Dos periodistas de color de la prensa local vinieron a entrevistarme. Me habían seguido en sus bicicletas desde el otro hotel (esto, permítanme que me apresure a decirlo, no es indicativo de fama. A todos los que vienen en primera clase se les hace una entrevista a su llegada a Georgetown). Parecían más bien simples y no tenían nada del ingenio que se supone a los de su profesión. Anotaron meticulosamente todo lo que dije como si fuera un testigo ante un tribunal arzobispal.
¿Era cierto que era escritor? Sí.
¿Un escritor que ha publicado libros, o tan sólo un escritor? Les dije que sí, que escribía libros, pero que también había sido reportero del Daily Express durante tres semanas. ¿El Express de Londres? Está claro que eso les impresionó, confirmando lo que siempre he sostenido: que cualquier idiota puede conseguir que le publiquen un libro, pero que hace falta ser un idiota muy especial para conseguir un puesto en un diario.
Noventa y dos días
¿Era cierto que era escritor? Sí.
¿Un escritor que ha publicado libros, o tan sólo un escritor? Les dije que sí, que escribía libros, pero que también había sido reportero del Daily Express durante tres semanas. ¿El Express de Londres? Está claro que eso les impresionó, confirmando lo que siempre he sostenido: que cualquier idiota puede conseguir que le publiquen un libro, pero que hace falta ser un idiota muy especial para conseguir un puesto en un diario.
Noventa y dos días
Evelyn Waugh
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