Ya que no cabía hacer nada más razonable, todos ellos volvieron a colocarse cuidadosamente la pipa a un lado de la boca y, mientras mantenían los ojos fijamente clavados en el fenómeno, fumaron, descansaron, se contonearon como ánades, gruñendo significativamente, y luego volvieron a contonearse, gruñeron, descansaron y, finalmente... fumaron otra vez.
Entretanto el objeto de tanta curiosidad y tanto humo descendía más y más hacía aquella excelente ciudad.
La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall
Edgar Allan Poe
Entretanto el objeto de tanta curiosidad y tanto humo descendía más y más hacía aquella excelente ciudad.
La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall
Edgar Allan Poe
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