martes, julio 31, 2007

El pagano (Jack London)

Éramos los únicos supervivientes de la Petite Jeanne. El capitán Oudouse debió de perecer agotado, pues unos días después su madero fue arrojado a la playa por el oleaje. Otoo y yo vivimos con los indígenas del atolón durante una semana. Luego fuimos rescatados por un crucero francés, que nos llevó a Tahití. Pero antes habíamos realizado la ceremonia del cambio de nombres. En los mares del Sur esta ceremonia establece entre dos hombres vínculos más estrechos que los de sangre. La iniciativa fue mía, y Otoo mostró un entusiasmo indescriptible cuando se lo propuse.
-Es una gran idea -dijo en tahitiano-. Hemos sido compañeros durante dos días en la misma boca de la muerte.
-Pero la muerte tartamudeaba -le dije, sonriendo.
-Hiciste algo magnífico, patrón -me contestó-, y la muerte no cometió la vileza de hablar.
-¿Por qué me llamas «patrón»? -le pregunté, contrariado-. Hemos cambiado nuestros nombres. Para ti, yo soy ahora Otoo; para mí tú eres Charley. Y entre tú y yo, para siempre jamás, tú serás Charley y yo seré Otoo. Es una ley de los mares del Sur. Y cuando muramos, si seguimos viviendo más allá de las estrellas y del cielo, tú seguirás siendo Charley para mí y yo seguiré siendo Otoo para ti.
-Sí, patrón -respondió él, mientras sus ojos luminosos brillaban de ternura y de alegría.
-¡Ya lo has vuelto a decir! -exclamé, indignado.
-¿Qué importa lo que digan mis labios? -repuso él-. No son más que mis labios los que lo dicen. Yo siempre diré Otoo con el pensamiento. Cada vez que piense en mí, pensaré en ti. Cada vez que me llamen por mi nombre, pensaré en ti. Y más allá del cielo y las estrellas, para siempre jamás, tú serás para mí Otoo. ¿Te parece bien, patrón?

El pagano
Jack London

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