Las imágenes no han podido nunca y siguen sin poder igualar los poderes de las palabras en el ser humano; ahí es nada: imaginación e idea. De su ausencia han nacido siempre los más variados totalitarismos padecidos por el hombre. Una cultura incapaz de contar el dolor es más bajita, ya no siente el viaje ni es capaz de escribirlo más que en la ficción del vídeo, y está condenada a las fronteras de su aldea y a la música repetitiva de su campanario, y más tarde o más temprano, al totalitarismo. Los destinos de la palabra y del hombre son uno solo.
Felicidad y Libros
Pedro Sorela
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