Ahora mismo, que estoy inactivo en la oficina, y se fueron todos a comer menos yo, observo, a través de la ventana empañada, al viejo bamboleante que recorre lentamente el paseo al otro lado de la calle. No va bebido; va soñador. Está atento a lo inexistente; tal vez espere todavía. Que los Dioses, si son justos en su injusticia, nos conserven los sueños incluso cuando sean imposibles, y nos concedan buenos sueños, incluso si son triviales. Hoy, que todavía no soy viejo, puedo soñar con islas del Sur y con Indias imposibles; mañana tal vez me sea concedido, por los mismos Dioses, el sueño de ser dueño de un estanco pequeño, o jubilado en una casa de los alrededores. Todos los sueños son el mismo sueño, porque todos son sueños. Que los Dioses me cambien los sueños, pero no el don de soñar.
Libro del desasosiego
Fernando Pessoa
Libro del desasosiego
Fernando Pessoa