La fotografía de Luis invoca la brutalidad de la conciencia de a pie, recién descubierta, la descarnada belleza del aliento privado, ensimismado, ultrapersonal, en donde las emociones están desvestidas de arquitectura, más que crudas, y el sudor de los cuerpos y los objetos amenaza con emborronar la imagen, de tanta presencia. La fotografía de Luis augura el presente un segundo antes de que ocurra, es el temblor justo antes de la decisión o la toma de conciencia, tiene el tacto de un presagio, de un recuerdo en duermevela que se borró y se recupera, tiene el sabor de un secreto, encriptado en la funda del anonimato, como la punta de la lengua adivinando la pipa entre las dos cáscaras. La fotografía de Luis son los ojos de Sidharta reconociendo las vísceras de su amado pueblo. El papel lleva nitrato de sangre, no de plata. Baylón se disuelve en el aire que respiran sus personajes, se convierte en entorno inherente, desde donde negocia con las hadas callejeras el desentierro de lo sublime bajo lo cotidiano. Así, aparecen hombres, mujeres, animales y objetos con el halo sonoro de espécimen único sobre el planeta, aunque ellos no lo sepan, y nosotros, recién, sí. Son retales inconscientes de nuestra memoria improbable, a los que no concedimos importancia, hasta que aparecieron, de verdad, en los sueños desvelando todo el significado que habíamos ignorado.
Fotoencuentros 2006
Federico Ruiz de Lobera
Fotoencuentros 2006
Federico Ruiz de Lobera
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