Es triste, pero el jazz ya no es una forma subversiva de arte. Ni siquiera es gimnásticamente atractiva. Ha pasado a ser un mero género marginal asociado con la música ambiental de fácil audiencia, al estilo de Kenny G y Norah Jones. Unos pocos veteranos de la primera y de la segunda generación todavía están entre nosotros y tocan tan bien como siempre, y prometedores jóvenes talentos hacen cola a la espera de entrar en una escena cada vez más restringida. Pero ni los unos ni los otros son activistas sociales.
El jazz todavía está lo bastante asentado como para ocupar la parte de atrás del segundo piso de cualquier tienda de discos, lo cual es algo que encaja a la perfección en la filosofía globalizadora del mercado. Nos ofrece una imagen de diversidad de un mercado musical rico en sonidos y colores. En la tienda se nos dice: «Pida lo que quiera, lo tenemos». Y tienen razón, uno puede ahora comprar el álbum revolucionario A Love Supreme de Coltrane sólo por 10 euros en cualquier tienda de música. ¡Qué ganga, menudo regalo de Navidad! Nuestro fiel Big Brother casi ha vencido. El mensaje espiritual y político del jazz casi está derrotado.
Aquí es donde yo trato de interferir. Como músico bop, me niego a considerar el jazz como una aventura técnica. El jazz no trata de la velocidad con que muevo mis dedos o de la complejidad de mis figuras rítmicas. Insisto en que el jazz no es una forma de conocimiento, sino un estado de ánimo. El jazz es una visión del mundo, una forma innovadora de resistencia.
¡Salvemos el Jazz!
Gilad Atzmon
El jazz todavía está lo bastante asentado como para ocupar la parte de atrás del segundo piso de cualquier tienda de discos, lo cual es algo que encaja a la perfección en la filosofía globalizadora del mercado. Nos ofrece una imagen de diversidad de un mercado musical rico en sonidos y colores. En la tienda se nos dice: «Pida lo que quiera, lo tenemos». Y tienen razón, uno puede ahora comprar el álbum revolucionario A Love Supreme de Coltrane sólo por 10 euros en cualquier tienda de música. ¡Qué ganga, menudo regalo de Navidad! Nuestro fiel Big Brother casi ha vencido. El mensaje espiritual y político del jazz casi está derrotado.
Aquí es donde yo trato de interferir. Como músico bop, me niego a considerar el jazz como una aventura técnica. El jazz no trata de la velocidad con que muevo mis dedos o de la complejidad de mis figuras rítmicas. Insisto en que el jazz no es una forma de conocimiento, sino un estado de ánimo. El jazz es una visión del mundo, una forma innovadora de resistencia.
¡Salvemos el Jazz!
Gilad Atzmon
2 comentarios:
Real como la vida misma, y lo digo desde mi parte de músico de jazz, por otra parte, creo que es general, vamos, que todo lo que hasta hace unos años era "raiz" y "pureza" en cualquier ámbito, por su separación de los conceptos sociales establecidos, y que hacen que estos sean especiales por esto mismo, van perdiendo día a día, y casi sin darnos cuenta, ese "puntito" que los hace autenticos.. aunque como digo, debería utilizar "hacía" mas que "hace". Un saludo a todos.
Hola Kata:
Me alegro de haber dado en el clavo con el texto. Creo que la denuncia de Gilad Atzmon es acertada, aunque él lo enfoca todo desde el lado más político que, a mi juicio, es una de las razones de que el arte (sea cual sea) se haya distanciado tanto de lo meramente popular. ¿Acaso no puede ya haber creación sin compromiso?
Gracias por estar a ese otro lado, y un abrazo!!
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