El explorador escucha otras músicas. Entre las muchedumbres urbanas, prevalece la atmósfera sonora del hombre y sus creaciones; las voces callejeras, el rumor de automóviles y aviones. Las polifonías urbanas silencian una música anterior. La música primaria del agua y sus murmullos. Y el viento y sus soplidos. El explorador late lejos de la multitud. Por eso, su oído es altar continuo para la sinfonía de la naturaleza. [...] Es heredero de los antiguos nómadas; es el que empuja corrientes. Es el que escucha la voz ética del espacio y la música primera de los elementos. Y es quien rebosa admiración por lo infinito y palpita en los espacios de las longitudes vastas.
La tierra del explorador
Esteban Ierardo
La tierra del explorador
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