Me gusta la música, me hace sentirme fuera de mi cuerpo, ajeno a mi físico, cuando cierro los ojos para escucharla. Es la única dimensión trascendental de mi vida. No rezo, no hago yoga, no medito. Me entrego, sin más, a ese placer sobrenatural de la creación del hombre. No hay nada más trascendental que el hombre con los pies en la tierra frente a un pentagrama. ¿O sí?
Bueno, sí: el saboreo de una loncha bien cortada de jamón de pata negra. ¿Qué dura? Tres, cuatro segundos... Y otra vez.
Gordo
Jesús Ruiz Mantilla
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