Delante de una larga hilera de cabañas y de sólidos edificios, que parecían almacenes, trescientos hombres estaban perfectamente alineados, en espera de una orden cualquiera para arrojarse a los barcos, como una legión de demonios, y llevar el terror a todos los mares de Malasia. ¡Qué hombres y qué tipos!
Había malayos, de estatura más bien baja, vigorosos y ágiles como monos, cara cuadrada y huesuda, color oscuro, hombres famosos por su audacia y ferocidad. Los había de Batjan, de color aún más oscuro, conocidos por su afición a la carne humana, aunque dotados de una civilización relativamente avanzada; de Dayako, isla próxima a Borneo, de alta estatura, bellos rasgos, célebres por sus estragos, que les valieron el título de «cortadores de cabezas»; de Siam, con su rostro romboidal y ojos con reflejos amarillentos; de Cochinchina, de color amarillo y con la cabeza adornada por una cola desmesurada; había también indios, buquineses, javaneses, tagalos de Filipinas y, en fin, negritos' con sus enormes cabezas y rasgos repelentes.
Al aparecer el Tigre de Malasia, un bramido recorrió la larga fila de piratas; todos los ojos parecieron incendiarse y todas las manos empuñaron las armas.
Los tigres de Mompracem
Emilio Salgari
Había malayos, de estatura más bien baja, vigorosos y ágiles como monos, cara cuadrada y huesuda, color oscuro, hombres famosos por su audacia y ferocidad. Los había de Batjan, de color aún más oscuro, conocidos por su afición a la carne humana, aunque dotados de una civilización relativamente avanzada; de Dayako, isla próxima a Borneo, de alta estatura, bellos rasgos, célebres por sus estragos, que les valieron el título de «cortadores de cabezas»; de Siam, con su rostro romboidal y ojos con reflejos amarillentos; de Cochinchina, de color amarillo y con la cabeza adornada por una cola desmesurada; había también indios, buquineses, javaneses, tagalos de Filipinas y, en fin, negritos' con sus enormes cabezas y rasgos repelentes.
Al aparecer el Tigre de Malasia, un bramido recorrió la larga fila de piratas; todos los ojos parecieron incendiarse y todas las manos empuñaron las armas.
Los tigres de Mompracem
Emilio Salgari
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