Hoy, cuando las manifestaciones más visibles y agresivas de la actual sociedad de consumo (estaciones de gasolina, snacks, moteles, anuncios) interfieren con un telón de alienadoras tentaciones el hasta hace poco natural paisaje de la Península, los españoles comienzan a mirar su propio país con distintos ojos y corren detrás de un primitivismo que progresivamente desaparece: el encanto de éste aumenta, en efecto, en la misma proporción en que deviene exótico y raro. La adopción razonada y consciente de los criterios «económicos» de la sociedad industrial moderna conduce, paradójicamente, a la exaltación sentimental de los valores primitivos y ancestrales. [...] La contradicción es insoluble y, oscuramente, los españoles de hoy lo presienten: el burgués europeizado de la Península comienza a gustar del sabor de los lugares no estropeados aún por el turismo europeo y añora la antigua imagen de España en la medida en que ésta se aparta y distancia de él, facilitándole, al fin, una contemplación objetiva. Hoy por hoy, la situación en que vivimos pudiera resumirse en estos términos: España no es todavía Europa, pero, para bien y para mal, ha dejado de ser España.
España y los españoles
Juan Goytisolo
España y los españoles
Juan Goytisolo
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