Al subir por las escaleras mecánicas, empecé a oír un sonido profundo e hipnótico en medio del ruido incesante de la estación, del chillar de los trenes. Con el informe debajo del brazo, una vez más sin saber porqué, seguí la dirección de aquel sonido, precipitado, como es bien común andar en estos sitios aunque no se esté con prisa. El sonido era grave. “Un violonchelo? Sí – era un violonchelo!” Tocaba algo minimalista, arpegiaba unos acordes, algo escandalosamente simple, pero imbuido de un lirismo que nunca vi igual, de un dramatismo profundo. “Philip Glass?”
La violonchelista
Otávio Augusto Martinez
La violonchelista
Otávio Augusto Martinez
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