jueves, septiembre 27, 2007

Diarios de mi vejez (Ernesto Sábato)

He vivido en un tiempo histórico de ruptura y tan viejo soy, que hay en mi distintos sedimentos, como en las montañas. Así, todavía guardo de mi juventud las marcas de las luchas sociales. Pienso que los chicos me querrán porque nunca dejé de luchar, porque no conseguí instalarme en ninguna época, y hoy, trastabillando, me siento cerca de la gente que aprendió a vivir de otra manera. Y muy cerca de los jóvenes que después de este horror de mediocridad, indecencia y ferocidad, pujan por nacer a otra cultura que vuelva a echar raíces en un suelo más humano.

Diarios de mi vejez
Ernesto Sábato

Sexo para uno (Betty Dodson)

Aprendí a pintar desnudos, como todos los artistas. Mis dibujos me parecían sensuales, pero no claramente sexuales. Siempre había mantenido el arte apartado del sexo. Pero después de divorciarme estaba tan a favor del sexo, y tenía tantas ganas de vivir, que me parecía lo más natural del mundo decir: «¡Claro! Voy a dibujar a muchas personas haciendo el amor». Empecé a reflejar mis experiencias en la cama sobre el papel. Esta decisión resultó ser muy importante más adelante. Luché contra los convencionalismos sociales y la censura para que se me permitiera ser creativa. Pero lo peor era luchar contra la autocensura que me habían enseñado desde pequeña: «¿Qué pensará la gente?» Una vez que puse mis ideas del sexo sobre el papel, empecé a tener mucha más libertad para expresarme.

Sexo para uno
Betty Dodson

miércoles, septiembre 26, 2007

Confieso que he vivido [Vignole y la vaca] (Pablo Neruda)

[El escritor argentino Omar] Vignole había sido agrónomo en una provincia argentina y de allá se trajo una vaca con la cual trabó una amistad entrañable. Paseaba por todo Buenos Aires con su vaca, tirándola de una cuerda. Por entonces publicó algunos de sus libros que siempre tenían títulos alusivos: Lo que piensa la vaca, Mi vaca y yo, etcétera, etcétera. Cuando se reunió por primera vez en Buenos Aires el congreso del Pen Club mundial, los escritores presididos por Victoria Ocampo temblaban ante la idea de que llegara al congreso Vignole con su vaca. Explicaron a las autoridades el peligro que les amenazaba y la policía acordonó las calles alrededor del Hotel Plaza para impedir que arribara, al lujoso recinto donde se celebraba el congreso, mi excéntrico amigo con su rumiante. Todo fue inútil. Cuando la fiesta estaba en su apogeo, y los escritores examinaban las relaciones entre el mundo clásico de los griegos y el sentido moderno de la historia, el gran Vignole irrumpió en el salón de conferencias con su inseparable vaca, la que para complemento comenzó a mugir como si quisiera tomar parte en el debate. La había traído al centro de la ciudad dentro de un enorme furgón cerrado que burló la vigilancia policial.

Confieso que he vivido
Pablo Neruda

Confieso que he vivido [Al alimón con Lorca] (Pablo Neruda)

Al fin estuvimos reunidos Federico García Lorca y yo, entre cien escritores argentinos.
Dimos una gran sorpresa. Habíamos preparado un discurso a alimón. Ustedes probablemente no saben lo que significa esa palabra y yo tampoco lo sabía. Federico, que estaba siempre lleno de invenciones y ocurrencias, me explicó:
"Dos toreros pueden torear al mismo tiempo el mismo toro y con un único capote. Esta es una de las pruebas más peligrosas del arte taurino. Por eso se ve muy pocas veces. No más de dos o tres veces en un siglo y sólo pueden hacerlo dos toreros que sean hermanos o que, por lo menos, tengan sangre común. Esto es lo que se llama torear al alimón. Y esto es lo que haremos en un discurso."
Y esto es lo que hicimos, pero nadie lo sabía. Cuando nos levantamos para agradecer al presidente del Pen Club el ofrecimiento del banquete, nos levantamos al mismo tiempo, cual dos toreros, para un solo discurso. Como la comida era en mesitas separadas, Federico estaba en una punta y yo en la otra, de modo que la gente por un lado me tiraba a mí de la chaqueta para que me sentara creyendo en una equivocación, y por el otro hacían lo mismo con Federico. Empezamos, pues, a hablar al mismo tiempo diciendo yo "Señoras" y continuando él con "Señores", entrelazando hasta el fin nuestras frases de manera que pareció una sola unidad hasta que dejamos de hablar. Aquel discurso fue dedicado a Rubén Darío, porque tanto García Lorca como yo, sin que se nos pudiera sospechar de modernistas, celebrábamos a Rubén Darío como uno de los grandes creadores del lenguaje poético en el idioma español.

Confieso que he vivido
Pablo Neruda

martes, septiembre 25, 2007

Cómo acabar de una vez por todas con la cultura [Para acabar con las biografías] (Woody Allen)

Estaba hojeando una revista mientras esperaba a que Joseph K., mi basset, terminara su acostumbrada consulta de cincuenta minutos todos los martes con un psicoterapista de Park Avenue (un veterinario junguiano que, por cincuenta dólares la sesión, se empeña en convencerle de que los mofletes no son una desventaja social), cuando, por casualidad, di con una frase al pie de la página que atrajo mi atención tanto como la notificación de un cheque sin fondos. Sin embargo, no se trataba más que de uno de esos artículos de las rúbricas pseudoculturales, tipo «Conozca usted la vida de...» o «¡A que no lo sabe!», pero su evidencia me sacudió con la fuerza de las primeras notas de la Novena de Beethoven. «El sandwich», decía, «fue inventado por el conde de Sandwich». Estupefacto por la noticia, la volví a leer y me estremecí con un temblor involuntario.

Para acabar con las biografías, extraído de Cómo acabar de una vez por todas con la cultura
Woody Allen

Del agua nacieron los sedientos (V. Pisabarro)

- Me tienes hasta los huevos. Te voy a matar, hijo de puta.
- ¡A que no! ¡A que no te atreves! —dije tranquilamente—. ¡A que no disparas!
Di una calada profunda al cigarro. Me sentía extrañamente sereno; qué diferente del hombre que en esta misma habitación temblaba ante la Negra Pola. Continué:
- Eres un desecho, una auténtica porquería. Estoy seguro que lo único de valor que hay en tu vida lo tengo yo. Por eso no vas a disparar. ¡Mamarracho!
- ¡Dispara! ¡Dispárale en la boca! ¡Que se calle de una puta vez! ¡Matalé! —chilló fuera de sí Jeniffer haciendo retumbar las paredes.
- Sí. Aprieta el gatillo. Pero antes, dime qué oculta el saxo. Quiero saber por lo que vas a matar y por lo que voy a morir —ahora no temblaba.

Del agua nacieron los sedientos
V. Pisabarro

El Napoleón de Notting Hill (Gilbert Keith Chesterton)

El Rey calló de pronto, el puro en ristre y ojo avizor. Se quedó inmóvil durante unos segundos y de pronto volvió la cabeza hacia una alta y estrecha verja de madera que aislaba de la calle varios jardines y otros espacios. Del lado opuesto de la verja llegaban ruidos inusitados, como de forcejeos o arañazos pugnando por romper aquella celda de madera. El Rey tiró su puro y trepó a la mesa. Desde allí alcanzó a ver un par de manos que intentaban desesperadas agarrarse al extremo superior de la verja. Las manos, en un esfuerzo convulsivo, se estremecieron, y por en medio de ellas apareció una cabeza, la de un miembro de la Junta de Bayswater Town, los ojos y los bigotes despavoridos. Dio un último impulso y cayó de bruces al otro lado, sin parar de gemir. Al instante siguiente, la estrecha y resistente madera de la verja recibió un impacto como de bala y empezó a sonar cual tambor, y de encima de ella, dándose empellones e imprecando, con las ropas desgarradas, las uñas rotas y las caras ensangrentadas, salieron veinte hombres de un tirón. El Rey pegó un salto. [...] La enorme verja, tambaleante, se venció bajo el peso de los escaladores que la seguían trepando y hundiendo. Esa artillería viviente le había hecho unos boquetes tremendos, a través de los cuales el Rey, como en un sueño, no hacía más que ver caras frenéticas de hombres que huían en estampida, hombres que componían una miscelánea salida de un cubo de desechos humanos. Había de todo: hombres intactos o cortados, magullados y sangrantes; hombres vestidos suntuosamente o con la ropa hecha jirones y semidesnudos; hombres ataviados con las prendas de sus burlescos barrios o con el lóbrego traje moderno. El Rey se fijaba en cada uno de ellos, pero ninguno se fijaba en el Rey.

El Napoleón de Notting Hill
Gilbert Keith Chesterton

lunes, septiembre 24, 2007

Agentes del Caos [El fin de la Hegemonía] (Norman Spinrad)

Hay algo más que ustedes no saben. Nuestra sonda fue seguida en su viaje de regreso por una sonda extraterrestre. Está claro que los Cygnianos estarán en condiciones de construir sus propias naves interestelares dentro de poco tiempo. Si el Hombre no va hacía las estrellas, éstas vendrán hacía el Hombre. El resultado final será el mismo: el Hombre se verá inevitablemente sumergido en la Galaxia, y eso será el fin de la Hegemonía. El control cederá paso a la libertad, y el Orden al Caos. .. y a lo infinito. Y ustedes, caballeros, tendrán la posibilidad de participar en forma directa en esta gran aventura.

Agentes del Caos
Norman Spinrad

Las flores del mal [Duellum] (Charles Baudelaire)

Dos guerreros se han precipitado uno sobre el otro; sus armas
Han salpicado el aire con destellos y sangre.
Estos juegos, estos tintineos del hierro son el estrépito
De una juventud víctima del amor plañidero.

¡Las espadas se han quebrado! como nuestra juventud,
¡Mi querida! Pero los dientes, las uñas aceradas,
Vengan pronto la espada y la daga traidora.
— ¡Oh, furor de los corazones maduros por el amor ulcerados!

En el barranco frecuentado por panteras y onzas
Nuestros héroes, agarrándose malamente, han rodado,
Y su piel florecerá la aridez de las zarzas.

— ¡Este abismo, es el infierno, por nuestros amigos habitado!
¡Rodemos hacia él, sin remordimientos, amazona inhumana,
A fin de eternizar el ardor de nuestro odio!

Duellum, de Las flores del mal
Charles Baudelaire

La ciudad sentida [Noche de juerga] (Manuel Longares)

Mi amigo sabe que llevo mucho tiempo acostándome temprano, como dice Proust. Pero esta vez insiste en sacarme de la cama. Se ha apoderado de su cerebro la obsesión de distraerme.
- Madrid es la ciudad más alegre de Europa –grita, porque a sus espaldas cantan rumbas los rocieros de San Feliz de Guíxols.
Habla desde una sala de fiestas de la calle del Amor de Dios donde le prometí acudir y aún no lo he hecho. Estoy retenido por la policía de tráfico y me enloda verbalmente un locatis al que adelanté con mi bólido por la derecha porque se los pisaba.

Noche de Juerga, de La ciudad sentida
Manuel Longares

Paseos por Madrid (Corpus Barga)

Los buenos madrileños no parece que hayamos sentido nunca demasiada simpatía hacia esas dos hermanas largas y estrechas que van por el centro de Madrid, de norte a sur o de sur a norte, y se llaman la calle de Fuencarral y la calle de Hortaleza. La calle de Hortaleza aún tenía el eco de la fiesta de San Antón; pero la calle de Fuencarral, ni eco.

Paseos por Madrid
Corpus Barga

El Contrabajo (Patrick Süskind)

Habría que hacer más música de cámara. Quizá sería incluso divertido. Pero, ¿quién me acepta en un quinteto con mi contrabajo? No compensa. Cuando necesitan a uno, lo alquilan. Y lo mismo ocurre con un septeto o un octeto. Pero no a mí. En Alemania hay dos o tres contrabajos que lo tocan todo. Uno, porque tiene su propia agencia de conciertos, el otro, porque toca en la Filarmónica de Berlín y el tercero porque tiene una cátedra en Viena. Ante ellos, nosotros no somos nada. Tocar un quinteto tan bello como el de Dvorák. O el de Janácek. O el Septimino de Beethoven. O quizá incluso el Quinteto "La trucha" de Schubert. Esto sería lo máximo, ¿sabe?, hablando de la carrera musical. El sueño de un contrabajo, Schubert... Pero esto queda lejos, muy lejos. No soy más que uno del montón, quiero decir que me siento en el tercer atril. En el primer atril está nuestro solista y, junto a él, el solista adjunto, y detrás vienen los del montón. Esto no tiene nada que ver con la calidad, es un orden de colocación. Porque debe usted tener en cuenta que una orquesta es y debe ser una formación estrictamente jerarquizada y, como tal, una imagen de la sociedad humana. No de una sociedad humana determinada, sino de la sociedad en general:

El Contrabajo
Patrick Süskind

La conjura de los necios (John Kennedy Toole)

Soy capaz de tantas cosas y no se dan cuenta. O no quieren darse cuenta. O hacen todo lo posible por no darse cuenta. Necedades. Dicen que la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer. El bueno lo he intentado andar y no me ha ido bien. Juro que ha sido así. De pequeño hice todo lo que consideré correcto y lo que está bendita New Orleáns, con sus acordes de ébano y sus insoportables chaquetas a rayas me inducía a hacer. Estudié profundamente y traté de trasladar mis conocimientos con pasión. Los estudiantes saben eso. También escribí encerrado en un pequeño mundo cuarto juntando frases, frustrándome ante las huidizas buenas palabras y las no menos resbaladizas imágenes, comparaciones, situaciones, personajes, diálogos. Asumí estar en ese camino porque es ese el modo como se consiguen los sueños. Al menos eso creía hasta un día, cuando tenía todo acabado y faltaba la confirmación de que había decidido bien, no hubo recompensa. No hubo zanahoria, Ahí me di cuenta de que ya estaba caminando, lejos de mi voluntad, por la otra senda. Esa que no es la buena ni la mala. Porque está claro que la buena es buena porque es una opción propia. La mala es mala porque también es tu opción. Pero la otra no es algo que hayas escogido, por lo cual no pueden decir que es ciertamente buena o ciertamente mala. Es ciertamente ajena, impropia. Por ese camino involuntario caminé, llevado de las narices, arrastrado como un palo sin poder animarme. Tuve que resignarme a ser como ellos me ordenaban, a aceptar sus juicios y sus rechazos. A comprobar una vez más que no todos pueden ver más allá de su aliento. A ser víctima de un sistema que hace de gente como yo infelices zombies o incomprendidos. Y hay que tener el espíritu muy bien templado, tal vez como acero damasquino o más, para afrontar semejante fuerza.

La conjura de los necios
John Kennedy Toole

La voz humana (Jean Cocteau)

¿Sabes? Alguna vez, cuando estábamos acostados y apoyaba mi cabeza en tu pecho, oía tu voz exactamente igual que esta noche en el teléfono.
¿Oiga? Oigo música... Digo que estoy oyendo música... Pues deberías dar golpes en la pared e impedir que tus vecinos pongan el gramófono a estas horas... Es inútil. Además, el médico de Marta volverá mañana... No te preocupes... Por supuesto. Ella te dará noticias mías. ¿Qué? ¡Oh, sí, mil veces mejor! Si no hubieses llamado, yo ya estaría muerta. (...) Perdóname. Sé que esta escena es intolerable y que tienes mucha paciencia, pero, entiéndeme, sufro, estoy muy mal. Este hilo es el último que nos sigue uniendo... ¿Antes de ayer por la noche? Dormí. Me dormí junto al teléfono... No, no. En mi cama... Sí, lo sé. Resulto ridícula, es cierto, pero tenía el teléfono metido en la cama; a pesar de todo estamos unidos por él. Porque tú me hablas. Hace ya cinco años que vivo de ti, que eres el único aire que respiro, que paso mi vida esperándote, creyéndote muerto si llegas tarde, muriendo por creerte muerto, volviendo a la vida cuando entras y estás aquí, muriéndome por miedo a que te marches... Ahora respiro porque me estás hablando...

La voz humana
Jean Cocteau

La Celebración del Lagarto (Jim Morrison)

Leones en la calle, vagabundos
Perros en celo, rabiosos, espumeantes
Una bestia enjaulada en el corazón de una ciudad
El cuerpo de su madre
se pudre en el suelo veraniego.
Abandonó el pueblo.
Se fue al sur y cruzó la frontera
Dejó el caos y el desorden
atrás, sobre su hombro.
Una noche se levantó en un hotel verde
con una extraña criatura gimiendo a su lado
El sudor rezumaba de su brillante piel.
¿Están todos adentro?
La ceremonia está a punto de comenzar.
¡Despierta!
No puedes recordar dónde fue.
¿Se había detenido este sueño?
La serpiente era de oro pálido,
de vidrio y encogida.
Tuvimos miedo de tocarla.
Las sábanas eran calientes prisiones muertas.

La Celebración del Lagarto (The Celebration of the Lizard)
Jim Morrison

Tres hermanas (Antón Chejov)

¡No digo ya dentro de doscientos o de trescientos años..., dentro de un millón, la vida seguirá siendo como era!... ¡La vida no cambia, permanece inmutable, sujeta a unas leyes propias que nos son ajenas o que, por lo menos, no conoceremos nunca! ¡Los pájaros emigrantes, las grullas, por ejemplo, vuelan y vuelan y, sean grandes o pequeños los pensamientos que vaguen por sus cabezas, seguirán volando siempre, sin saber por qué ni adónde!... Vuelan y vuelan, diciendo de los filósofos que haya entre ellos: «¡Que filosofen cuanto quieran! ¡A nosotros lo que nos importa es volar!»

Tres hermanas
Antón Chejov

El código Da Vinci (Dan Brown)

—La historia del Grial está en todas partes, pero oculta. Cuando la Iglesia prohibió hablar de la repudiada María Magdalena, su historia tuvo que empezar a transmitirse por canales más discretos... canales llenos de metáforas y simbolismo.
—Claro. El mundo de las artes.
Langdon se acercó a la reproducción de La última cena.
—Un ejemplo perfecto. Algunas de las más destacadas obras pictóricas, literarias y musicales nos hablan secretamente de la historia de María Magdalena y de Jesús.
Langdon se refirió brevemente a las obras de Leonardo da Vinci, de Botticelli, de Poussin, de Bernini, de Mozart, de Víctor Hugo. En todas latía el intento por restaurar el culto a la prohibida divinidad femenina. Leyendas clásicas como las de Sir Gawain y el Caballero Verde, el Rey Arturo o la Bella Durmiente eran alegorías del Grial. El jorobado de Notre Dame, de Víctor Hugo, y La flauta mágica de Mozart estaban llenas de simbología masónica y de secretos.

El código Da Vinci
Dan Brown

Las amistades peligrosas (Choderlos de Laclos)

La señora de Merteuil, sin duda muy estimable, no tiene tal vez otro defecto que el de confiarse demasiado en sus fuerzas; es parecida a un conductor hábil que gusta de regir a su carro entre rocas y precipicios, y a quien sólo el acierto justifica. A medida que va teniendo más experiencia, sus principios son más severos y no temo asegurar que en este punto pensaría como yo.
Por lo que a mí toca, no me justificaré más que las otras. Recibo, sin duda, al señor de Valmont y todo el mundo lo recibe. Pero esto es una inconsecuencia que debe aludirse a mil otras que rigen la sociedad. Usted sabe como yo que se emplea la vida en observarlas, en criticarlas y en prometerlas. El señor de Valmont, con un nombre ilustre, una gran riqueza y muchas cualidades amables, ha conocido muy pronto que para dominar en la sociedad basta saber manejar con igual destreza el elogio y la sátira. Nadie le aventaja en ambas cosas; seduce con la una y se hace temer con la otra. Ninguno le estima, pero todos le acarician. Así vive en medio de un mundo que, más prudente que atrevido, prefiere contemplarle a combatirle.

Las amistades peligrosas
Choderlos de Laclos

Marea de Silencio (Gabriel Celaya)

Mi cuerpo o masa se afirma
En voluntad de ser tierra,
Sólo tierra firme y quieta,
Mientras palomas, deseos,
Los pájaros se me escapan
Hacia alturas imposibles del silencio.

Río de música, mira
La delicia de este instante
Que se escapa como brisa
O suspiro hacia lo eterno,
Mira este instante muriendo
Por no morir con el tiempo.

Mira la tarde resuelta
En su más puro silencio:
Mar y altura, y esta huída
De los pájaros al cielo,
Mientras mi cuerpo se queda,
Masa ciega, masa o tierra,
Masa total, sin deseos.

Marea de Silencio
Gabriel Celaya

Madre agua (Juan Vicente Piqueras)

Madre agua, tu voz que es mar y lágrima,
madre manos que amasan mi destino,
madre que me dio a luz y me da pena,
madre alma y aldea, madre mía,
madre maná de idioma, madre mies
que ayer fue miga y hoy rastrojo ardido,
lumbre siempre encendida, humo en mi alma,
madre patria de culpa,
madre mar de pronombres y madera de nave,
madre aún niña y ya anciana,
ceniza de mi voz,
manantial de tus manos que me llaman
donde quise saciar mi sed de ser,
manos que me amasaron con harina de trigo
y agua de los morenos,
manos que me decían adiós con sus caricias,
madre del mundo, madre dolorosa,
madre sin madre, madre cuyo hijo
eres tú, somos, es el mundo entero,
madre madera y lumbre,
madre candela y cándalo,
madre alma y aldea, madre mía,
madre nuestra que estás en esta tierra,
madre ciprés, madre pozo,
madre morena, dentro, madre mar,
madre agua que acoges y no sacias
mi sed en tu dolor, mírame irme,
madre, perdóname lo que no he sido.

Madre agua
Juan Vicente Piqueras

El señor de las moscas (William Golding)

Se abrió camino remontando el desgarrón del bosque; pasó la gran roca que Ralph había escalado aquella primera mañana; después dobló a la derecha, entre los árboles.
Caminaba con paso familiar a través de la zona de frutales, donde el menos activo podía encontrar un alimento accesible, si bien poco atractivo. Flores y frutas crecían juntas en el mismo árbol y por todas partes se percibía el olor a madurez y el zumbido de un millón de abejas libando. Allí le alcanzaron los chiquillos que habían corrido tras él. Hablaban, chillaban ininteligiblemente y le fueron empujando hacia los árboles. Entre el zumbido de las abejas al sol de la tarde, Simón les consiguió la fruta que no podían alcanzar; eligió lo mejor de cada rama y lo fue entregando a las interminables manos tendidas hacia él.
Cuando les hubo saciado, descansó y miró en torno suyo. Los pequeños le observaban, sin expresión definible, por encima de las manos llenas de fruta madura.

El señor de las moscas
William Golding

El libro de los amores ridículos (Milan Kundera)

—Bueno ¿y ahora cómo se va a ocupar de mí?
—¿Qué aperitivo prefiere?
La chica no era muy aficionada a beber; como mucho bebía vino y le gustaba el vermouth. Pero esta vez, adrede, dijo:
—Vodka.
—Estupendo —dijo el joven—. Espero que no se me emborrache.
—¿Y si me emborrachara? —dijo la chica.
El joven no le respondió y llamó al camarero y pidió dos vodkas y, para cenar, solomillo. El camarero trajo, al cabo de un rato, una bandeja con dos vasitos y la puso sobre la mesa.
El joven levantó el vaso y dijo:
—¡A su salud!
—-¿No se le ocurre un brindis más ingenioso?
Había algo en el juego de la chica que empezaba a irritar al joven; ahora, cuando estaban sentados cara a cara, comprendió que no sólo eran las palabras las que hacían de ella otra persona diferente, sino que estaba cambiada por entero, sus gestos y su mímica, y que se parecía con una fidelidad que llegaba a ser desagradable a ese modelo de mujer que él conocía tan bien y que le producía un ligero rechazo.
Y por eso (con el vaso en la mano levantada) modificó su brindis:
—Bien, entonces no brindaré por usted, sino por [89] su especie, en la que se conjuga con tanto acierto lo mejor del animal y lo peor del hombre.
—¿Cuando habla de esa especie se refiere a todas las mujeres? —preguntó la chica.
—No, me refiero sólo a las que se parecen a usted.
—De todos modos no me parece muy gracioso comparar a una mujer con un animal.
—Bueno —el joven seguía con el vaso levantado—, entonces no brindo por su especie, sino por su alma, ¿le parece bien? Por su alma que se enciende cuando desciende de la cabeza al vientre y que se apaga cuando vuelve a subir a la cabeza.
La chica levantó su vaso:
—Bien, entonces por mi alma que desciende hasta el vientre.
—Rectifico otra vez —dijo el joven—: mejor por su vientre, al cual desciende su alma.
—Por mi vientre —dijo la chica y fue como si su vientre (ahora que lo habían mencionado) respondiera a la llamada: sentía cada milímetro de su piel.
El camarero trajo el solomillo y el joven pidió más vodka con sifón (esta vez brindaron por los pechos de la chica) y la conversación continuó con un extraño tono frívolo.

El libro de los amores ridículos
Milan Kundera

El libro de los abrazos [Los nadies] (Eduardo Galeano)

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

Los nadies, de El libro de los abrazos
Eduardo Galeano

miércoles, septiembre 12, 2007

Bailar en la oscuridad [Selma] (Lars Von Trier)

Es una avezada observadora, con memoria fotográfica. Esta doble cualidad hace de ella una artista: su amor, su entusiasmo por el artificioso mundo de la música, el canto y la danza, y su fascinación compasiva por la vida real... su humanidad. Su producción artística son los números musicales a los que se retrae cuando está con el agua al cuello; fragmentos de la comedia musical de Selma... que no se parece a ninguna otra. Es el producto del choque de todos los fragmentos de melodías, aires, sones, instrumentos, letras y pasos de baile que ha visto y escuchado en el cine, con los de la vida y con los que ella misma encuentra en virtud de su don. No es sólo cuestión de huir de la realidad, es algo más: es arte. Que trae su causa en la ineludible necesidad interior de adueñarse de la vida y de integrarla en su propio mundo. Una experiencia puede ser tan dolorosa que no haya palabras para expresarla, pero puede ser también utilizada por Selma como elemento artístico. Y como elemento del exiguo mundo del que es dueña y señora.

Bailar en la oscuridad
Lars Von Trier

Mi vida como clubber (nicoinlondon.blogspot.com)

Si, lo reconozco. Me llamo nicoinLondon, y soy un clubber. Lo siento Lady Ro, sé que te estoy defraudando, pero sólo puedo decir que yo no quería... Todo fue demasiado rápido, ni siquiera lo pensé, primero una noche en The Fabric, luego The Heaven, y después tardes de domingo sacrificadas en 1001 o the Cobert Place...ayer terminé en el Soho bailando Paquito el chocolatero por King Africa NO,NO,NO!!!! Estoy acabado!!!!, sí, sé que es muy fuerte escuchar eso de mí, pero tengo que contarlo...Esta maldita ciudad tiene la culpa, yo no sabía que God is a DJ (léase Dios es un pinchadiscos) y en cada garito pincha música que hipnotiza mi mente y entonces...entonces pierdo el control y me convierto en un clubber de tres al cuarto.

Mi vida como clubber
nicoinlondon.blogspot.com

Desayuno con diamantes (Truman Capote)

Nuestra relación personal no empezó hasta septiembre, una noche atravesada por los primeros y fríos estremecimientos del otoño. Yo había ido al cine, regresado a casa, y estaba acostado con un bourbon y el último Simenon: lo cual constituía hasta tal punto mi ideal de comodidad que no conseguí entender cierta sensación de inquietud que fue creciendo poco a poco, tanto que llegué a oír mis propios latidos. Era una sensación acerca de la cual había leído y hasta escrito, pero que jamás había experimentado. La sensación de estar siendo vigilado. De una presencia invisible. Luego: un repentino golpeteo en la ventana, el vislumbre de un gris fantasmal: derramé el bourbon. Transcurrieron unos momentos antes de que tuviera arrestos para abrir la ventana, y preguntarle a Miss Golightly qué quería.
-Tengo abajo a un hombre horripilante -dijo, saltando de la escalera de incendios al interior de la habitación-. Bueno, cuando no está bebido es encantador, pero tan pronto prueba el vino, ¡Santo Dios, qué animal! No hay nada en el mundo que deteste tanto como los hombres que te dan mordiscos. -Se abrió un poco el albornoz gris para mostrarme las pruebas de lo que ocurre cuando un hombre da un mordisco. No llevaba más que el albornoz-.

Desayuno con diamantes
Truman Capote

martes, septiembre 11, 2007

Importancia Histórica y Artística del Primitivo Canto Andaluz llamado Cante Jondo (Federico García Lorca)

A todos los que a través de su vida se han emocionado con la copla lejana que viene por el camino, a todos los que la paloma blanca del amor haya picado su corazón maduro, a todos los amantes de la tradición engarzada con el porvenir, al que estudia con el libro como el que ara la tierra, les suplico respetuosamente que no dejen morir las apreciables joyas vivas de la raza, el inmenso tesoro milenario que cubre la superficie espiritual de Andalucía, y que mediten bajo la noche de Granada la trascendencia patriótica del proyecto que unos artistas españoles presentamos.

Importancia Histórica y Artística del Primitivo Canto Andaluz llamado Cante Jondo*
Federico García Lorca


* Se trata de una conferencia que Lorca escribió como contribución a la campaña de propaganda del Concurso de Cante Jondo (de flamenco) que organizó en 1922 en Granada Manuel de Falla.

Memoria del flamenco [Con Manuel de Falla] (Félix Grande)

Una tarde el señor Falla me llevó a una casa junto a la Alhambra. En el patio, el pilar había sido ahogado con una toalla, pero no silenciado totalmente; se oía un ligero murmullo de agua que corría la alberca. Don Ángel Barrios aparecía sentado, sin cuello y con toda comodidad, con la guitarra sobre las rodillas; la había afinado de modo que, en cierta manera extraña, armonizaba con el agua que corría, y estaba improvisando con sorprendente inventiva y variedad. Después se nos unió su padre, y el señor Falla le preguntó si podía recordar cantes antiguos. El viejo señor se sentó allí con los ojos semicerrados, con la guitarra en un constante acompañamiento. De vez en cuando levantaba su voz y cantaba una de esas raras y fluctuantes melodías del cante flamenco. El señor Falla apuntó las que le agradaron o las que era posible transcribir, pues una de las mejores estaba llena de “terceras y sextas neutrales”, intervalos desconocidos e inexpresables en música moderna.

Memoria del flamenco
Félix Grande

lunes, septiembre 10, 2007

El derviche y la muerte (Mesa Selimovic)

A todo el mundo se le debería recetar viajar de cuando en cuando –dijo con ardor–. Es más, nadie debería detenerse en ningún lugar más tiempo del necesario. El hombre no es un árbol, y las ataduras constituyen su mayor infortunio, le arrebatan el coraje, le restan seguridad. Al encadenarse, acepta todas las condiciones, incluso las más ingratas, y sólo teme a la precariedad de su existencia. Cambiar le parece un abandono, la pérdida de lo conquistado, la cesión a algún otro del terreno ganado; es empezar de nuevo. El arraigamiento es el verdadero inicio de la vejez, porque el hombre es joven mientras no le asusta recomenzar. Si se radica, el hombre soporta o ataca. Si se va, resguarda su libertad, dispuesto en cualquier momento a mudar de hogar y a variar las condiciones impuestas. ¿Adónde y cómo partir? No te rías, ya sé que no tenemos adónde. Pero podemos, de tarde en tarde, crear un simulacro de libertad. Fingimos partir, fingimos cambiar. Y siempre volvemos, apaciguados, consolados por el engaño.

El derviche y la muerte
Mesa Selimovic