lunes, mayo 05, 2008

Perdido en Montevideo (Gabriel Peveroni)

¿Es posible manejarse, en una ciudad, sin planos ni mapas? ¿Deslizarse en ella sin ayuda de coloridas cartografías ni aburridas listas de lugares adonde se deba ir con el exclusivo fin de sacarse una fotografía instantánea y decir «yo estuve allí»? Sí, porque una ciudad es para adentrarse en ella, para dejarse seducir por su geografía y rincones casi ocultos. Y así lograr sentir esa vibración que los buenos viajeros dicen encontrar en los puertos más apetecibles. El gran problema es encontrar una ciudad que permita cumplir con tales placeres. Hay pocas ciudades en el mundo, y eso también los saben los buenos viajeros, que puedan disfrutarse de esta manera en el siglo veintiuno. Sin mayores problemas de seguridad. Sin el estrés tan habitual de las grandes urbes. Sin el hastío de la indiferencia ni el absurdo de la sofisticación extrema. Sin barrios privados ni edificios altos. Sin soberbia ni exaltación de frivolidades pasajeras. Montevideo es una de estas ciudades, de las que poco se habla pero que poseen una leyenda tan rica como pocas. Sabe a nostalgia americana, a mezcla de criollo con europeo. Y para descubrirla hay que, precisamente, perderse un poco, circular por sus calles redescubriendo ese sino que la distingue como una de las ciudades más entrañables. [...] Un viaje en el tiempo. Un viaje al borde de un río que hechiza y se convierte en un paseo único e irrepetible. La propuesta es presentar a Montevideo lejos de una cartografía habitual, en una suma de voces y escrituras que nos lleven del tango al rock, del diseño de vanguardia a la no tan reciente historia política. Del fútbol y el carnaval a otros tantos misterios que seducen a propios y extraños. En definitiva, una versión de la eterna «Biblia y el calefón», citando a Discépolo, porque esta ciudad, mi ciudad, muestra orgullosa un calidoscopio de historias que transcurren a este lado del río, ese río como mar que nos separa y comunica con la cercanísima bruma de Buenos Aires y que es también ese mar Atlántico que impone la identidad de uno de los últimos puertos del sur del mundo.

Perdido en Montevideo
Gabriel Peveroni

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