lunes, mayo 19, 2008

Un viaje al extranjero (Francis Scott Fitzgerald)

Las chicas —de piel morena y brillante, con la nariz chata de los beréberes y preciosos ojos profundos y oscuros— ya estaban en el escenario. Llevaban vestidos de algodón que recordaban lejanamente a los de las niñeras negras del Sur; bajo aquellas ropas sus cuerpos se retorcían en un lento contoneo que culminaba en la danza del vientre, con cadenas de plata que se agitaban enloquecidamente y sartas de monedas de oro de ley tintineando en sus cuellos y brazos. El flautista era también humorista: bailaba, parodiando a las chicas. El que tocaba el tambor, envuelto en piel de cabra como un hechicero, era un auténtico negro de Sudán.
A través del humo de los cigarrillos las chicas bailaban, giraban moviendo los dedos como si tocaran un piano invisible, y la danza parecía fácil, pero, cuando pasaba un rato, resultaba evidente que exigía un extraordinario esfuerzo antes de desembocar en unos pasos lánguidos y sencillos, pero igualmente precisos: era la preparación para la salvaje sensualidad con que remataban la danza.

Un viaje al extranjero
Francis Scott Fitzgerald

La provincia del hombre (Elías Canetti) [La música]

La música es el mejor de los consuelos por el solo hecho de no crear palabras nuevas. Incluso cuando se les pone música a unas palabras, su magia sobrepasa y borra el peligro que ellas conllevan. Pero cuando es más pura es cuando se toca para sí misma. Uno cree en ella de un modo incondicionado, porque la seguridad que infunde es una seguridad de los sentimientos. Su fluencia es más libre que todo lo que parece posible en el ser humano, y en esta libertad está la salvación. Cuanto más poblada esté la tierra y cuanto más domine la máquina en la configuración de la vida del hombre, tanto más imprescindible se va a hacer la música. Vendrá un tiempo en que sólo por ella podrá el hombre escapar a las estrechas mallas de las funciones, y el dejarla como una inmensa reserva de libertad, una reserva libre de toda influencia, va a ser la tarea más importante de la vida espiritual del futuro. La música es la verdadera historia viviente de la Humanidad, una historia de la cual, sin ella, sólo poseemos partes muertas. No es preciso que saquemos de ella nada porque ella está siempre entre nosotros, y basta con oír ingenuamente; todo lo que no sea esto es un aprender inútil.

La provincia del hombre
Elías Canetti

La provincia del hombre (Elías Canetti)

No sirve de nada; uno puede cantarse coros a sí mismo, admirar a caníbales, estar doscientos años bajando por el tronco de un árbol al que antes había trepado; uno puede encerrar al mes como a un loco, en inofensivas cruzadas ir de peregrinación a Palestina con toda una quincallería en el cuerpo, escuchar a Buda, amansar a Mahoma, creer en Cristo, vigilar un capullo, pintar una flor, malograr la aparición de una fruta; uno puede también ir detrás del sol, así que éste se dobla; enseñar a los perros a maullar, a los gatos a ladrar, devolverle todos los dientes a un centenario, cosechar bosques, regar calvas, castrar vacas, ordeñar bueyes; uno puede hacerlo todo con excesiva facilidad (termina uno tan rápidamente con todo), aprender la lengua del hombre de Neanderthal, cortar los brazos de Shiva, quitar de las cabezas de Brahma los Vedas que están anticuados, vestir los Vedas desnudos; impedir que en los cielos de Dios canten los coros de ángeles, espolear a Lao-Tse; incitar a Confucio a que asesine a su padre, arrebatarle a Sócrates la copa de cicuta; quitarle de la boca la inmortalidad; uno puede..., pero no sirve de nada, no hay nada que sirva para nada, no hay qué hacer, no hay más pensamiento que éste: ¿cuándo se dejará de asesinar?

La provincia del hombre
Elías Canetti

viernes, mayo 16, 2008

El escarabajo (Manuel Mújica Láinez)

Por aquella época volvió Velázquez de Italia, luego de dos años de ausencia, y comunicó que lo seguía un nutrido lote de pinturas y esculturas, las cuales adornarían las salas del Buen Retiro. Venían cuadros de Ticiano, del Veronés, de Tintoretto, de Ribera, además de doce leones de bronce dorado y de numerosas copias de estatuas clásicas, del mismo metal. Dicen que Felipe IV que era, como su abuelo Felipe II, hombre de gusto muy afinado, y que encargara la elección de las obras a quien pronto sería su Aposentador Mayor, desfrunció el ceño y pareció animarse, pues no bien llegaron dio exactas órdenes al artista acerca de su colocación en el real sitio.

El escarabajo
Manuel Mújica Láinez

El guitarrista (Luis Landero)

La gira era absurda. Yo me di cuenta nada más conocer a Rives, y luego, cuando vi la furgoneta y a toda aquella gente alrededor. Pero me fui por compromiso, sabes?
Y entonces le hablé de Raimundo, de sus intentos frustrados de triunfar en España y de su proyecto de volverse a París, donde tantos éxitos había tenido y donde aún perduraba el brillo de su nombre. Habíamos vuelto un viernes, y ya al otro día llamó por teléfono a José Manuel Burriac y el señor Burriac le dijo que las puertas de su local estarían abiertas siempre para él. “Le he hablado de ti, primo, y te he puesto por las nubes, y él me ha dicho que vayas tú también, que precisamente lo que falta en París son buenos guitarristas. Así que yo mañana mismo me voy al pueblo a hablar con Hortensia, a convencerla y, si hace falta, a casarme con ella. Tú haz lo mismo con Adriana. ¿Qué te parece las vueltas que da la vida? ¿Quién nos iba a decir que acabaríamos todos juntos en París?”

El guitarrista
Luis Landero

miércoles, mayo 14, 2008

Impresiones y paisajes (Federico García Lorca) [Meditación]

Al recordar, nos envolvemos de una luz suave y triste, y nos elevamos con el pensamiento por encima de todo... Recordamos las calles impregnadas de melancolía, las gentes que tratamos, algún sentimiento que nos invadió y suspiramos por todo, por las calles, por la estación en que las vimos... por volver a vivir lo mismo en una palabra. Pero si por un cambio de la Naturaleza pudiéramos volver a vivir lo mismo, no tendríamos el goce espiritual que cuando lo vemos realizado en nuestra fantasía... Luego un recuerdo tan dulce de los crepúsculos de oro con álamos de coral y pastores y rebaños acurrucados junto a un altozano, mientras unas aves rasgan el bravo fondo aplanador... En estos recuerdos, adobados siempre con la rebelde imaginación fantástica, dejan un dulzor amable, y si alguien en nuestro camino recorrido nos hizo algún mal, tenemos el perdón para él y una misericordia despreciativa para con nosotros mismos, por haber albergado al odio en nuestro pecho, porque comprendemos que todo es el momento, y al mirar al mundo con un corazón generoso no se puede por menos de llorar... y se recuerda...

Meditación, de Impresiones y paisajes
Federico García Lorca

Una puerta al río [El hombre que quería quitarse de la boca el mal sabor del mundo](Barry Gifford)

A Roy lo expulsaron de la escuela el mismo día en que los cuerpos de las hermanas Grime fueron hallados en el Forest Preserve. Las chicas Grime tenían doce y trece años, uno y dos más que Roy, respectivamente. Era una tarde lluviosa de abril cuando Roy se enteró por la radio de los asesinatos mientras esperaba las patatas fritas con salsa de carne que había pedido en la ventanilla de The cottage. Marvin Fisch, que había colgado los estudios el curso anterior a sus dieciséis años tras no superar los exámenes de octavo, atendía la ventanilla.
- La madre que me parió –dijo Marvin, al oír la noticia-. No voy a dejar que mi hermana pequeña salga sola de casa nunca más.
- Las hermanas Grime no iban solas –dijo Roy-. Estaban la una con la otra.

El hombre que quería quitarse de la boca el mal sabor del mundo, de Una puerta al río
Barry Gifford

martes, mayo 13, 2008

Turistas del ideal (Ignacio Vidal-Folch)

Paco hizo mea culpa. Soy un bruto, confesó. Pero la culpa no era del todo suya, de niño no había tenido maestros ni ejemplos que emular, y luego la vida le había llevado de aquí para allá sin rumbo ni meta. Creció en un hogar modesto, aculturalizado; su padre, un borrachín, desapareció cuando él era apenas un chaval. En cuanto acabó el bachillerato su madre le buscó un empleo. Durante doce años trabajó como portero de un parking, dentro de una cabina de vidrio, con un pequeño televisor para matar el tiempo cuando no entraban o salían coches. Todo esto lo contaba sin aspavientos, sin compadecerse de sí mismo. Se suponía que mientras trabajaba en el parking se iría sacando una carrera, pero él ya sabía que los estudios no se le daban bien. Un buen día, influido por Jack London o simplemente harto de ver pasar los coches, fue a ver al gerente, cobró el finiquito e inmediatamente emigró a Londres, donde pasó dos años intensos aunque sin oficio ni beneficio.
Esa triste historia le recordó a Vigil las dificultades y el íntimo malestar de sus años mozos y le despertó cierta simpatía por Paco. Cierto que a su edad él ya había devorado lo más significativo de la literatura universal y sufragado la edición de su primer libro de poemas, pero sabía que hoy día era más difícil cultivarse literariamente que en sus tiempos, cuando la cultura era una llave que abría muchas puertas y la literatura tenía una importancia social decisiva.

Turistas del ideal
Ignacio Vidal-Folch

Criaturas del aire (Fernando Savater)

Somos recién llegados, ¿no lo notas?, somos el último latido -por ahora- de un metrónomo eterno. Sólo un ingenuo pretencioso puede lamentar esta juventud cósmica que nos preserva de complicidades abominables, abrumadoras... Como niños frente a un mal que ya imperaba desde antes de que nuestros abuelos fueran concebidos, nos acogemos al perdón, al resguardo y al olvido que dispensan venerables tradiciones de raíz desconocida o rituales racionalizadores cuyo sentido último se nos escapa. Nuestras ambiciones son pequeñas -aunque a veces, risiblemente, las llamemos "desmesuradas"- y pequeños nuestros placeres y nuestras responsabilidades: gracias a esto, son pequeños nuestros terrores. Así vamos viviendo, sin vértigo ni frenesí, y añadimos ramitas y barro, como los castores, a la presa minúscula con la que tratamos de remansar el fluir oscuro de energías ancestrales. Pero cierto día a algunos nos crece dentro un latido sordo y algo indomeñable empieza a desperezarse en nuestro pecho.

Criaturas del aire
Fernando Savater

lunes, mayo 12, 2008

Los niños de los Chiripitifláuticos [Juguetes] (Ignacio Elguero)

Los niños de los setenta tuvimos la suerte de vivir el boom de la industria juguetera. Atrás quedaban las historias románticas de jugar con aquellas cajas, cartones, muñecas de trapo y juguetes estáticos de hojalata. Con su magia, sin duda, pero muy limitados. [...]
Dando un repaso a los catálogos de juguetes de los setenta, te encuentras algunos inolvidables como el CinExin, Exin Castillos, Scalexctric, Madelman, Geyperman, Geyper gol, Nancy, Nenuco, Tente, los juguetes de la Señorita Pepis, las muñecas de Famosa, la Magia Borrás, la Diligencia Comansi, el Fuerte Comansi, el Zoo Comansi, el Microscopio, El Mago electrónico, el Xilomatic, Cheminova, Ibertren, Electro L, la batalla de barcos, los futbolines, los Clocks de Famobil, Micromachines, todo tipo de robots, el Puchingball, Jomaquín, los Airgamboys, las Barriguitas, Big Jim, Meccano, El Blandie Blue, los cacharritos de cocina, la carabina safari Madel, coches a escala Pilen y Joal, Exin West, la máquina de coser Eureka, Mocosete, coches dirigidos Payá, Teleskech, Tren Payá, Hogarín, Lego, etc.

Los niños de los Chiripitifláuticos
Ignacio Elguero

Antes del Edén (Arthur C. Clarke)

Supuso un gran alivio hinchar la tienda sobrecomprimida, meterse en ella a través de la cámara intermedia y despojarse de los trajes térmicos. Por primera vez, mientras se relajaban en el interior de su diminuto hemisferio de plástico, ocupó sus mentes la verdadera maravilla e importancia del descubrimiento. Aquel mundo que los rodeaba no era ya el mismo: Venus no era más un planeta muerto, sino que se había unido a la Tierra y a Marte.
Pues la vida llama a la vida, a través de las simas del espacio. Todo cuanto se desarrollaba o se movía sobre la superficie de un planeta era un portento, una promesa de que el hombre no estaba solo en aquel universo de brillantes soles y remolineantes nebulosas. Si hasta entonces no había encontrado compañeros con quienes poder hablar, aquello era de esperar, pues los años y las eras se extendían aún inmensas ante él, en espera de ser explorados. Mientras tanto debía preservar y fomentar la vida que hallara en su camino, bien fuera sobre la Tierra, sobre Marte o sobre Venus...

Antes del Edén
Arthur C. Clarke

El objeto animado (Óscar Horacio Caamaño)

Suele hablarse de la magia del títere. Posiblemente con ello no se está diciendo sino que la representación es una verdadera ceremonia en la cual las figuras inertes cobran vida gracias a las artes de un oficiante que produce el fenómeno aparente de la encarnación, de la vivificación y que hace presente la vida en todo su esplendor en la boca del teatrillo por un breve y efímero momento. Luego esos personajes que tan encantadoramente nos han permitido percibir la vida de un modo tangible, perderán sus fuerzas y dormirán nuevamente el sueño obtuso de las cosas inertes. Sea cual fuere la historia que los títeres entretejen en la escena, lo que se juega allí es el drama de la vida que comienza y que acaba y por ello el títere ejerce para muchos, de manera inconsciente, una fascinación especial.

El objeto animado
Óscar Horacio Caamaño

Peregrina y extranjera [Marionetas de Sicilia] (Marguerite Yourcenar)

El gran estilo de este teatro se afirma con su desdén de cualquier enmascaramiento, combinado con la más escrupulosa puesta en escena: lo mismo que un encargado de accesorios chino, el presentador viene y va, mal disimulado detrás del decorado; en las escenas de combates, su mano guía el puño enguantado de hierro de la marioneta guerrera; un pantalón pardo aparece y desaparece sin cesar entre los batientes dorados; un torso desnudo se inclina si hace falta atar la babera de un casco, pero ese torso desnudo y ese pantalón pardo, vistos a escala del decorado, parecen confundirse con troncos de árboles y rocas. El hombre se hace invisible por su misma desmesura en ese mundo de héroes que no le llegan más que a la cintura y que ahora representan, para nosotros, el módulo humano. Comprendemos a Don Quijote cuando se precipitó sobre las marionetas de maese Pedro sin hacer caso de los gritos desesperados del presentador y atravesó de una estocada, con gran intrepidez, a todo un ejército de muñecos.

Marionetas de Sicilia, de Peregrina y extranjera
Marguerite Yourcenar

Psicomagia [El acto teatral] (Alejandro Jodorowsky)

El amor al acto me llevó a crear objetos. Entre otros, unos títeres de los que pronto me enamoré. Ante todo, veía en el títere una figura esencialmente metafísica. Me encantaba ver que un objeto que yo había fabricado con mis propias manos se me escapaba. Desde el momento en que metía la mano en el títere para animarlo, el personaje empezaba a vivir de una manera casi autónoma. Yo asistía al desarrollo de una personalidad desconocida, como si el muñeco se valiera de mi voz y de mis manos para tomar una identidad que ya le era propia. Me parecía realizar un oficio de servidor más que de creador. ¡Finalmente, tenía la impresión de estar siendo dirigido, manipulado por el muñeco! Esta relación tan profunda con los títeres hizo nacer en mí el deseo de convertirme en uno de ellos, es decir en actor de teatro.

El acto teatral, de Psicomagia
Alejandro Jodorowsky

2666 [Asesinatos e impunidad] (Roberto Bolaño)

Cerró los ojos. Abrió la boca. Su lengua empezó a trabajar. Repitió lo que ya había dicho: un desierto muy grande, una ciudad muy grande, en el norte del estado, niñas asesinadas, mujeres asesinadas. ¿Qué ciudad es ésa?, se preguntó. A ver, ¿qué ciudad es ésa? Yo quiero saber cómo se llama esa ciudad del demonio. Meditó durante unos segundos. Lo tengo en la punta de la lengua. Yo no me censuro, señoras, menos tratándose de un caso así. ¡Es Santa Teresa! ¡Es Santa Teresa! Lo estoy viendo clarito. Allí matan a las mujeres. Matan a mis hijas. ¡Mis hijas! ¡Mis hijas! […] La policía no hace nada, […] los putos policías no hacen nada, sólo miran, ¿pero qué miran? ¿qué miran? […] Hay que avisar al gobernador del estado. Esto no es ninguna broma. El licenciado José Andrés Briceño tiene que saber esto, tiene que enterarse de lo que le hacen a las mujeres y a las niñas en esa bella ciudad de
Santa Teresa. Una ciudad que no sólo es bella sino también industriosa y trabajadora. Hay que romper el silencio, amigas. El licenciado José Andrés Briceño es un hombre bueno y cabal y no dejará en la impunidad tantos asesinatos. Tanta desidia y tanta oscuridad.

2666
Roberto Bolaño

El cielo de los leones [No oigo cantar a las ranas] (Ángeles Mastretta)

Elegí vivir aquí, en el ombligo de mi país, en esta tierra sucia que acoge la nobleza y los sueños de seres extraordinarios. Aquí nacieron mis hijos, aquí sueña su padre, aquí he encontrado amores y me cobijan amigos imprescindibles. Aquí he inventado las historias de las que vivo, he reinventado la ciudad en que nací y ahora empiezo a temer la vejez no por lo que entraña de predecible decrepitud, sino por la amenaza que acarrea.
Aquí, este año, voy a cumplir cincuenta y siento a veces que la vida se angosta mientras dentro de mí crece a diario la ambición de vivir cien años para ver cómo sueñan los hombres en la mitad del siglo veintiuno, cómo lamentan o celebran su destino y cómo, de cualquier modo, se empeñan en trastocarlo. A mí me gusta el mundo, por eso quiero estarme en él cuanto tiempo sea posible, porque creo, como tantos, que sólo la vida existe, lo demás lo inventamos.

No oigo cantar a las ranas, de El cielo de los leones
Ángeles Mastretta

miércoles, mayo 07, 2008

Crónica sentimental de España (Manuel Vázquez Montalbán)

Los eternos enemigos de lo español habían aprovechado las consecuencias de la guerra para continuar la campaña insidiosa que, en realidad, se remontaba a los tiempos de la expulsión de los judíos. Sería poco todo cuanto se hiciera para derribar el enlutado cuerpo de la leyenda negra. Ahora, la manía persecutoria en este sentido ha decrecido. Una de las últimas voces que se alzaron airadas contra la conspiración antiespañola fue la de Carmen Sevilla, cuando, a mediados de la década del cincuenta, “contestó” a Próspero Merimée a través del célebre estribillo:
Yo soy la Carmen de España y no la de Merimée, y no la de Merimée.
Carmen, la Carmen de España, como Lola, la Lola de España, y, si nos apura Televisión Española, como Massiel, Massiel de España.

Crónica sentimental de España
Manuel Vázquez Montalbán

Leyenda del César visionario (Francisco Umbral)

En un Burgos salmantino de tedio y plateresco, en una Salamanca burgalesa de plata fría, Francisco Franco Bahamonde, dictador de mesa camilla, merienda chocolate con soconusco y firma sentencias de muerte. Es la suya una juventud no recastada por los estíos africanos ni las noches legionarias, pese a la leyenda, sino una juventud que se va hundiendo, como una flor en un pantano, en la molicie blanca de una bondadosidad prematura y grasa, como si la raíz viril del militar que está ganando una guerra se anegase de paz sangrienta, halago de cuartel y chocolate de monja. La voz, cuando da alguna orden, tiene temblores de lejanía hipócrita y suena a metal falso, delgado y hembra. El Generalísimo, menos Caudillo que nunca a esa hora de la merienda solitaria, en tertulia con sus muertos, con el expediente y la historia de cada hombre que va a matar o encarcelar, mantiene la boina roja y requeté en la cabeza, con algo de gorro de dormir, sin la bizarría de tal tocado, y de vez en cuando se aplica un pico de servilleta al bigote recortado, epocal y negro, mientras lee plácidos memoriales rojos de burocracia cuartelera y ratimago violento. Un ángel galaico y un ángel judío se cruzan en su alma de ojos oscuros mientras las manos priorales mojan el bizcocho, acarician el bigote o escriben al margen de algunos de los historiales: «Garrote y Prensa». O sea, castigo y publicidad ejemplar (ejemplar para ambos bandos, que todo se sabe de un lado a otro de las trincheras). Casi hay que condenar más porque el enemigo le respete a uno que por gusto de castigar. Eso sí lo sabe él de su adolescencia legionaria.

Leyenda del César visionario
Francisco Umbral

Tratado de las pasiones del alma (Antonio Lobo Antunes)

Ojalá me equivoque con respecto a la estupidez del Hombre, deseó el Ilustrísimo, ojalá se acuerde del episodio del suspenso en Geografía y desaparezca Miño arriba o por el Alentejo camino de España, entendiéndose, en un fondo de taberna, en Viana do Castelo o en Borba, con contrabandistas sombríos, ojalá cruce el Guadiana o el río Lima esta noche y llegue a Vigo para emplearse en un restaurante junto a la playa, o marearse en un carguero panameño hacia Venezuela o Bolivia, donde eche las tripas por la atalaya y alegre a las gaviotas. Ojalá no sea tan imbécil que decida ir a despedirse de Benfica, de los olores difuntos y de las calles que han dejado de existir, de los tranvías de los que no quedan siquiera los raíles y de la Estrada Militar sustituida por un atropello de fincas, ojalá haya desancorado de la infancia y olvidado la barbería del señor Frías, la Bodega de los Huesos, la Zapatería Saúl, la Porcalhota y principalmente las cigüeñas, las cigüeñas Dios mío, ay las cigüeñas, apenas termine, dentro de veintitrés años y once meses, de pagar el apartamento en Miratejo, me mudo a una zona con pájaros, pido vacaciones, me pongo el chándal y me paso los días en el alféizar de la ventana viendo cómo crecen los nidos en las palmeras con una atención desvelada.

Tratado de las pasiones del alma
Antonio Lobo Antunes

martes, mayo 06, 2008

¡Alto! ¿Adónde vamos con tanta precipitación? (Mikel Agirregabiria)

Antecedido por profusas apelaciones de las diferentes religiones al ascetismo y a la sobriedad, fue el poeta Robert Browning quien acuñó la frase: "Less is more” (menos es más). Recientemente desde el vanguardista universo cultural californiano, la revista “Coevolution” de híbrida influencia budista-hippie mantuvo que la gran sabiduría era coexistir con simplicidad voluntaria y austeridad franciscana. El redescubrimiento postmoderno de los bíblicos lirios del campo y las aves del cielo. Así nació el neologismo “downshifting” (que podría traducirse por cambiar a menos o desacelerar), con la fuerza de que sólo un término anglosajón sabe condensar y propagar.

¡Alto! ¿Adónde vamos con tanta precipitación?
Mikel Agirregabiria

lunes, mayo 05, 2008

Perdido en Montevideo (Gabriel Peveroni)

¿Es posible manejarse, en una ciudad, sin planos ni mapas? ¿Deslizarse en ella sin ayuda de coloridas cartografías ni aburridas listas de lugares adonde se deba ir con el exclusivo fin de sacarse una fotografía instantánea y decir «yo estuve allí»? Sí, porque una ciudad es para adentrarse en ella, para dejarse seducir por su geografía y rincones casi ocultos. Y así lograr sentir esa vibración que los buenos viajeros dicen encontrar en los puertos más apetecibles. El gran problema es encontrar una ciudad que permita cumplir con tales placeres. Hay pocas ciudades en el mundo, y eso también los saben los buenos viajeros, que puedan disfrutarse de esta manera en el siglo veintiuno. Sin mayores problemas de seguridad. Sin el estrés tan habitual de las grandes urbes. Sin el hastío de la indiferencia ni el absurdo de la sofisticación extrema. Sin barrios privados ni edificios altos. Sin soberbia ni exaltación de frivolidades pasajeras. Montevideo es una de estas ciudades, de las que poco se habla pero que poseen una leyenda tan rica como pocas. Sabe a nostalgia americana, a mezcla de criollo con europeo. Y para descubrirla hay que, precisamente, perderse un poco, circular por sus calles redescubriendo ese sino que la distingue como una de las ciudades más entrañables. [...] Un viaje en el tiempo. Un viaje al borde de un río que hechiza y se convierte en un paseo único e irrepetible. La propuesta es presentar a Montevideo lejos de una cartografía habitual, en una suma de voces y escrituras que nos lleven del tango al rock, del diseño de vanguardia a la no tan reciente historia política. Del fútbol y el carnaval a otros tantos misterios que seducen a propios y extraños. En definitiva, una versión de la eterna «Biblia y el calefón», citando a Discépolo, porque esta ciudad, mi ciudad, muestra orgullosa un calidoscopio de historias que transcurren a este lado del río, ese río como mar que nos separa y comunica con la cercanísima bruma de Buenos Aires y que es también ese mar Atlántico que impone la identidad de uno de los últimos puertos del sur del mundo.

Perdido en Montevideo
Gabriel Peveroni

El arte de los ruidos [Orquesta de ruidos] (Luigi Russolo)

Todas las manifestaciones de nuestra vida van acompañadas por el ruido. El ruido es por tanto familiar a nuestro oído, y tiene el poder de remitirnos inmediatamente a la vida misma. Mientras que el sonido, ajeno a la vida, siempre musical, cosa en sí, elemento ocasional no necesario, se ha transformado ya para nuestro oído en lo que representa para el ojo un rostro demasiado conocido, el ruido en cambio, al llegarnos confuso e irregular de la confusión irregular de la vida, nunca se nos revela enteramente y nos reserva innumerables sorpresas. Estamos pues seguros de que escogiendo, coordinando y dominando todos los ruidos, enriqueceremos a los hombres con una nueva voluptuosidad insospechada. Aunque la característica del ruido sea la de remitirnos brutalmente a la vida, el Arte de los ruidos no debe limitarse a una reproducción imitativa. Esta hallará su mayor facultad de emoción en el goce acústico en sí mismo, que la inspiración del artista sabrá extraer de los ruidos combinados.
[...]
Invitamos por tanto a los jóvenes músicos geniales y audaces a observar con atención todos los ruidos, para comprender los múltiples ritmos que los componen, su tono principal y los tonos secundarios. Comparando luego los distintos timbres de los ruidos con los timbres de los sonidos, se convencerán de que los primeros son mucho más numerosos que los segundos. Esto nos proporcionará no sólo la comprensión, sino también el gusto y la pasión por los ruidos. Nuestra sensibilidad, multiplicada después de la conquista de los ojos futuristas, tendrá al fin oídos futuristas. Así, los motores y las máquinas de nuestras ciudades industriales podrán un día ser sabiamente entonados, con el fin de hacer de cada fábrica una embriagadora orquesta de ruidos.

El arte de los ruidos
Luigi Russolo

viernes, mayo 02, 2008

Episodios Nacionales - Zaragoza (Benito Pérez Galdós)

Cuando nos retirábamos a la ciudad, llevonos Montoria a examinar las obras defensivas que a la sazón se estaban construyendo en aquella parte occidental. Había en la puerta del Portillo una gran batería semicircular que enlazaba las tapias del convento de los Fecetas con las del de Agustinos descalzos. Desde este edificio al de Trinitarios corría otra muralla recta, aspillerada en toda su extensión y con un buen reducto en el centro, todo resguardado por profundo foso que se abría hacia el famoso campo de las Eras o del Sepulcro, teatro de la heroica jornada del 15 de Junio. Más al Norte y hacia la puerta de Sancho, que da paso al pretil del Ebro, seguían las fortificaciones, terminando en otro baluarte. Todas estas obras, como hechas a prisa, aunque con inteligencia, no se distinguían por su solidez. Cualquier general enemigo, ignorante de los acontecimientos del primer sitio y de la inmensa estatura moral de los zaragozanos al ponerse detrás de aquellos montones de tierra, se habría reído de fortificaciones tan despreciables para un buen material de sitio; pero Dios ha dispuesto que alguien escape de vez en cuando a las leyes físicas establecidas por la guerra. Zaragoza, comparada con Amberes, Dantzig, Metz, Sebastopol, Cartagena, Gibraltar y otras célebres plazas fuertes tomadas o no, era entonces una fortaleza de cartón. Y sin embargo...

Zaragoza, de los Episodios Nacionales
Benito Pérez Galdós

Los perdedores de la Historia de España (Fernando García de Cortázar)

Cádiz vivía una época de esplendor. Los visitantes quedaban sorprendidos al encontrarse con la antigua urbe ahora convertida en el cabo de unión de la monarquía hispana con América y las islas Filipinas. En sus calles no faltaban los ricos comerciantes ni los finos diplomáticos ni jóvenes marinos de espíritu ilustrado, como Dionisio Alcalá Galiano, a quien Malaspina conocerá aquí y con quien más tarde compartirá travesías y horizontes. No es casualidad que, a finales de siglo, el liberalismo prendiera con fuerza en sus tertulias ni que la Constitución de 1812 viera la luz en su bahía. Tampoco es casualidad, en una época como aquélla, repleta de luchas y batallas por el dominio de los mares, que sus habitantes prestasen atención a esas personas desocupadas, diligentes vehículos de la actualidad, que llevaban y traían las noticias de Madrid y París, enorgulleciéndose con una misión que les daba gran prestigio en cafés y librerías. Entonces no había periódicos, y las ideas políticas, como las noticias, circulaban de viva voz, desfigurándose más que ahora, porque siempre fue la palabra más mentirosa que la imprenta.

Los perdedores de la Historia de España
Fernando García de Cortázar

Un día de cólera (Arturo Pérez-Reverte)

Este relato no es ficción ni libro de Historia. Tampoco tiene un protagonista concreto, pues fueron innumerables los hombres y mujeres envueltos en los sucesos del 2 de mayo de 1808 en Madrid. Héroes y cobardes, víctimas y verdugos, la Historia retuvo los nombres de buena parte de ellos: las relaciones de muertos y heridos, los informes militares, las memorias escritas por actores principales o secundarios de la tragedia, aportan datos rigurosos para el historiador y ponen límites a la imaginación del novelista. Cuantas personas y lugares aparecen aquí son auténticos, así como los sucesos narrados y muchas de las palabras que se pronuncian. El autor se limita a reunir, en una historia colectiva, medio millar de pequeñas y oscuras historias particulares registradas en archivos y libros. Lo imaginado, por tanto, se reduce a la humilde argamasa narrativa que une las piezas. Con las licencias mínimas que la palabra novela justifica, estas páginas pretenden devolver la vida a quienes, durante doscientos años, sólo han sido personajes anónimos en grabados y lienzos contemporáneos, o escueta relación de víctimas en los documentos oficiales.

Un día de cólera
Arturo Pérez-Reverte

jueves, mayo 01, 2008

La Colmena [de chinos] (Camilo José Cela)

Doña Visi y doña Montserrat charlan por los codos. Doña Visi está encantada; en la última página de "El querubín misionero", revista quincenal, aparece su nombre y el de sus tres hijas.
-Lo va usted a ver por sus propios ojos cómo no son cosas mías, cómo es una gran verdad. ¡Roque! ¡Roque! Desde el otro extremo de la casa, don Roque grita:
-¿Qué quieres?
-¡Dale a la chica el papel donde viene lo de los chinos!
-¿Eh?
Doña Visi comenta con su amiga:
-¡Ay, santo Dios! Estos hombres nunca oyen nada. Levantando la voz volvió a dirigirse a su marido.
-¡Que le des a la chica...! ¿Me entiendes?
-¡Sí!
-¡Pues que le des a la chica el papel donde viene lo de los chinos!
-¿Qué papel?
-¡El de los chinos, hombre, el de los chinitos de las misiones!
-¿Eh? No te entiendo. ¿Qué dices de chinos? Doña Visi sonríe a doña Montserrat.
-Este marido mío es muy bueno; pero nunca se entera de nada. Voy yo a buscar el papel, no tardo ni medio minuto. Usted me perdonará un instante.

La Colmena
Camilo José Cela