una serie de circunstancias cambiaron el escenario social en el que nos movíamos. La llegada de los juegos electrónicos y de los ordenadores, el tráfico cada vez más intenso en las ciudades, la construcción de bloques de viviendas donde antes había descampados y la inseguridad ciudadana, crearon, en las generaciones posteriores a la nuestra, una forma diferente de divertirse y relacionarse, con formas de juego y ocio posiblemente más introspectivas y excluyentes.
El llamado desarrollismo de los años sesenta condujo a la creación de barrios periféricos en las ciudades: fue la construcción de las llamadas ciudades dormitorio. Este desarrollo urbano produjo el que temporalmente existieran grandes descampados, zonas aún por urbanizar, que fueron los lugares de esparcimiento de chicos y chicas de los setenta. Quitando el mismo centro de la ciudad, los barrios, las pequeñas ciudades y los pueblos contaban con zonas abiertas para que jugásemos sin el peligro de los coches y con la libertad del espacio. Por aquellos finales sesenta y primeros setenta jugar en la calle fue la primera de nuestras libertades.

Los niños de los Chiripitifláuticos
Ignacio Elguero

Inglaterra, Inglaterra (Julian Barnes) (Vender el pasado)

Usted... nosotros... Inglaterra..., mi cliente..., es..., somos... una nación muy antigua, con una gran historia, una gran sabiduría acumulada. Historia social y cultural, montones, resmas de historia sumamente comercializable, y nunca más que en los tiempos que corren. Shakespeare, la reina Victoria, la Revolución Industrial, la jardinería, ese tipo de cosas. Si puedo acuñar, no, mejor, patentar una frase: Somos ya lo que otros aspiran a ser. No es compadecerse de uno mismo, es la fuerza de nuestra posición, nuestra gloria, nuestra colocación del producto. Somos los nuevos pioneros. ¡Tenemos que vender nuestro pasado a otros países como si fuera su futuro!!

Inglaterra, Inglaterra
Julian Barnes

Inglaterra, Inglaterra (Julian Barnes) (La "música tradicional")

Un día mi padre me contó una historia. De un compositor soviético, no me acuerdo quién. Fue durante la guerra, la que llamaron la Gran Guerra Patriótica. Contra los alemanes. Todo el mundo tenia que arrimar el hombro, y el Kremlin dijo a los compositores soviéticos que tenían que escribir música que inspirase al pueblo para expulsar al agresor. Nada de música artística, les dijo, necesitamos música para el pueblo que proceda del pueblo.
Así que mandaron a los compositores principales a diversas regiones y les dijeron que volviesen con alegres suites de música popular. Y a aquel hombre le enviaron al Cáucaso, creo que era en el Cáucaso, y en todo caso era una de las regiones que Stalin había intentado exterminar unos años antes, ya sabes, colectivización, purgas, limpieza étnica, hambruna, debería haberlo dicho antes. Bueno, pues el hombre viaja en busca de canciones campesinas, el violinista que toca en las bodas y cosas así. ¿Y sabes lo que descubrió? ¡Que no quedaba una auténtica música popular! Como Stalin había devastado los pueblos y desperdigado a todos los campesinos, al hacerlo había erradicado la música
[...]
De modo que el compositor se vio en apuros. No podía volver a Moscú y decir tranquilamente que el Gran Jefe había eliminado por error, desgraciadamente, toda la música de la región. Hubiese sido temerario. Entonces verás lo que hizo. Inventó algunas canciones populares. Luego escribió una suite basada en ellas y se la llevó a Moscú. Misión cumplida.

Inglaterra, Inglaterra
Julian Barnes

Crónica de una amistad (Henry James & Robert Louis Stevenson)

Stevenson a James
Vailima, Apia, Samoa, 29 de Diciembre de 1890
[...]
Estamos en medio de la estación de las lluvias y vivimos entre alarmas de huracanes, en una pequeña y muy insegura caja de madera de dos pisos a 650 pies por encima de la playa ya a unas tres millas de ella. Detrás de nosotros, hasta la otra pendiente de la isla, selva desierta, picos y ruidosos torrentes; delante, verdes laderas hasta el mar, del cual dominamos unas cincuenta millas. Vemos los barcos cuando salen y entran en la peligrosa rada de Apia; y si están muy lejos en alta mar incluso vemos sus masteleros mientras están anclados. En cuanto a sonidos humanos, más allá de los de nuestros propios trabajadores nos llegan, a intervalos muy largos, saludos desde los buques de guerra en el puerto, la campana de la catedral y el sonido quedo de la caracola llamando a los peones de las plantaciones alemanas. Ayer, que fue domingo tuvimos un visitante: Baker de Tonga. ¿Ha oído hablar de él? Aquí es un gran hombre; está acusado de robo, violación, asesinato judicial, envenenamiento privado, aborto, apropiación indebida de caudales públicos; cosa extraña, no de falsificación ni de incendio; le divertiría a usted si supiera cuán copiosas vuelan las acusaciones en este mundo de los Mares del Sur. No tengo ninguna duda de que mi propia reputación sea un tanto ilustre; si aún no lo es, vienen buenos tiempos.

Crónica de una amistad
Correspondencia y otros escritos
Henry James & Robert Louis Stevenson