miércoles, mayo 07, 2008

Tratado de las pasiones del alma (Antonio Lobo Antunes)

Ojalá me equivoque con respecto a la estupidez del Hombre, deseó el Ilustrísimo, ojalá se acuerde del episodio del suspenso en Geografía y desaparezca Miño arriba o por el Alentejo camino de España, entendiéndose, en un fondo de taberna, en Viana do Castelo o en Borba, con contrabandistas sombríos, ojalá cruce el Guadiana o el río Lima esta noche y llegue a Vigo para emplearse en un restaurante junto a la playa, o marearse en un carguero panameño hacia Venezuela o Bolivia, donde eche las tripas por la atalaya y alegre a las gaviotas. Ojalá no sea tan imbécil que decida ir a despedirse de Benfica, de los olores difuntos y de las calles que han dejado de existir, de los tranvías de los que no quedan siquiera los raíles y de la Estrada Militar sustituida por un atropello de fincas, ojalá haya desancorado de la infancia y olvidado la barbería del señor Frías, la Bodega de los Huesos, la Zapatería Saúl, la Porcalhota y principalmente las cigüeñas, las cigüeñas Dios mío, ay las cigüeñas, apenas termine, dentro de veintitrés años y once meses, de pagar el apartamento en Miratejo, me mudo a una zona con pájaros, pido vacaciones, me pongo el chándal y me paso los días en el alféizar de la ventana viendo cómo crecen los nidos en las palmeras con una atención desvelada.

Tratado de las pasiones del alma
Antonio Lobo Antunes

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