El delincuente, el bandido genial, puede resultar mucho más lleno de interés que el sabueso que le muerde los talones. No debe olvidarse que, el criminal, tiene una superioridad filosófica sobre el detective. El criminal aparece como elemento creador, como hombre bastante hábil, desmoralizado o cruel, para ser capaz de situar la sociedad organizada ante una situación anormal. Su acto altera un equilibrio preestablecido, colocando a sus semejantes ante un hecho originado por su sola voluntad. Es acto de afirmación; equivale a la invención de un problema, más o menos intrincado, del que sólo ofrece las bases, sin indicar los medios que han de llevarnos a resolverlo. El detective encuentra un problema perfectamente planteado, que excluye toda participación por su parte, y del que sólo puede explicarnos el mecanismo si acierta en su tarea investigadora. El detective es al delincuente lo que el crítico de arte es al artista; el delincuente inventa, el detective explica.
Apología de la novela policíaca
Alejo Carpentier
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