La primera canción infantil que aprendí, “Manzanicas coloradas, las que vienen de Stambol“, terminaba con el nombre de la ciudad de Estambul, que según se decía era enorme, y yo pronto la relacioné con los turcos que se veían entre nosotros. Edirne –así se llamaba en turco Adrianópolia, la ciudad de la que procedían los dos abuelos Canetti- se nombraba a menudo. El abuelo cantaba canciones turcas interminables, en las que sabía mantener tonos agudos durante mucho tiempo; a mí me gustaban mucho más las canciones españolas, más fuertes y más rápidas.
La lengua salvada, de Historia de una vida
Elías Canetti
La lengua salvada, de Historia de una vida
Elías Canetti
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