miércoles, noviembre 07, 2007

Pantaleón y las visitadoras (Mario Vargas Llosa)

El día que el suscrito efectuó la visita solo registró 8 presentes, pero había un motivo excepcional: la llegada a Iquitos del ya mentado Hermano Francisco. De las 8, la mayoría deben haber superado los veinticinco años, aunque este cálculo es incierto, pues en la Amazonía las mujeres envejecen prematuramente, no siendo raro toparse en la calle con damitas de apariencia muy seductora, caderas desarrolladas, bustos turgentes y caminar insinuante, a las que, según los standards costeños, se atribuirían veinte o veintidós años y resultan de trece o catorce, y, de otro lado, el suscrito realizaba sus observaciones medio a oscuras, pues Casa Chuchupe está pobremente iluminada, por falta de recursos técnicos o, tal vez, por picardía, pues la penumbra es más tentadora que la claridad, y, si se permite una chanza, por aquello de "en la sombra todos los gatos son pardos". La mayoría, pues, progresando hacia la treintena, con un buen lejos promedio casi todas, si se las evalúa con criterio funcional y sin exquisiteces, es decir, cuerpos atractivos y redondeados, sobre todo en caderas y senos, miembros que tienden a ser generosos en este rincón de la Patria, y caras presentables, aunque, en la inmediatez, aquí es dable comprobar más defectos, no en cuanto a fealdad de nacimiento, sino adquirida por acné, viruela y caída de dientes, accidente este último algo frecuente en la Amazonía, por el debilitante clima e insuficiencias dietéticas. Entre las ocho presentes dominaban las de piel blanca y rasgos indígenas selváticos, luego las mulatas y finalmente las de tipo oriental.

Pantaleón y las visitadoras
Mario Vargas Llosa

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