A partir del momento en que empezó a observar, se dio cuenta de que el cosmos lo convertiría en otro hombre. Claro, viviría entre los demás, caminaría con ellos, los escucharía, comería, sonreiría, pero él tendría un mundo propio mucho más real que el de la vida diaria. Aguantaba la cotidianidad por la sola esperanza de volver al telescopio. La vida de las estrellas le resultaba más auténtica que la de los hombres, a quienes escuchaba con extrañeza y sin curiosidad. A ellos no podía observarlos en su microscopio como a sus placas para predecir su conducta burda en comparación con la de los objetos del cielo.
La piel del cielo
Elena Poniatowska
miércoles, julio 18, 2007
La piel del cielo (Elena Poniatowska)
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