martes, diciembre 26, 2006

Industrias y andanzas de Alfanhuí (Rafael Sánchez Ferlosio) 2ª, V- VI

La criada era una mujer de unos cuarenta años, larga y flaca, y que llevaba siempre chichos en el pelo, menos los domingos cuando salía. Tenía muy poco pelo, y siempre de levantaba a media noche, con el camisón y una palmatoria, para mirarse al espejo. Y como se veía siempre tan fea extendía los brazos y lo arañaba. Luego se volvía a la cama y dormía beatíficamente con una sonrisa en los labios. Se llamaba Silvestra, y la llamaban “Silve”, porque en Madrid no se decía ninguna palabra de más de dos sílabas.
[...]
Silve tenía siempre buen humor, pero a veces era respondona. A doña Tere, en vez de enfadarla, le hacía gracia y la aplacaba riéndose y con buenas palabras. Alfanhuí se enteró de que la cabra y el huerto eran instituciones de la Silve. La cabra la había traído de su pueblo y de vez en cuando se lo echaba en cara a la patrona, como si aquello librara a la pensión de la ruina. Y así lo creía ella y doña Tere se lo dejaba creer.

Industrias y andanzas de Alfanhuí, Segunda Parte, V - VI
Rafael Sánchez Ferlosio

miércoles, noviembre 29, 2006

A través de la Selva Amazónica [Ciudades antiguas] (Percy Harrison Fawcett)

¿Por qué hemos de suponer que las ciudades antiguas, si es que existen, deben estar necesariamente en la misma región donde se dan tradiciones que hablan de ellas? He comprobado una y otra vez que los indios no poseen un concepto de la distancia, lo que a veces produce en uno la impresión de que algo lejano se halla relativamente cerca. El niño indio puede oír a su madre hablar de una prodigiosa ciudad situada “más allá” y crecer con la creencia de que está junto a los límites de los movimientos de la tribu. No obstante, es posible que el relato se haya transmitido de generación en generación, desde un remoto pasado en el que la tribu formaba parte de una nación, antes de que los cataclismos obligasen a los pueblos a llevar una existencia nómada. Oír historias de una ciudad antigua en el territorio de ciertos indios, y descubrir luego que tal ciudad no existe, no constituye una prueba de que las tradiciones carecen de fundamento. Para los pueblos primitivos el tiempo no significa lo mismo que para nosotros. El conocimiento que poseen de sus antepasados se remonta a miles de años, mientras que el nuestro apenas abarca unos siglos, y narran sucesos acontecidos en la antigüedad como si fuesen hechos recientes. Esto supone una de las mayores dificultades a la hora de localizar las antiguas ciudades, e ignorarlo equivale a perder el tiempo y la confianza.

A través de la Selva Amazónica
Percy Harrison Fawcett

miércoles, noviembre 22, 2006

Mi niña Lola (Joaquín Sabina)

Mi niña Lola es negra y se llama Buika,
gitana de Guinea sin bata de cola
amapola con rizos de Tanganica.

Soledad que la escucha no está tan sola,
los vellos con sus polvos de pica pica
saben a sello añejo y radiogramola.

Sus dientes separados filtran el viento
que nace en los pulmones desencajados
y abreva en lo más jondo del sentimiento.

Tocan palmas los duendes resucitados,
los hados, los luzbeles del sacramento
del compás de los ángeles desterrados.

Lo que tiene lo da porque necesita
destapar su cajita, niña Pandora,
a la hora verde olivo de la lunita.

Canta como se canta cuando se llora,
cuando se desgañita el agua bendita,
cuando Venus vomita el mal de la aurora.

Qué pellizco bluesero rompiendo aguas,
qué pasión contenida, qué incertidumbre,
qué sinrazón prendida de las enaguas.

Qué aceite, qué vinagre de nieve y lumbre,
qué cumbre de los guetos y de las fraguas,
qué fleco en el chaleco de la costumbre.

Huérfana de Quiroga, León y Quintero,
si me encargara hacerle una copla un día
firmaría de rodillas y sin sombrero.

Tus penas son las venas del alma mía,
preso de tu mirada libre te quiero,
cuéntame tus duquelas con alegría.

Mi niña Lola
Joaquín Sabina

Amor, sexo (Rita Lee)

Amor es un libro... el sexo es un deporte
Sexo es elección... Amor es suerte...
Amor es un pensamiento, un teorema...
Amor es novela... Sexo es cine...
Sexo es imaginación... fantasía...
Amor es prosa... Sexo es poesía..
Amor nos vuelve patéticos...
Sexo es una selva de epilépticos...
Amor es cristiano... el Sexo es pagano..
Amor es latifundio... Sexo es invasión..
Amor es divino... Sexo es animal...
Amor es bossa nova... Sexo es carnaval...
Amor es para siempre... el Sexo también..
Sexo es lo bueno... Amor es del bien...
Amor sin Sexo... es Amistad..
Sexo sin Amor... es solo... ganas...
Amor es un Sexo a dos...
Sexo antes... Amor después...
Sexo viene de los otros... y luego va...
Amor viene de nosotros... y demora...

Amor, sexo
Rita Lee

Lady sing the blues (Billie Holiday)

Los jóvenes siempre me preguntan de dónde procede mi estilo, cómo evolucionó y todas esas cosas ¿Qué puedo decirles? Si descubres una melodía y tiene algo que ver contigo, no hay nada que desarrollar. La sientes, sencillamente, y cuando la cantas los que te oyen también sienten algo. En mi caso, no tiene nada que ver con el trabajo, los arreglos ni los ensayos. Dame una canción que me llegue y nunca significará trabajo. Algunas canciones me llegan tanto que no soporto cantarlas, pero ésa es harina de otro costal.

Lady sing the blues
Billie Holiday

lunes, noviembre 20, 2006

Dios salve a La Movida (Silvia Grijalba)

La Nueva Ola era la versión española de lo que estaba pasando en Londres, París, Nueva Cork y todas las grandes ciudades del mundo: la vuelta del rock and roll y el pop, el renacer del punk, la locura en la pista de baile y la música electrónica. En España coincidió con el tiempo cuando los niños del baby boom éramos ya jóvenes adultos y teníamos nuestra propia cultura, diferente de la de los mayores porque éramos la primera generación criada en frente de la televisión, con música pop y rock como banda sonora. Las modas y corrientes tenían ya derecho a surgir en nuestras calles independientemente de lo que mandasen Londres, París y Nueva Cork y, para bien o para mal, la Nueva Ola era madrileña hasta la médula. Los trasnochados progres carpetovetónicos acuciados por los vientos de cambio y las nuevas actitudes de los que éramos más jóvenes y estábamos más liberados, iniciaron su proceso para reciclarse en modernos y posmodernos. Cuando consiguieron concluirlo, había nacido La Movida.

Dios salve a La Movida
Silvia Grijalba

Bestiario del circo (Pepe Viyuela)

El mago debe su existencia a su capacidad para deslumbrar al espíritu, a ser capaz de describirnos sin palabras la incógnita de los orígenes, y a saber romper los hilos de la lógica para crear otros vínculos entre las causas y los efectos.
Es experto en hacer quiebros a lo razonable. Mostrando infinitas posibilidades para lo común y lo esperado. Que deja de serlo cuando él lo desbarata. Lo vulgar entre sus manos y sus pañuelos se convierte en lo que menos podíamos imaginar, dudamos de lo que vemos y quisiéramos entrar en la trastienda de sus ojos para ver a través de ellos. […]
Sus ramos de flores, de súbita aparición, les nacen en eterno de la palma de la mano. Son flores que han regado con su sangre, una pócima de vida, teñida de bermellón, una sangre que circula por el aire y por la tierra, por la espalda de los unicornios, y que cuando se cortan tiñe los cuchillos de invisible y los transforma en bastón o en cuerda de nudos. Si una gota de su sangre cayera al suelo, al instante brotaría una columna de mariposas y pañuelos de colores, amanecería varias veces seguidas solo en ese punto de la tierra. Si la sangre nos tocara, estaríamos durante varias horas apareciendo y desapareciendo como un luminoso de neón.

Bestiario del circo
Pepe Viyuela

La Revolución Pop (Jesús Ordovás)

En esa época estaba todo el mundo junto. El piso en el que hacíamos Pancoca se lo teníamos alquilado a un amigo, y en el piso de abajo estaba Pablo Pérez Mínguez con Almodóvar rodando Laberinto de Pasiones. Eso era en la calle Montesquinza, que es una calle tremendamente burguesa y elegante de Madrid, y allí llegaban los grupos vestidos con chupas de cuero llenas de imperdibles y se encontraban en la puerta con un portero de librea. Era muy gracioso ver aquellos contrastes. Y cuando ellos acababan de rodar y nosotros de dibujar nos bajábamos al Teide, en la Castellana y estábamos allí hasta las dos de la mañana. Luego nos íbamos al Rockola, al Sol, a la presentación de un disco, aun concierto o a una exposición. Y así todos los días. Era una época en la que recorríamos Madrid de un sitio a otro todas las noches. Y siempre aparecía gente nueva que llegaba de otras ciudades, gente que estaba inquieta y quería participar en las cosas que se estaban haciendo aquí: películas, revistas, grupos, fanzines, sellos discográficos...

Óscar Mariné en La Revolución Pop
Jesús Ordovás

El nombre de la rosa (Umberto Eco)

Sólo me queda callar. O quam salubre, quam iucundum et suave est sedere in solitudine et tacere et loqui cum Deo! Dentro de poco me reuniré con mi principio, y ya no creo que éste sea el Dios de gloria del que me hablaron los abades de mi orden, ni el de júbilo, como creían los franciscanos de aquella época, y quizá ni siquiera sea el Dios de piedad... Me internaré deprisa en ese desierto vastísimo, perfectamente llano e inconmensurable, donde el corazón piadoso sucumbe colmado de beatitud. Me hundiré en la tiniebla divina, en un silencio mudo y en una unión inefable, y en ese hundimiento se perderá toda igualdad y toda desigualdad, y en ese abismo mi espíritu se perderá a sí mismo, y ya no conocerá lo igual ni lo desigual, ni ninguna otra cosa: y se olvidarán todas las diferencias, estaré en el fundamento simple, en el desierto silencioso donde nunca ha existido la diversidad, en la intimidad donde nadie se encuentra en su propio sitio. Caeré en la divinidad silenciosa y deshabitada donde no hay obra ni imagen.

El nombre de la Rosa
Umberto Eco

Los diarios de Berlín (Marie “Missie” Vassiltchikov)

16 de Noviembre.
Turno de noche. A la mañana siguiente de un ataque, siempre me encuentro mal: es una especie de resaca muscular. He ido media hora a casa después de darme un baño en la oficina: es el único lugar donde hay agua caliente de vez en cuando. Por desgracia van a trasladar mi archivo de fotos (y yo con él) a lo que fuera la legación checa en Rauchstrasse.
Todo el mundo está conmocionado por la noticia de que han despedido al jefe del lugar. La GESTAPO se hizo con una carta que éste le envió a su ex mujer, que vive en el Ruhr, en la que la advertía de bombardeos inminentes. El segundo marido de ella lo denunció. ¡Vaya faena!
Esta noche he cenado en casa de los Bismarck en Postdam con Adam Trott, los Hassell y Furtwängler. Este último, al que aterra que los rusos puedan llegar a alemania, me ha decepcionado. No sé por qué, pero esperaba más “clase” de un músico genial.

Los diarios de Berlín
Marie “Missie” Vassiltchikov

Ulises, hombre solo (José Manuel Crespo)

¿A donde irás, Ulises, que no escuches
ese virgen sonido de la brisa,
esas voces, esa casi secreta
presencia del enigma en tus auroras?
Un atajo en el tiempo me desvía
(no divagues, Ulises, no preguntes
ni por qué ni a qué vienen: son las olas)
y en la noche que cierra los jardines
(la antigua tentación de la alegría
ya no tiene poder sobre mis venas)
mi alma batalla en la inquietud.

Ulises, hombre solo

José Manuel Crespo

miércoles, noviembre 15, 2006

Vivir para contarlo III (Paulina Vinderman)

Agua dulce es el nombre del café
y el nombre que me susurraba mi primer amante.
Yo no era dulce, la furia asomaba en el verano
a lo largo de una partida de ajedrez
que iba a durar hasta que los árboles dijeran basta.
Todavía es verano, los árboles no dicen basta
y la luz sobre el puente
marca aquella frágil furia convertida en fronteras,
esquirlas de poemas,
tesoros que ya no tienen caja de guardar.
¿Qué es escribir sino modificar la respiración
de las ciudades?
Camino hacia el café de la mano de un marinero ruso
que recién bajó de su barco hacia la ginebra
oscilando sobre un caminito bordeado de narcisos.
En su inglés primitivo puede contarme poco.
Me extiende varias fotos entre los vasos ardientes
y miro
(¿Cuánto hace que estoy despierta y que miro,
despierta todo el tiempo para mirar?)
Una casa de suburbio, abandonada a un orgullo de
sartén, de felpudo, de cafetera lustrada.
Con el alma vacía contemplo un perro negro
y más atrás, la cicatriz de la derrota
en mi propia memoria que también se mira.
Salgo de la foto a un umbral,
a una noche cálida en una ciudad tan grande
que no cree en sí misma, sólo late y en ella
por azar nos reconocemos: la piedra oscura del hogar
(no sale la mancha, no sale con la esponja y
el esfuerzo del brazo y el vértigo de las estrellas
mientras espiamos el idéntico gesto del padre
y una bandera diferente)
Insomnes, reuniremos de a poco nuestra obstinación.
¿Qué fué primero, la orfandad o la herida?
Por ahora es el viento el escritor absoluto,
el dueño de todas las historias.

Vivir para contarlo III
Paulina Vinderman

El gato negro (Edgar Allan Poe)

No espero ni remotamente que se conceda el menor crédito a la extraña, aunque familiar historia que voy a relatar. Sería verdaderamente insensato esperarlo cuando mis mismos sentidos rechazan su propio testimonio. No obstante, yo no estoy loco, y ciertamente no sueño. Pero, por si muero mañana, quiero aliviar hoy mi alma. Me propongo presentar ante el mundo, clara, sucintamente y sin comentarios, una serie de sencillos sucesos domésticos. Por sus consecuencias, estos sucesos me han torturado, me han anonadado. Con todo, sólo trataré de aclararlos. A mí sólo horror me han causado, a muchas personas parecerán tal vez menos terribles que estrambóticos. Quizá más tarde surja una inteligencia que de a mi visión una forma regular y tangible; una inteligencia más serena, más lógica, y, sobre todo, menos excitable que la mía, que no encuentre en las circunstancias que relato con horror más que una sucesión de causas y de efectos naturales.

El gato negro
Edgar Allan Poe

lunes, noviembre 13, 2006

Don Juan (Gonzalo Torrente Ballester)

He leído muchas veces que Don Juan fue un individualista, y siempre me resistí a creerlo. [...] Pero, por otra parte, es evidente su soledad social, es decir, su falta absoluta de solidaridad con los hombres. Y no digamos su soledad metafísica, su soledad de profesional del pecado. [...] Condenado al individualismo, a ser él, sólo él, per saecula saeculorum. Como se es, según dicen , en el infierno. En lo cual me aparto de la conocida concepción sartriana de que el infierno son los demás. Para mi Don Juan, el infierno es él mismo. Pero líbreme Dios de hacer de esto una concepción general, una “tesis”. No pasa, como todo lo demás, de ocurrencia humorística.

Don Juan
Gonzalo Torrente Ballester

sábado, noviembre 11, 2006

Madison Avenue, de Ciudad del hombre: New York (Jose María Fonollosa)

Hay que huir de la gente. Los amigos
tienen palabras, gestos y miradas
con una piedra dentro que hace daño.

Hay que huir de la gente. La familia
es la mano que aguanta la cabeza
para que permanezcas bajo el agua.

Y el amor es tan sólo una palabra
que una mujer nos pone entre los brazos.
Al irse la mujer duele su nombre.

Estar aislado es grato para el alma.
Estar aislado es grato para el cuerpo.
Morir es sólo aislarse un poco más.

Madison Avenue, de Ciudad del hombre: New York
Jose María Fonollosa

jueves, abril 13, 2006

La voz de la ciudad (O. Henry)

Bill, échame una mano. Me ha sido encomendada la misión de descubrir la Voz de la ciudad. [...] Forzosamente tiene que ser un discurso poderoso y de largo alcance. Para llegar a él tenemos que captar el tremendo estrépito de los acordes del tráfico diurno, las risas y la música de la noche, los tonos solemnes del doctor Parkhurst, el ragtime, los lamentos, el sigiloso murmullo de las ruedas de los taxis, los gritos del agente de publicidad, el campanilleo de las fuentes en las azoteas ajardinadas, el vocerío del vendedor de fresas y los cronistas del Everybody’s Magazine, los susurros de los amantes en los parques... Todos esos sonidos han de entrar en la Voz, no combinados, sino mezclados, y de esa mezcla se ha de extraer una esencia, y de esa esencia un extracto, un extracto audible, del que una sola gota habrá de formar aquello que perseguimos.

La voz de la ciudad
O. Henry

lunes, marzo 27, 2006

La región más transparente (Carlos Fuentes)

Aquí caímos. Qué le vamos a hacer. Aguantarnos, mano. A ver si algún día mis dedos tocan los tuyos. Ven, déjate caer conmigo en la cicatriz lunar de nuestra ciudad, ciudad puñado de alcantarillas, ciudad cristal de vahos y escarcha mineral, ciudad presencia de todos nuestros olvidos, ciudad de acantilados carnívoros, ciudad dolor inmóvil, ciudad de la brevedad inmensa, ciudad del sol detenido, ciudad de calcinaciones largas, ciudad a fuego lento, ciudad con el agua al cuello, ciudad del letargo pícaro, ciudad de los nervios negros, ciudad de los tres ombligos, ciudad de la risa gualda, ciudad del hedor torcido, ciudad rígida entre el aire y los gusanos, ciudad vieja en las luces, vieja ciudad en su cuna de aves agoreras, ciudad nueva junto al polvo esculpido, ciudad a la vela del cielo gigante, ciudad de barnices oscuros y pedrería, ciudad bajo el lodo esplendente, ciudad de víscera y cuerdas, ciudad de la derrota violada (la que no pudimos amamantar a la luz, la derrota secreta), ciudad del tianguis sumiso, carne de tinaja, ciudad reflexión de la furia, ciudad del fracaso ansiado, ciudad en tempestad de cúpulas, ciudad abrevadero de las fauces rígidas del hermano empapado de sed y costras, ciudad tejida en la amnesia, resurrección de infancias, encarnación de pluma, ciudad perro, ciudad famélica, suntuosa villa, ciudad lepra y cólera, hundida ciudad. Tuna incandescente. Águila sin alas. Serpiente de estrellas. Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire.

La región más transparente
Carlos Fuentes

jueves, febrero 09, 2006

El príncipe (Maquiavelo)

Quien llega a ser Señor de una ciudad acostumbrada a vivir libre y al punto no la destruye, que tema ser destruido por ella, porque ésta tiene siempre por refugio en sus rebeliones el nombre de la libertad y sus viejas costumbres, las cuales ni por el paso del tiempo ni por beneficio alguno se olvidarán jamás. Y por más que se haga o se provea, si no se expulsa o dispersa a sus habitantes, estos no olvidarán en ningún momento ese nombre ni esas costumbres...

El Príncipe
Maquiavelo

martes, enero 31, 2006

El perseguidor (Julio Cortázar)

Te digo que he querido nadar sin agua. Me pareció... pero hay que ser idiota... me pareció que un día iba a encontrar otra cosa. No estaba satisfecho, pensaba que las cosas buenas, el vestido rojo de Lan, y hasta Bee, eran como trampas para ratones, no sé explicarme de otra manera... Trampas para que uno se conforme, sabes, para que uno diga que todo está bien. Bruno, yo creo que Lan y el jazz, sí, hasta el jazz, eran como anuncios en una revista, cosas bonitas para que me quedara conforme como te quedas tú porque tienes París y tu mujer y tu trabajo... Yo tenía mi saxo... y mi sexo, como dice el libro. Todo lo que hacía falta. Trampas, querido... porque no puede ser que no haya otra cosa, no puede ser que estemos tan cerca, tan del otro lado de la puerta...

El perseguidor
Julio Cortázar

lunes, enero 30, 2006

Juan López y John Ward (Jorge Luis Borges)

Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.

Juan López y John Ward
Jorge Luis Borges

martes, enero 24, 2006

Felicidad y Libros (Artículo de Pedro Sorela)

Las imágenes no han podido nunca y siguen sin poder igualar los poderes de las palabras en el ser humano; ahí es nada: imaginación e idea. De su ausencia han nacido siempre los más variados totalitarismos padecidos por el hombre. Una cultura incapaz de contar el dolor es más bajita, ya no siente el viaje ni es capaz de escribirlo más que en la ficción del vídeo, y está condenada a las fronteras de su aldea y a la música repetitiva de su campanario, y más tarde o más temprano, al totalitarismo. Los destinos de la palabra y del hombre son uno solo.

Felicidad y Libros
Pedro Sorela

jueves, enero 19, 2006

Aplaudiendo al mago Anthony Blake (¿descubierto?) (Artículo de Miguel A. Gallardo Ortiz (M.A.G.O.) )

El mago es el único profesional realmente honesto. Te promete que te va a engañar, y al final resulta ser el único que cumple su palabra con integridad, y sin perjudicarte, salvo en lo peor de tu orgullo, donde es bueno podar mágicamente la cizaña y otras malas hierbas. Además, el mago hace desaparecer el aburrimiento, y con él suele desaparecer la enfermedad, y así, en muchas ocasiones, el mago y su ilusión mejora la calidad de vida e incluso la productividad laboral, y con ellas la riqueza, bienestar y la cultura, sobre todo haciendo desaparecer la incultura. Pero luego, lamentablemente, siempre aparece algún político, o algún periodista, tratando de hacer desaparecer al mago. Y a veces lo consiguen.

Aplaudiendo al mago Anthony Blake (¿descubierto?)
Miguel A. Gallardo Ortiz (M.A.G.O.)


Miguel Ángel Gallardo Ortiz (M.A.G.O.) es ingeniero y criminólogo y pertenece Círculo Mágico de Madrid, de la Sociedad Española de Ilusionismo.

martes, enero 17, 2006

Sobre la intuición cinematográfica (Mauricio Alvarez) (Breve)

Hay un cine que uno sabe que existe aunque no lo haya visto, un cine que tiene que existir porque uno sabe que no solo es posible sino que es necesario. Un cine que uno desea e intuye en secreto. (...) A veces uno entra en una sala desconocida (digamos el auditorio del CCCB) y no le importa el nombre del director, ni el título de la película, pues no es momento de ponerse con esas cosas. (...) Entonces uno entra y ve. Y se da cuenta que hay gente haciendo películas en cualquier parte y en cualquier formato, pero en todo caso películas, es decir cine.
[Gente que hace películas porque lo necesita o porque tiene rabia o amor. Gente que busca esa forma propia, que no tiene miedo a explorar en zonas poco transitadas, y que al final nos regalan unos minutos de imágenes y sonidos capaces de tocar fibras sensibles.
Y algunas de esas películas se quedan dentro de uno mismo, a veces por mucho tiempo, diciendo cosas, sugiriendo otras formas de mirar el mundo, señalando caminos expresivos y vitales. Cuando esto sucede es a la vez maravilloso y misterioso. No siempre pasa, no todas las películas le llegan a uno de esa forma, pero acá, en este festival, en estas secciones, se dan el ambiente y la libertad necesarios para que un cine de este tipo pueda verse. Y eso, en estos tiempos, es motivo de celebración.]

Sobre la intuición cinematográfica
Mauricio Alvarez

1984 (George Orwell) (Doblepensar)

El que controla el pasado —decía el slogan del Partido—, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado.» Y, sin embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado. Todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo. Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria. A esto le llamaban «control de la realidad». Pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar.

1984
George Orwell

lunes, enero 16, 2006

Himno (Aynd Rand)

YO soy. YO pienso. Yo lo deseo.
Mis manos... Mi espíritu... Mi cielo... Mi bosque... Esta tierra mía...
¿Qué debo decir aparte? Estas son las palabras y esta la respuesta.
YO estoy parado aquí, en la cumbre de la montaña.
YO levanto mi cabeza y YO extiendo mis brazos. Estos, mi cuerpo y espíritu , éste es el fin de mi búsqueda.
YO deseé saber el significado de las cosas. YO soy el significado. YO deseé encontrar un motivo para existir.
YO no necesito un motivo para existir ni una sanción para mi existencia.
Son mis ojos que ven, y es la vista de mis ojos que otorga belleza a la tierra.
Son mis oídos que oyen y es la función de mis oídos que da su canción al mundo.
Es mi mente que piensa y el juicio de mi mente es el único faro que puede encontrar la verdad.
Es mi voluntad que elige, y la elección de mi voluntad es el único edicto que debo respetar.
Muchas palabras se me han otorgado y algunas son falsas pero tres son sagradas: "YO lo deseo".
Cualquiera que sea la ruta que YO tome, la estrella guía esta dentro de mí;
La estrella guía y la brújula que indica el camino apuntan a una sola dirección.
Apuntan hacia mí.
YO no sé si esta tierra que me paro es el centro del universo o si es sólo una mota de polvo perdida en la eternidad. YO no lo sé ni me preocupa. Porque YO sé que la felicidad es posible en esta tierra Y mi felicidad no necesita un objetivo superior para justificarse. Mi felicidad no es objetivo para fin alguno. Es el fin. Es su propio objetivo. Es su propio propósito.
Tampoco soy el medio para fin alguno que otros deseen conseguir. No soy una herramienta para su uso. No soy un sirviente para sus necesidades.
No soy una venda para sus heridas. No soy un sacrificio en sus altares.
YO soy un ser humano. Este milagro del YO es mío para poseer y conservar y mío para guardar y mío para usar y mío para arrodillarme.
YO no rindo mis tesoros ni los comparto. La fortuna de mi espíritu no es para ser compartida en monedas de bronce y arrojada a los vientos como limosna para los pobres de espíritu. YO guardo mis tesoros: mi pensamiento, mi voluntad, mi libertad. Y el más grande de éstos es mi libertad.
Nada debo a mis hermanos y no pretendo deudas de ellos. A nadie pido que viva por mi ni vivo para otros.
YO no deseo el alma de individuo alguno ni es mi alma para que ellos la deseen.
YO no soy enemigo ni amigo de mis hermanos sino como cada uno lo merezcan de mi.
Y para merecer mi amor, mis hermanos deben hacer mas que haber nacido.
YO no otorgo mi amor sin razón ni a cualquiera que pase y desee pretenderlo.
YO honro a los seres humanos con amor. Pero tal honor es algo que debe ser merecido.
YO elegiré amigos entre los hombres pero no esclavos y amos. Y YO los elegiré sólo como me plazca. Y YO los amaré y respetaré pero no les ordenaré ni les obedeceré.
Himno
Extraído de El poder de la Palabra.

martes, enero 10, 2006

Nueva visita a Un mundo feliz (Aldous Huxley)

En 1931, cuando fue escrito Un Mundo Feliz, yo estaba convencido de que se disponía todavía de muchísimo tiempo. La sociedad completamente organizada, el sistema científico de castas, la abolición del libre albedrío por el acondicionamiento metódico, la servidumbre hecha aceptable por dosis regulares de bienestar químicamente inducido y las ortodoxias inculcadas en cursos nocturnos de enseñanza durante el sueño eran cosas que venían, desde luego, pero no en mi tiempo, ni siquiera en el tiempo de mis nietos. No recuerdo la fecha exacta de los sucesos registrados en Un Mundo Feliz, pero era alrededor del siglo VI o VII D. F. (después de Ford). Quienes vivíamos en el segundo cuarto del siglo XX de la era de Cristo habitábamos, hay que admitirlo, un mundo horripilante, pero la pesadilla de aquellos años de depresión era radicalmente distinta de la pesadilla del futuro descrita en Un Mundo Feliz. La nuestra era una pesadilla de orden muy inferior; la de los otros, los del siglo VII D.F., era excesiva. En el proceso de pasar de un extremo al otro habría, según yo me imaginaba, un largo intervalo durante el cual el tercio más afortunado de la raza humana sacaría lo más posible de los dos mundos: el desordenado mundo del liberalismo y el excesivamente ordenado Mundo Feliz donde la perfecta eficiencia no dejaba sitio para la libertad o la iniciativa personal.
Veintisiete años después, en este tercer cuarto del siglo XX de la era de Cristo y mucho antes de que termine el siglo I D. F., me siento mucho menos optimista que cuando escribía Un Mundo Feliz.

Nueva visita a Un mundo feliz
Aldous Huxley

lunes, enero 09, 2006

Mi último suspiro (Luis Buñuel) (La Orden de Toledo)

Me parece que fue en 1921 cuando -en compañía del filósofo Solalinde- descubrí Toledo. Llegamos de Madrid en tren y nos quedamos dos o tres días. Recuerdo una representación de Don Juan Tenorio y una velada que pasé en un burdel. Como no tenía el menor deseo de tocar a la muchacha que estaba conmigo, la hipnoticé y la mandé a llamar a la puerta del filólogo.
Desde el primer día quedé prendado, más que de la belleza turística de la ciudad, de su ambiente indefinible. Volví a menudo con mis amigos de la Residencia de Estudiantes y, el día de San José de 1923, fundé la “Orden de Toledo”, de la que me nombré a mi mismo Condestable.
Aquella “Orden” funcionó y siguió admitiendo nuevos miembros hasta 1936.

Mi último suspiro
Luis Buñuel

Mi último suspiro (Luis Buñuel) (El tabaco)

El tabaco casa admirablemente con el alcohol (si el alcohol es la reina, el tabaco es el rey), es un amable compañero con el que afrontar todos los acontecimientos de una vida. Es el amigo de los buenos y los malos momentos. Se enciende un cigarrillo para celebrar una alegría y para ahogar una pena. Estando solo o acompañado.
El tabaco es un placer de todos los sentidos: de la vista (es bonito ver bajo el papel de plata los cigarrillos blancos, alineados como para revista), del olfato, del tacto... Si me vendaran los ojos y me pusieran entre los labios un cigarrillo encendido, me negaría a fumar. Me gusta sentir el paquete en el bolsillo, abrirlo, palpar la consistencia del cigarrillo, notar el roce del papel en los labios, gustar el sabor del tabaco en la lengua, ver brotar la llama, arrimarla, llenarme de calor...
Mi último suspiro
Luis Buñuel

jueves, enero 05, 2006

De la barbarie a la imaginación (Rafael Humberto Moreno-Durán)

Una ciudad es un mundo de muchas páginas. Su palpable exterioridad de concreto y acero, sus monumentos y avenidas, su fauna díscola o amable, sus tugurios y catedrales, sus transeúntes nativos o foráneos, ocultan una verdad más profunda: su interioridad, es decir, la subjetividad de la convivencia urbana. Al pasar de un sector al otro, del frontis del rascacielos a la penuria del inquilinato, el transeúnte deja de ser un mero peatón y deviene fläneur, un atento lector y a la vez amanuense de lo que le dicta su entorno. La ciudad es entonces ese libro cuyos distritos se hojean como capítulos, sus calles se agotan como párrafos y sus monumentos se glosan como inmejorables notas a pie de página: un asterisco para profundizar un ápice en su historia o en su drama.

De la barbarie a la imaginación
R. H. Moreno-Durán

miércoles, enero 04, 2006

Los niños de los Chiripitifláuticos (Ignacio Elguero)

La nuestra fue la última generación que jugaba de forma generalizada en la calle, que tuvo la calle como su zona natural de juego. La calle era nuestro lugar de encuentro con los amigos, con pandillas de chicos o de chicas, pues por entonces siempre solíamos jugar por separado. Nos divertíamos con una serie de juegos, en muchos casos heredados de las generaciones anteriores, que tenían la calle como sitio corriente para su desarrollo. Y posiblemente fue la nuestra la última generación que tuvo la calle como escenario de sus juegos, porque una serie de circunstancias cambiaron el escenario social en el que nos movíamos. La llegada de los juegos electrónicos y de los ordenadores, el tráfico cada vez más intenso en las ciudades, la construcción de bloques de viviendas donde antes había descampados y la inseguridad ciudadana, crearon, en las generaciones posteriores a la nuestra, una forma diferente de divertirse y relacionarse, con formas de juego y ocio posiblemente más introspectivas y excluyentes.
El llamado desarrollismo de los años sesenta condujo a la creación de barrios periféricos en las ciudades: fue la construcción de las llamadas ciudades dormitorio. Este desarrollo urbano produjo el que temporalmente existieran grandes descampados, zonas aún por urbanizar, que fueron los lugares de esparcimiento de chicos y chicas de los setenta. Quitando el mismo centro de la ciudad, los barrios, las pequeñas ciudades y los pueblos contaban con zonas abiertas para que jugásemos sin el peligro de los coches y con la libertad del espacio. Por aquellos finales sesenta y primeros setenta jugar en la calle fue la primera de nuestras libertades.

Los niños de los Chiripitifláuticos
Ignacio Elguero

Inglaterra, Inglaterra (Julian Barnes) (Vender el pasado)

Usted... nosotros... Inglaterra..., mi cliente..., es..., somos... una nación muy antigua, con una gran historia, una gran sabiduría acumulada. Historia social y cultural, montones, resmas de historia sumamente comercializable, y nunca más que en los tiempos que corren. Shakespeare, la reina Victoria, la Revolución Industrial, la jardinería, ese tipo de cosas. Si puedo acuñar, no, mejor, patentar una frase: Somos ya lo que otros aspiran a ser. No es compadecerse de uno mismo, es la fuerza de nuestra posición, nuestra gloria, nuestra colocación del producto. Somos los nuevos pioneros. ¡Tenemos que vender nuestro pasado a otros países como si fuera su futuro!!

Inglaterra, Inglaterra
Julian Barnes

Inglaterra, Inglaterra (Julian Barnes) (La "música tradicional")

Un día mi padre me contó una historia. De un compositor soviético, no me acuerdo quién. Fue durante la guerra, la que llamaron la Gran Guerra Patriótica. Contra los alemanes. Todo el mundo tenia que arrimar el hombro, y el Kremlin dijo a los compositores soviéticos que tenían que escribir música que inspirase al pueblo para expulsar al agresor. Nada de música artística, les dijo, necesitamos música para el pueblo que proceda del pueblo.
Así que mandaron a los compositores principales a diversas regiones y les dijeron que volviesen con alegres suites de música popular. Y a aquel hombre le enviaron al Cáucaso, creo que era en el Cáucaso, y en todo caso era una de las regiones que Stalin había intentado exterminar unos años antes, ya sabes, colectivización, purgas, limpieza étnica, hambruna, debería haberlo dicho antes. Bueno, pues el hombre viaja en busca de canciones campesinas, el violinista que toca en las bodas y cosas así. ¿Y sabes lo que descubrió? ¡Que no quedaba una auténtica música popular! Como Stalin había devastado los pueblos y desperdigado a todos los campesinos, al hacerlo había erradicado la música
[...]
De modo que el compositor se vio en apuros. No podía volver a Moscú y decir tranquilamente que el Gran Jefe había eliminado por error, desgraciadamente, toda la música de la región. Hubiese sido temerario. Entonces verás lo que hizo. Inventó algunas canciones populares. Luego escribió una suite basada en ellas y se la llevó a Moscú. Misión cumplida.

Inglaterra, Inglaterra
Julian Barnes

Crónica de una amistad (Henry James & Robert Louis Stevenson)

Stevenson a James
Vailima, Apia, Samoa, 29 de Diciembre de 1890
[...]
Estamos en medio de la estación de las lluvias y vivimos entre alarmas de huracanes, en una pequeña y muy insegura caja de madera de dos pisos a 650 pies por encima de la playa ya a unas tres millas de ella. Detrás de nosotros, hasta la otra pendiente de la isla, selva desierta, picos y ruidosos torrentes; delante, verdes laderas hasta el mar, del cual dominamos unas cincuenta millas. Vemos los barcos cuando salen y entran en la peligrosa rada de Apia; y si están muy lejos en alta mar incluso vemos sus masteleros mientras están anclados. En cuanto a sonidos humanos, más allá de los de nuestros propios trabajadores nos llegan, a intervalos muy largos, saludos desde los buques de guerra en el puerto, la campana de la catedral y el sonido quedo de la caracola llamando a los peones de las plantaciones alemanas. Ayer, que fue domingo tuvimos un visitante: Baker de Tonga. ¿Ha oído hablar de él? Aquí es un gran hombre; está acusado de robo, violación, asesinato judicial, envenenamiento privado, aborto, apropiación indebida de caudales públicos; cosa extraña, no de falsificación ni de incendio; le divertiría a usted si supiera cuán copiosas vuelan las acusaciones en este mundo de los Mares del Sur. No tengo ninguna duda de que mi propia reputación sea un tanto ilustre; si aún no lo es, vienen buenos tiempos.

Crónica de una amistad
Correspondencia y otros escritos
Henry James & Robert Louis Stevenson