Los dos somos buenos contadores de cuentos. De noche, tendidos de espaldas, contemplamos el cielo estrellado. Aquí es donde empiezan todas las historias, bajo la égida de esa multitud de estrellas que por la noche se apoderan furtivamente de las convicciones, para restituirlas, a veces, en forma de fe. Los primeros que inventaron, que dieron un nombre a las constelaciones, eran contadores de cuentos. Al trazar una línea imaginaria entre ellas, les confirieron una imagen, una identidad. Se ensartaban las estrellas en esa línea al igual que se van ensartando los acontecimientos en un relato.
Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos
Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos
John Berger
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