Me parece que fue en 1921 cuando -en compañía del filósofo Solalinde- descubrí Toledo. Llegamos de Madrid en tren y nos quedamos dos o tres días. Recuerdo una representación de Don Juan Tenorio y una velada que pasé en un burdel. Como no tenía el menor deseo de tocar a la muchacha que estaba conmigo, la hipnoticé y la mandé a llamar a la puerta del filólogo.
Desde el primer día quedé prendado, más que de la belleza turística de la ciudad, de su ambiente indefinible. Volví a menudo con mis amigos de la Residencia de Estudiantes y, el día de San José de 1923, fundé la “Orden de Toledo”, de la que me nombré a mi mismo Condestable.
Aquella “Orden” funcionó y siguió admitiendo nuevos miembros hasta 1936.
Mi último suspiro
Luis Buñuel
Desde el primer día quedé prendado, más que de la belleza turística de la ciudad, de su ambiente indefinible. Volví a menudo con mis amigos de la Residencia de Estudiantes y, el día de San José de 1923, fundé la “Orden de Toledo”, de la que me nombré a mi mismo Condestable.
Aquella “Orden” funcionó y siguió admitiendo nuevos miembros hasta 1936.
Mi último suspiro
Luis Buñuel
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