Ella canta, o no, todavía no, empiezan las notas del piano, y una casi imperceptible cadencia de maracas allá lejos, y ella se ve que tiene las manos temblando, los ojos se le llenan de ternura, alcanza el cigarrillo a un traspunte que está entre bambalinas, toma su posición al lado de la columna griega, y empieza con una voz grave y muy melodiosa a decir la introducción, casi hablada, pensando en el muchacho «... todos dicen que la ausencia es causa de olvido, ... y yo te aseguro que no es la verdad, ...desde aquel último instante que pasé contigo, mi vida parece... llena de crueldad», y ahí la orquesta invisible empieza a todo volumen y larga ella toda su voz, «... tú, te llevaste en tus labios, aquel beso sagrado... que yo había guardado ¿para ti?, sí, para ti... Tú, te llevaste en tus ojos, todo el mundo de antojos, que hallaste en los míos, para ti...», y ahí viene un intermedio de la orquesta, y ella hace un pequeño paseo y en medio de la pista vuelve a atacar, a toda voz, «... ¡Cómo pudiste dejarme, queriéndonos tanto! ... cuando habías encontrado en mi pecho guardado tanto... tanto frenesí... Tú, aunque estemos muy lejos, llorarás como un niño, buscando un cariño como el que te di...»
Y al terminar de cantar ella está completamente ensimismada, y rompen en aplausos todos los trabajadores que están preparando la sala para esa noche.
El beso de la mujer araña
Manuel Puig
Y al terminar de cantar ella está completamente ensimismada, y rompen en aplausos todos los trabajadores que están preparando la sala para esa noche.
El beso de la mujer araña
Manuel Puig
1 comentario:
Que libro monstruo el que haz puesto, se me aguan un poco los ojos. A veces cuento a la gente películas como Molinita.
Un abrazo de desconocida (de una mujer pantera quizá.
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