Una tarde el señor Falla me llevó a una casa junto a la Alhambra. En el patio, el pilar había sido ahogado con una toalla, pero no silenciado totalmente; se oía un ligero murmullo de agua que corría la alberca. Don Ángel Barrios aparecía sentado, sin cuello y con toda comodidad, con la guitarra sobre las rodillas; la había afinado de modo que, en cierta manera extraña, armonizaba con el agua que corría, y estaba improvisando con sorprendente inventiva y variedad. Después se nos unió su padre, y el señor Falla le preguntó si podía recordar cantes antiguos. El viejo señor se sentó allí con los ojos semicerrados, con la guitarra en un constante acompañamiento. De vez en cuando levantaba su voz y cantaba una de esas raras y fluctuantes melodías del cante flamenco. El señor Falla apuntó las que le agradaron o las que era posible transcribir, pues una de las mejores estaba llena de “terceras y sextas neutrales”, intervalos desconocidos e inexpresables en música moderna.
Memoria del flamenco
Félix Grande
Memoria del flamenco
Félix Grande
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