Si un día la batalla de la vida me rinde, si mi coraje flaquea, si siento en el corazón del alma la vejez, me acordaré –estoy seguro- de este pueblo tranquilo y feliz; me acordaré de su luz espléndida y también de su lago subterráneo de aguas tenebrosas y quietas; me acordaré de sus quietas legiones de almendros y de higueras, todos bien alineados; me acordaré de sus patriarcales molinos de viento volteando sus velas sobre los arreboles que deja el sol al ponerse en la sierra de la costa brava; me acordaré de esta paz; ¿pero hoy? Hoy no he hecho sino empezar a gustar este sosiego, y ya el amor a la inquietud se me enciende.
Y, sin embargo, ¡Qué grato es esto! ¿Quién acierta?
En la calma de Mallorca
Y, sin embargo, ¡Qué grato es esto! ¿Quién acierta?
En la calma de Mallorca
Miguel de Unamuno
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