El que controla el pasado —decía el slogan del Partido—, controla también el futuro. El que controla el presente, controla el pasado.» Y, sin embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había sido alterado. Todo lo que ahora era verdad, había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo. Era muy sencillo. Lo único que se necesitaba era una interminable serie de victorias que cada persona debía lograr sobre su propia memoria. A esto le llamaban «control de la realidad». Pero en neolengua había una palabra especial para ello: doblepensar.
1984
George Orwell
1984
George Orwell
2 comentarios:
1984 sin prohibir
La paradoja más inmensa en la que vivimos es muy sencilla. Poseemos TODA (incluso un mayúsculas esta palabra parece no poseer el absoluto significado que pretendo que albergue) la información que nunca hemos imaginado desear. Pues bien, ese torrente se desvanece, permanece inerte, no existe. Ese caudal de enriquecimiento se halla totalmente postrado, menospreciado y violentado, por no hablar de sus supuestos trasmisores. La conclusión es bien sencilla, oscuros e interminables períodos históricos de negación, prohibición, asesinatos, quema de libros, acusaciones de herejía, persecución de los diferentes, fascismos encubiertos con miles de disfraces y atuendos ideológicos, para que sea la propia libertad la que ejerza con mayor contundencia esa impronta totalitaria.
¿Se tratará de un mecanismo de supervivencia de la naturaleza que considera el conocimiento algo innecesario cuando existe el bienestar y se considera a éste como una amenaza desequilibradora?
¿Se tratará de un enésimo plan de zanahorización, creación y mantenimiento de personas no autónomas, no críticas, no curiosas, simples tornillos de una maquinaria perfectamente engrasada?
¿O será la conjunción de las anteriores no conclusiones?
1984 sin prohibir
La paradoja más inmensa en la que vivimos es muy sencilla. Poseemos TODA (incluso un mayúsculas esta palabra parece no poseer el absoluto significado que pretendo que albergue) la información que nunca hemos imaginado desear. Pues bien, ese torrente se desvanece, permanece inerte, no existe. Ese caudal de enriquecimiento se halla totalmente postrado, menospreciado y violentado, por no hablar de sus supuestos trasmisores. La conclusión es bien sencilla, oscuros e interminables períodos históricos de negación, prohibición, asesinatos, quema de libros, acusaciones de herejía, persecución de los diferentes, fascismos encubiertos con miles de disfraces y atuendos ideológicos, para que sea la propia libertad la que ejerza con mayor contundencia esa impronta totalitaria.
¿Se tratará de un mecanismo de supervivencia de la naturaleza que considera el conocimiento algo innecesario cuando existe el bienestar y se considera a éste como una amenaza desequilibradora?
¿Se tratará de un enésimo plan de zanahorización, creación y mantenimiento de personas no autónomas, no críticas, no curiosas, simples tornillos de una maquinaria perfectamente engrasada?
¿O será la conjunción de las anteriores no conclusiones?
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