Un hombre fue conducido un día al cadalso con otros condenados y le leyeron la sentencia que le condenaba a ser fusilado. Veinte minutos más tarde se le notificó el indulto y la conmutación de su pena. Antes habían sido conducidos y atados a los postes y él sabía de antemano en lo que pensaría: toda su ansia era imaginarse, con la mayor rapidez y claridad posibles, cómo sería aquello: en aquel instante vivía y existía. Pero después confesó que nada le fue más penoso que este pensamiento_ Si no muriese. Si me devolviesen la vida. ¡Qué eternidad se abriría ante mí! Transformaría cada minuto en un siglo de vida; no despreciaría ni un solo instante y llevaría cuenta de todos los minutos para no malgastarlos.
El idiota
Fedor Dostoievski
El idiota
Fedor Dostoievski
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