Si nos ceñimos rigurosamente a la definición número uno del terrorismo, la democrática (es decir, un ataque armado y deliberado contra los que están indefensos), justificamos al mismo tiempo el uso de la palabra “guerra” que califica la lucha actual emprendida contra el terrorismo. Haciendo de contrafuego, la guerra antiterrorista se opone a la guerra terrorista que se ha convertido, desde el siglo XX, en la forma más inhumana de enfrentamiento bélico. Clausewitz escribe que la guerra es “un acto de violencia llevado a su paroxismo”. Pero conviene aún añadir que ese paroxismo no es fijo ni inmutable. Varía con las épocas, en función de los regímenes y de los lugares. En la guerra de 1914, testigos y actores quedaron espantados ante un paroxismo cuantitativo, Francia hubo de lamentar un récord absoluto de soldados muertos. Pero el 80% de los muertos llevaba uniforme. Poco a poco se pasó del paroxismo cuantitativo al paroxismo cualitativo, la Segunda Guerra Mundial contó con cincuenta millones, mitad civiles y mitad soldados. Desde 1945 la cuestión se revuelve, la proporción se invierte, los conflictos armados suman muertos y más muertos aún por millones, pero ahora el 80% son mujeres, niños u hombres sin armas. La guerra llevada a su paroxismo se ha convertido en guerra contra la población civil.
Occidente contra occidente
André Glucksmann
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