Lo que llama la atención en el genocidio de los judíos es la duración del procedimiento, primero se les encierra en los campos de concentración a pasar hambre, después se les desnuda, después las duchas, y la meticulosa conservación de las montañas de cadáveres, de las ropas, el censo de los bienes personales... Si sólo se trataba de matar, el procedimiento no parece racional. Pero sí lo es en el caso de que se tratara de buscar, de buscar un mensaje que uno de esos seis millones de seres humanos, el representante jerosolimitano de los Treinta y Seis Invisibles conservaba en los pliegues de la ropa, en la boca, tatuado en la piel... ¡Sólo el Plan explica la inexplicable burocracia del genocidio! Hitler busca en los judíos la sugerencia, la idea que le permita determinar, gracias al Péndulo, el punto exacto en que, bajo la bóveda cóncava formada por la Tierra hueca, se cruzan las corrientes subterráneas, que, observen ahora la perfección de la teoría, se identifican con las corrientes celestes, de modo que esta teoría de la Tierra hueca viene a materializar, por decirlo así, la milenaria intuición hermética: ¡lo que está abajo es igual a lo que esta arriba! El Polo Místico coincide con el Centro de la Tierra, el designio secreto de los astros no es más que el diseño secreto de los subterráneos de Agarttha, ya no hay diferencia entre el cielo y el infierno, y el Grial, el lapis exillis, es el lapis ex coelis en el sentido de que es la Piedra Filosofal que nace como envoltura, término, límite, útero atónico de los cielos. Y cuando logre descubrir ese punto en el centro hueco de la Tierra que es el centro exacto del cielo, Hitler se convertirá en el amo del mundo, del que es rey por derecho de raza. Por eso, hasta el final, ya encerrado en el abismo de su bunker, sigue convencido de que aún puede llegar a determinar ese Polo Místico.
El péndulo de Foucault
Umberto Eco
El péndulo de Foucault
Umberto Eco
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