Perdí el contacto con mis padres en una aldea en Kono, la región diamantífera. Con un hermano llegué a Freetown. Fui secuestrado durante la intervención militar nigeriana de 1998. Me dieron instrucción militar y me entregaron un AK-47. Siempre obedecí las órdenes. A veces disparaba contra mis compañeros, en ejecuciones; o azotaba a los civiles y les robaba sus pertenencias. Durante la ofensiva de enero de 1999, mi grupo, formado por unos veinte niños, se quedó en el barrio de Kissy. A cada uno nos dieron una misión: “¡Tú, a cortar manos; tú, a robar comida; tú, a quemar casas!” Atábamos a los civiles a grandes ruedas, los rociábamos con gasolina y los quemábamos. Mientras los mayores atacaban, los pequeños éramos los encargados de cortar manos. Yo le corté una mano a un hombre; lo hice para que no me mataran. Hacía brutalidades, pero no sentía nada. Me daban cada mañana una droga mezclada con agua.
Salvar a los Niños Soldados
Gervasio Sánchez
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