viernes, diciembre 21, 2007

El último espejo (Leopoldo María Panero)

Inspirado en una pesadilla que tuvo por nombre «Marava Domínguez Torán»
Todo aquel que atraviesa el corredor del Miedo
llega fatalmente al Último Espejo
donde una mujer abrazada a tu esqueleto nos muestra
cara a cara el infierno de los ojos sellados
de los ojos cerrados para siempre como en una máscara
de muerta representando en el más allá el teatro último:
así miré yo a los ojos que borraron mi alma
así he mirado yo un día que no existe en el Último Espejo

El último espejo
Leopoldo María Panero

martes, diciembre 04, 2007

El pesimista corregido (Santiago Ramón y Cajal)

Veo negro y siento frío. Me parece que una ola tenebrosa de la noche estelar penetra en mi alma; que la temperatura glacial de los espacios interplanetarios me empapa como el errabundo aerolito; que las células de mi cuerpo pugnan por dispersarse como enjambre de abejas enloquecidas... ¡Lástima que la muerte suspenda la conciencia sin transferirla del cerebro a la célula y de ésta a la molécula! Momento felicísimo debe ser para los átomos de carbono y de nitrógeno encarcelados en los albuminoides del protoplasma el de la liberación definitiva y su libre expansión en los amplios dominios de la atmósfera. ¡Qué placer más grande sería sentirse disolver en la nada; ocultarse de la luz, aleteando sin rumor, como el murciélago que se refugia en la caverna; caer en el abismo, a semejanza del barco zozobrado en las tinieblas, sin producir espumas ni remolinos visibles, sin dejar, en fin, en ningún corazón, el amargor de un sentimiento!

El pesimista corregido
Santiago Ramón y Cajal

lunes, diciembre 03, 2007

Leyendas Urbanas ¿Qué hay de verdad en ellas? (Santiago Camacho)

Un culto en torno a la muerte de Paul McCartney se está formando a pesar de que los familiares insisten en que el famoso Beatle está vivo y goza de buena salud.
Los rumores respecto a la muerte de Paul McCartney aparecieron hace varios meses cuando sus admiradores comenzaron a encontrar símbolos en las letras de las canciones de los Beatles y en las portadas de sus discos. Las emisoras de radio y los periódicos se han visto saturados por multitud de llamadas preguntando: ¿Está vivo Paul?”
La presión popular se fue haciendo tan fuerte que el propio Beatle –o su doble, William Campbell, vaya usted a saber- tuvo que salir a escena para hacer unas declaraciones ante los medios de comunicación: “Estoy vivo y me encuentro bien, aunque preocupado por los rumores sobre mi muerte […], pero claro, si estuviera muerto, sería el último en enterarme.

Leyendas Urbanas ¿Qué hay de verdad en ellas?
Santiago Camacho

Historia de una vida [El miedo] (Elías Canetti)

El miedo prolifera más que nada, no nos hacemos una idea de lo poco que seríamos sin el miedo. La tendencia a entregarse una y otra vez al miedo es constitutiva del ser humano. Ningún miedo se pierde, pero sus escondrijos son misteriosos. Es quizá lo que menos se transforma de todo. Cuando pienso en aquellos primeros años reconozco antes que nada sus miedos, en los que fueron inagotablemente ricos. Muchos los descubro ahora, al cabo del tiempo; otros, que nunca descubriré, han de ser el misterio que me insufle deseos de una vida infinita.

Historia de una vida
Elías Canetti

Dios salve a La Movida [Jesús Ordovás] (Silvia Grijalva?

Yo conservo cuando recibo discos o maquetas en el programa, una cierta inocencia, aunque he escuchado muchísima música y aunque casi todo me suena a algo, trato de recordar que esa gente está empezando y que hay que darle tiempo. Yo mantengo la actitud que tenía en los ochenta, cuando veía a Kaka de Luxe, y Berlanga no sabía cantar, ni Alaska tocar la guitarra, ni Canut el bajo pero, sin embargo, tenían algo especial. Ese algo, que hace que uno piense que pueden ir a más, y esa es la actitud que tengo con la gente que empieza.

Jesús Ordovás en Dios salve a La Movida
Silvia Grijalba

Confesiones de una máscara (Yukio Mishima)

Hacía ya una año que sufría la infantil angustia de poseer un curioso juguete. Yo tenía doce años.
Ese juguete aumentaba de volumen a la menor oportunidad y parecía insinuar que, debidamente utilizado, podía ser fuente de delicias. Pero en ningún lugar tenía yo instrucciones escritas de cómo utilizarlo, y por eso, cuando el juguete tomaba la iniciativa en sus deseos de jugar conmigo, quedaba yo inevitablemente desconcertado. Alguna que otra vez, mi humillación y mi impaciencia alcanzaron tal punto de gravedad que llegué a pensar que deseaba destruir aquel juguete. Sin embargo nada podía hacer como no fuera rendirme al insubordinado instrumento, con su expresión de dulce secreto, y esperar acontecimientos pasivamente.

Confesiones de una máscara
Yukio Mishima

La tentación de existir (Emile Cioran)

Tras la cotidianidad del no ser, ¡qué milagro el del ser! Es lo inaudito, lo que no puede ocurrir, un estado de excepción. Nada hace presa en él, salvo nuestro deseo de alcanzarle, de forzar la entrada, de tomarle por asalto.
Existir es una costumbre que no desespero de adquirir. Imitaré a los otros, a los astutos que lo han logrado, a los tránsfugas de la lucidez, saquearé sus secretos y hasta sus esperanzas, feliz de poder aferrarme con ellos a las indignidades que conducen a la vida. El no me fatiga, él sí me tienta. Habiendo agotado mis reservas de negación, y quizá la negación misma, ¿por que no debería yo salir a la calle a gritar hasta desgañitarme que me encuentro en el umbral de una verdad, de la única válida? Pero cuál pueda ser, eso lo ignoro todavía; no conozco más que la alegría que la precede, la alegría y la locura y el miedo.
Es esta ignorancia -y no el temor al ridículo- lo que me quita el valor del alertar al mundo de observar su espanto ante el espectáculo de mi dicha, de mi sí definitivo, de mi sí sin salida...

La tentación de existir
Emile Cioran

Memoria del flamenco [Vino profundo] (Félix Grande)

Escribo estas líneas al anochecer, junto a una botella de vino. He estado escuchando, a solas, en la casa vacía, una siguiriya que canta Camarón de la Isla. “A los santos del cielo/ les voy a pedir...” Hace unas horas, los habitantes de mi casa, los míos, mis gentes, han ido a otros asuntos; ya no tardarán en volver. En ese tiempo ha visto cómo se amortiguaba, hasta morir, la luz del día; cómo la noche, cortés e inexorable, iba llenando el mundo. Tomé un primer vaso de vino y me entregué, de buena ley y maniatado, a la voracidad de mis recuerdos. A veces, uno no tiene a sus recuerdos; a veces, uno es su prisionero, su perro, su esclavo. ¿Cada uno se reúne con sus recuerdos cuando se lo merece? No lo sé. Me asomé a los últimos años de mi vida, sintiendo un cierto vértigo, un borbotón de gratitud, algún rumor de cicatriz, algo de miedo, un fogonazo de congoja, un poco de perfume humilde, unos ruidos de pasos, puertas que se abren, una gran penumbra de manos, rostros que no se apagan nunca...

Vino profundo, de
Memoria del flamenco
Félix Grande