jueves, diciembre 15, 2005

Pálido Fuego (Vladimir Nabokov)

Sí, es preferible que me detenga. Mis notas y yo mismo estamos agotados. Señores, he sufrido mucho, más de lo que cualquiera de ustedes puede imaginar. Ruego que la bendición del Señor caiga sobre mis infortunados compatriotas. Mi obra está terminada. Mi poeta ha muerto. [...] Dios me ayudará, espero, a librarme de todo deseo de seguir el ejemplo de otros dos personajes de esta obra. Seguiré existiendo. Quizá adopte otros disfraces, otras formas, pero trataré de existir. Me encontrarán tal vez en otra Universidad, bajo la apariencia de un viejo ruso feliz, saludable, heterosexual, un escritor en el exilio, sans fam, sans futuro, sans público, sans nada salvo su arte. [...] ¡Oh, puedo hacer muchas cosas! Si la historia lo permite, puedo volver a mi reino recobrado, y con un gran sollozo saludar la costa gris y el reflejo de un techo bajo la lluvia. Puedo esconderme y gemir en un manicomio. Pero ocurra lo que ocurra, cualquiera que sea el escenario, alguien, en alguna parte, se pondrá tranquilamente en camino, alguien se ha puesto ya en camino, alguien todavía muy lejos compra un billete, sube a un autobús, a un barco, a un avión, ha aterrizado, se dirige hacia un millón de fotógrafos y pronto llamará a mi puerta.

Pálido Fuego
Vladimir Nabokov