miércoles, agosto 22, 2007

Una conflagración imperfecta (Ambrose Bierce)

Mi padre y yo estábamos en la biblioteca de nuestra casa, dividiendo el producto de un robo que habíamos cometido esa noche. Consistía, en su mayor parte, en enseres domésticos, y la tarea de una división equitativa era dificultosa. Nos pusimos de acuerdo sobre las servilletas, toallas y cosas parecidas, y la platería se repartió casi perfectamente, pero ustedes pueden imaginar que cuando se trata de dividir una única caja de música en dos, sin que sobre nada, comienzan las dificultades. Fue esa caja musical la que trajo el desastre y la desgracia a nuestra familia. Si la hubiéramos dejado, mi padre podría estar vivo ahora.
Era una exquisita y hermosa obra de artesanía, incrustada de costosas maderas, curiosamente tallada. No solo podía tocar gran variedad de temas sino que también silbaba como una codorniz, ladraba como un perro, cantaba como el gallo todas las mañanas, se le diera cuerda o no, y recitaba los Diez Mandamientos.

Una conflagración imperfecta
Ambrose Bierce

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