Hoy este corazón debe de estar inmóvil
puesto que no mueve a otros corazones;
pero, aunque yo no pueda ser amado,
dejen que ame todavía!
Mis días descansan en las amarillas hojas;
las flores y los frutos del amor se han ido;
¡sólo el gusano, la corrupción y la pena
son exclusivamente míos!
El, fuego que consume mi pecho
está solo como una isla volcánica;
ninguna antorcha se enciende en su llama
que es pila funeral.
La esperanza, el miedo, la preocupación,
la exaltación del dolor, la fuerza del amor,
no están para que yo las comparta,
sino para arrastrar su cadena.
Pero no es ahora, ni en este lugar que conviene
que tales pensamientos sacudan mi alma,
cuando la gloria viste el féretro del héroe
o ciñe su frente.
¡Veo en torno de mí la espada, el estandarte
la campaña, la Gloria y Grecia!
El Espartano, protegido por su escudo,
no era más libre.
¡Despierta! (Grecia no, que está en vela.)
¡Despierta, espíritu mío! Averigua por qué caminos
tu sangre vital llega de su fuente original,
y luego golpea en lo vivo,
pisotea a esas pasiones que resurgen
-¡virilidad indigna!-, pues para ti
la severidad o la sonrisa de la belleza
debieran ser indiferentes.
¿Por qué vivir si te quejas de tu juventud?
El campo de la honorable muerte
está aquí: entra en la batalla,
y juega tu alma.
Busca -aunque es más fácil buscar que encontrar –
la tumba del soldado, que será la mejor de todas;
después, mira en torno tuyo y elige tu trozo de tierra
para el descanso.
Missolonghi, 22-1-1824
Al cumplir mis treinta y seis años
Lord Byron
puesto que no mueve a otros corazones;
pero, aunque yo no pueda ser amado,
dejen que ame todavía!
Mis días descansan en las amarillas hojas;
las flores y los frutos del amor se han ido;
¡sólo el gusano, la corrupción y la pena
son exclusivamente míos!
El, fuego que consume mi pecho
está solo como una isla volcánica;
ninguna antorcha se enciende en su llama
que es pila funeral.
La esperanza, el miedo, la preocupación,
la exaltación del dolor, la fuerza del amor,
no están para que yo las comparta,
sino para arrastrar su cadena.
Pero no es ahora, ni en este lugar que conviene
que tales pensamientos sacudan mi alma,
cuando la gloria viste el féretro del héroe
o ciñe su frente.
¡Veo en torno de mí la espada, el estandarte
la campaña, la Gloria y Grecia!
El Espartano, protegido por su escudo,
no era más libre.
¡Despierta! (Grecia no, que está en vela.)
¡Despierta, espíritu mío! Averigua por qué caminos
tu sangre vital llega de su fuente original,
y luego golpea en lo vivo,
pisotea a esas pasiones que resurgen
-¡virilidad indigna!-, pues para ti
la severidad o la sonrisa de la belleza
debieran ser indiferentes.
¿Por qué vivir si te quejas de tu juventud?
El campo de la honorable muerte
está aquí: entra en la batalla,
y juega tu alma.
Busca -aunque es más fácil buscar que encontrar –
la tumba del soldado, que será la mejor de todas;
después, mira en torno tuyo y elige tu trozo de tierra
para el descanso.
Missolonghi, 22-1-1824
Al cumplir mis treinta y seis años
Lord Byron
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