Este sitio es muy bonito y fresco; más allá de las colinas, a unos seis kilómetros de distancia, tan sólo hay territorio inexplorado. (...) Poco después de nuestra llegada, se presentaron en el puesto ocho indios salvajes del Xingú, completamente desnudos. Vivían a unos ocho días de viaje río abajo, y acudían a visitar el lugar de vez en cuando por pura curiosidad y por las cosas que les regalaban. Eran cinco hombres, dos mujeres y un niño, y vivían por su cuenta en una choza. Ayer les dimos dulce de guayaba, que les gustó mucho. Son gente muy menuda, de alrededor de metro sesenta de estatura, y bien constituida. Sólo comen pescado y verdura, nada de carne. Una de las mujeres lucía un precioso collar de discos diminutos, hechos con conchas de caracoles, cuya factura seguramente habría requerido una paciencia enorme. Le ofrecimos ocho cajas de fósforos, un poco de té y algunas hebillas, y enseguida aceptó el trueque. Enviaremos el collar al Museo del Indio Americano de Nueva York.
A través de la selva amazónica
Percy Harrison Fawcett
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